Al final, no era tan así

Muchos marines de los mandarines

Madrid —

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Esta semana el cielo de Madrid volvió a ser escenario del vuelo de los aviones de guerra españoles. El ciudadano español estará acostumbrado ya porque pronto se celebra el “Día de la Hispanidad”, y los festejos incluyen un desfile militar en el que también participan las fuerzas áreas del ejército nacional. 

Para los extranjeros, cada vez más presentes en esta capital -que algunos comparan con el Miami de hace algunos años- puede haber llamado la atención el rugido de un avión de guerra, sobre todo cuando las noticias diarias dan cuenta del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, mientras que en Medio Oriente el inicio de una guerra total pende de un hilo.

En las últimas 72 horas, los ataques de Israel en el Líbano dejaron más de 1.300 personas fallecidas y un millón de personas desplazadas. Solo en Beirut se destruyeron más de 3.100 edificios, y el grupo de monitoreos de conflictos Airwars asegura que la intensidad de los bombardeos diarios supera incluso a la de los ataques de Estados Unidos en Siria, cuando enfrentó a ISIS.

En España, de todas formas, puede sonar todo muy lejano; incluso aunque el ministro de Exteriores insta a un alto el fuego urgente en Líbano, o Bardem se tome un momento durante sus apariciones públicas para repetir que lo que está sucediendo en Gaza con la muerte de civiles es “deshumanizante”. Sin embargo, puede que todo cambie, y rápido, incluso para los españoles o europeos en general. 

El petróleo alcanzó su valor más alto en dos años esta semana, pero podría aumentar mucho más si Israel ataca los depósitos de petróleo iraníes, o si entra en un conflicto directo con Irán. Justo cuando la inflación parece remitir y la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo se animan a recortar las tasas de interés. ¿Volverá a subir a precios siderales el aceite de oliva?

La guerra arrecia. Este viernes, Vladímir Putin instó a los ciudadanos rusos residentes en Israel a abandonar ese país mientras sea posible. En San Petersburgo, un colega me contó que la ciudad estaba probando las sirenas que anuncian la inminencia de un ataque. Las mismas que sonaron esta semana en Israel, cuando el régimen autocrático de Irán lanzó un centenar de misiles contra suelo israelí.

Joe Biden, por su parte, apareció esta semana de forma inesperada durante una rueda de prensa de la Casa Blanca, y dijo que Israel no decidió aún cómo responderá al ataque del régimen iraní. “Si estuviera en sus zapatos, estaría pensando en otras alternativas que atacar los depósitos de petróleo”, afirmó el presidente norteamericano medio mirando para otro lado. 

La sugerencia tiene lógica. Si los precios del petróleo se disparan la economía de Estados Unidos volverá a estar asediada por el fantasma de la inflación. Mejor que no ocurra ahora, que falta solo un mes para las elecciones presidenciales. 

Igual, y para ser sinceros, es poco lo que puede hacer Biden en relación al gobierno de Israel. Este viernes, Bloomberg publicó un artículo lleno de lamentos de funcionarios norteamericanos y europeos resignados por la poca influencia que tienen sobre Netanyahu y sus halcones. Ya veremos que decide “Bibi”, como llamó cariñosamente Biden este viernes al primer Ministro israelí.  

El número de los muertos de Gaza perdió impacto, porque ahora hay que contar los del Líbano. El nivel de la avanzada militar de Israel en el país vecino promete ser más grande que cualquier otra anterior; y a juzgar por lo que sucedió en la Franja, la línea que divide el objetivo militar del civil ya casi ni se distingue. 

Tiene razón Bardem con eso de que la cantidad de muertos, sobre todo de niños, va permeando las consciencias hasta hacer natural las muertes. Escribir desde un escritorio en Madrid sobre los cuerpos mutilados bajo los escombros no parece deontológico. Pero sí recomendar la lectura de la crónica “4 horas en Chatila”, de Jean Genet, un testimonio tan crudo como bello, con el que el poeta y novelista francés documentó las atrocidades cometidas en los campos de refugiados palestinos en 1982.

Copio una frase: “Para mí, como para el resto de la población que quedaba, deambular por Chatila y Sabrá se parecía al juego de la pídola. Un niño muerto puede a veces bloquear una calle, son tan estrechas, tan angostas, y los muertos tan cuantiosos.”

La guerra total en Medio Oriente entonces está cerca de comenzar. ¿Será por eso que la otra gran guerra -la de Rusia y Ucrania- parece más cerca de terminar? Pasó de moda el golfo, decía el Indio Solari en Queso ruso, ese gran tema del álbum La mosca y la sopa. Sin embargo, lo que parece estar pasando de moda ahora es el este de Europa.

El viaje reciente de Volodimir Zelensky a Estados Unidos fue resumido por uno de los principales diarios de Ucrania como una “catástrofe”, y los funcionarios de la Unión Europea están cada vez más convencidos de que Kiev debe deponer las armas y aceptar una paz negociada con Rusia. “Los aliados inician una nueva fase de presión sobre Ucrania para negociar el final de la guerra”, tituló El País de España un artículo este viernes.

El problema es que Ucrania no quiere ceder terreno. ¿Tantas armas, tanto dinero, pero sobre todo tantas vidas perdidas para terminar peor que hace un año y mucho peor que hace dos?. La suerte del país eslavo, igualmente, se decidirá el 5 de noviembre en Estados Unidos.

Es viernes a la noche en Madrid, y se escucha a un grupo de personas cantar alegremente el feliz cumpleaños; en el fondo hay ruidos de copas, y murmullos que llegan de los bares cercanos. Nadie lo intuye probablemente, ni parece preocupado, pero otros están decidiendo lo que de un momento a otro podría cambiar sus vidas.

AF/DTC