En los análisis del día después de unas elecciones se suele hablar mucho de números: los porcentajes obtenidos por los partidos, los escaños, las cuentas para llegar a la mayoría, la correspondencia entre los datos reales y las encuestas... Los números simplifican y resumen la realidad que está detrás de la elección libre de confiar el gobierno de un país a uno u otro candidato. Y hay lugares donde esa realidad puede anticipar el resultado. Si alguien hubiera querido saber con antelación si la ultraderecha de Hermanos de Italia podía ganar las elecciones o si la abstención sería alta, podría haber bastado con acercarse un día cualquiera de la pasada semana a Tor Bella Monaca, municipio VI de Roma.
Para llegar desde el centro, en trasporte público se tarda hasta una hora y media, como un viaje a otra ciudad. Mirko vive allí, en el “R8”, la letra con un número progresivo que denomina los bloques de viviendas populares levantados uno detrás de otro en este barrio de la periferia extrema. El peor es el “R5”, atravesado por la Avenida de la Arqueología, uno de los grandes centros del tráfico de drogas de la ciudad. “Yo es que ni siquiera me acerco. He pasado alguna vez con el coche, pero nada más”, dice Mirko, hablando de un sitio que está a 500 metros de su casa, donde vive junto a su madre y su hermano.
Mirko, que utiliza solo el nombre de pila para proteger su seguridad, tiene 41 años, y trabaja siete meses al año como conserje en los barrios ricos de la ciudad, lo mismo que hace su hermano. Llega a ganar así unos 7.000 u 8.000 euros limpios al año. Su madre tiene una pensión de 450 euros. “Pero ya conseguí tener un equilibrio, nos apañamos y nos da para vivir. Aquí no es fácil. Los amigos siempre los busqué fuera. Aquí caer en amistades peligrosas es muy fácil”, cuenta paseando por una de las calles destartaladas, con una maleza que come los arcenes y gente que aguanta esperas eternas en las marquesinas de los autobuses. Cuando pensaba en quién votar Mirko lo tenía claro: Hermanos de Italia, el partido que logró aquí hace un año, en las elecciones municipales, la única victoria entre todos los distritos de la capital.
A pocos metros de la casa de Mirko, Alessia esperaba que saliera su padre de una tienda. Tiene 27 años y aún dudando entre si ir o no a votar, la semana pasada decía que de hacerlo se decantaría por el partido de Giorgia Meloni. Su padre, 65 años y a un puñado de meses de la jubilación, decía con firmeza que, tras un pasado votando a la izquierda “de verdad”, ahora no pensaba ir a votar. Alessia cobra un subsidio de desempleo. Trabajaba en un supermercado por 1.200 euros al mes muchas más horas de las 40 legales. “El contrato acabó poco después de que naciera mi hija. No me lo renovaron. Tienes un hijo y ya eres un incordio para la empresa”, contaba.
Ella se crió en el barrio, en una de las torres cuadradas de 13 o 14 plantas, donde la mitad de la gente tiene asignado un piso de protección oficial y la otra mitad ocupa uno sin autorización, a veces desde hace décadas, en un barrio con una tasa de pobreza absoluta que supera el 41%. Un lugar donde el domingo el primer partido fue el de la abstención: la participación se quedó en el 56,3%, ocho puntos menos que la media nacional. El segundo partido fue Hermanos de Italia.
En 2018, en Tor Bella Monaca, ganó el Movimiento 5 Estrellas, cuyos militantes seguían pateando las calles la semana pasada, confiando en una 'remontada', en un lugar donde muchos cobran la renta de ciudadanía, la medida estrella de los 'grillini', que Meloni llama 'paguita' prometiendo que la sustituirá por “subsidios más justos” y trabajo.
Pobreza y falta de perspectivas
Y es así como un paseo por Tor Bella Monaca hace unos días daba la fotografía más extrema detrás de los números de la victoria electoral del partido de ultraderecha liderado por Meloni. Es la imagen de una Italia empobrecida, cansada y desilusionada, donde un parte sustancial de los votantes, más del 26% según los resultados definitivos, ha decidido entregar el país a este nuevo experimento, para probar qué puede hacer Meloni, después de haber probado hace cuatro años con el M5S, el Movimiento Cinco Estrellas fundado por el cómico y actor Beppe Grillo.
Si no se entiende el contexto en el que se produce la victoria del partido ultra, no se explica por qué también se benefició de los votos de los decepcionados por la Liga, que a su vez en su momento de auge había absorbido votos en barrios obreros y ciudades industriales que habían sido caladeros tradicionales de la izquierda.
El 'milagro' del M5S en el sur
Tampoco se entendería la remontada que efectivamente el M5S logró en el sur del país, ese mismo sur donde Matteo Salvini Salvini construyó el mensaje de la una Liga nacional, ya no solo defensora de los intereses del norte productivo del país. En Calabria llegó al 29,5% y en algunas zonas de Apulia —la región de origen de su líder Giuseppe Conte— hasta el 34%, la cifra que casi alcanzó a nivel nacional hace cuatro años, cuando se afirmó como primer partido con el 33% de los votos.
Y si la victoria de Meloni es también fruto de haber estado cuatro años en la oposición, el 'milagro' obrado por Conte asume dimensiones notables si se tiene en cuenta que en julio a la formación amarilla se la daba por acabada políticamente tras la escisión decidida en junio por el ministro de Exteriores saliente y fundador del partido, Luigi di Maio. Y precisamente Di Maio es uno de los que pierden su escaño y se quedan fuera del Parlamento. Se presentó en el colegio de Nápoles en un cara a cara contra el exministro de Medio Ambiente, Sergio Costa, candidato del M5S, a quien él propuso en 2018 como titular de esa cartera. Costa le ganó, obteniendo un 39,7% de los votos, premiando así a quienes habían velado por el “alma” verdadera del Movimiento.
En este sur de la nunca resuelta questione meridionale, la brecha económica con el norte, la llamada renta de ciudadanía, la renta básica que el M5S implantó, pese a sus límites y los casos de fraude, para muchos supuso el cambio hacia un vida un poco más digna. Según los últimos datos, se beneficiaron de ella algo más de un millón de hogares, con un importe promedio de alrededor de 580 euros. Dos tercios de los receptores están en la mitad sur del país.
En busca de un proyecto claro
Según los análisis poselectorales basados en los sondeos a pie de urna, el M5S también logró conquistar el voto de los más jóvenes, seguido por orden de preferencia por el Partido Democrático. Los jóvenes y la crisis climática fueron los grandes olvidados de la campaña electoral, banalmente y cínicamente porque, en un país envejecido, son una parte minoritaria del cuerpo electoral. En el grupo entre los 18 y los 34 años, el 20% de los electores eligió al M5S, el 16 al PD y el 15 a Hermanos de Italia, el más votado tanto en la franja entre 35 y 54 años y por los mayores de 55.
No haber sabido hablar a los jóvenes fue uno de los errores del PD que precisamente a un grupo de jóvenes debe la presencia de su única sección en Tor Bella Monaca, justo en Avenida de la Arqueología. “Creo que les toca a las nuevas generaciones construir el Partido Democrático del futuro”, dijo este lunes Enrico Letta anunciando su intención de dejar el liderazgo del partido en cuanto se celebre el nuevo Congreso. No haber tenido más valentía a la hora de apostar por el relevo generacional es una de las críticas que circulaban estos días hacia la dirección del partido.
Hay quien pide también un viraje más a la izquierda, empezando por los socios minoritarios de la coalición, Izquierda Italiana-Europa Verde, que obtuvo, superando la barrera del 3%, un resultado mejor de lo esperado. Lo contrario de lo que pasó con el cartel del partido situado en la izquierda de la izquierda, Unión Popular, liderada por el exfiscal y exalcalde de Nápoles Luigi De Magistris, a quien habían apoyado Jean-Luc Melenchón y Pablo Iglesias y que se quedará fuera del Parlamento.
Otra de las críticas que le hacen al PD es haber centrado la campaña electoral en el miedo a la llegada de la ultraderecha en lugar de presentar su propia propuesta para un país necesitado de ilusión y de impulso. Letta reivindicó en cambio la “agenda de Mario Draghi”, que también reivindicaban para ellos los centristas. Muchos entendieron que se puede acabar como la Hungría de Victor Orbán pero no lograron entender cuál era la alternativa que se proponía para evitarlo. Y así compraron la propuesta de Giorgia Meloni, una mujer que lleva tres décadas de militancia política, que fue ministra con Berlusconi pero que no había tomado el mando de una coalición. Es el último experimento de una larga serie. En el medio, con una abstención histórica, está el desgaste de la democracia.