La extraña diplomacia de Milei: discursos duros y acercamientos pragmáticos en el juego del tablero global
De los aplausos en Palm Beach junto a Donald Trump a las negociaciones con Xi Jinping en Río de Janeiro, Javier Milei terminó este miércoles, con la visita de la italiana Giorgia Meloni a la Casa Rosada, una semana de alto voltaje en la arena internacional. El debut del presidente argentino en el G20 no solo marcó un cambio drástico en su postura hacia los “comunistas”, sino que reveló un extraño pragmatismo de cara a su estrategia de política exterior. A contramano de su retórica incendiaria de campaña, Milei parece haber entendido finalmente que en la diplomacia las reglas son distintas: los intereses económicos mandan.
Todo cambió con el desembarco de Gerardo Werthein en la Cancillería. Desde entonces, Milei parece sentirse más cómodo a la hora de jugar en el tablero global, como quedó en evidencia durante la cumbre que tuvo lugar el lunes y martes en tierras brasileñas. Su inédita exposición de los últimos días dejó algo en claro: el libertario puede adaptarse cuando el contexto lo exige. Si bien mantuvo su retórica beligerante, sus gestos fueron los de un presidente dispuesto a negociar, incluso con quienes considera enemigos ideológicos.
Sin embargo, aunque el plato fuerte del G20 fue su encuentro con Xi Jinping, Estados Unidos no deja de ser el eje principal de la estrategia libertaria. Con el regreso de Trump a la Casa Blanca, Milei apuesta a renovar el vínculo con Washington para lograr un acuerdo favorable con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Su reunión con Kristalina Georgieva fue un paso en esa dirección, aunque no faltaron otros gestos disruptivos: rechazó la Agenda 2030 y las políticas redistributivas promovidas por el anfitrión Lula da Silva, con quien Milei hadta llegó a fotografiarse, aunque terminó apoyando el documento final de la cumbre remarcando sus diferencias. “No es cuestión de pelearse con todos”, dijeron en su entorno.
Es que la realidad económica argentina no da espacio para posturas rígidas: con China comprando productos clave y sosteniendo el swap de monedas, ignorar esa realidad no es una opción. El cónclave con Xi dejó compromisos para impulsar “proyectos conjuntos”, aunque sin demasiados detalles concretos. Mientras Beijing está interesado en fomentar el comercio bilateral, la delegación argentina mostró un perfil calculador, centrado en el aumento de las exportaciones.
El comunicado oficial sobre la bitaleral fue cauteloso, pero trascendió lo que podría ser el verdadero punto caliente: la colaboración financiera. Este miércoles se supo que China no solo ampliaría el swap de monedas, sino que podría ofrecer nuevos mecanismos de financiamiento, lo que significaría un salvavidas crucial para Milei. Este acercamiento al gigante asiático no fue casualidad: días antes, Juan Pazo, mano derecha del ministro Luis Caputo, había viajado a China para presentar el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), un guiño a los capitales chinos que Milei reforzó en Río con un claro mensaje: los negocios están por encima de las ideologías.
Pero el cálculo diplomático no quedó ahí. Milei también se reunió en el G20 con el indio Narendra Modi, en búsqueda de explotar el potencial mercado indio, clave para exportaciones agropecuarias y proyectos de litio y gas, sobre los que Modo mostró particular interés. Aunque el libertario desprecia al BRICS, India representa una puerta al “sur global” y un socio estratégico en recursos donde Argentina tiene ventaja competitiva.
Es que el G20 no solo fue un debut, sino una prueba de carácter para Milei. El libertario parece haber aprendido que, más allá de su alineamiento casi teológico con Estados Unidos e Israel, las ideas puras no siempre son eficaces al momento de negociar. El futuro dirá si su estrategia será suficiente para sostener ese equilibrio en un tablero global cada vez más complejo. Por ahora, el pragmatismo manda, incluso para quienes se presentan como más rupturistas.
Frente interno caliente
Pero no todo es color de rosas para Milei. A poco de cumplirse el primer año de gobierno de La Libertad Avanza, la polémica puertas adentro de Cancillería se mantiene. Hace un mes, con Diana Mondino todavía en su cargo pero ya en la cuerda floja, el Presidente salió a ponerse al frente de su cruzada ideológica y, a través de una nota que lleva su firma, le exigió a todos los representantes y funcionarios del cuerpo diplomático que se alineen o renuncien a sus cargos.
“Quienes no se encuentren en condiciones de asumir los desafíos que depara el rumbo adoptado en defensa de las ideas de la libertad, deberán dar un paso al costado”, rezaba el texto rubricado por el economista anarcocapitalista, en el que ponía énfasis en la “nueva doctrina” que la Casa Rosada anunció en marzo, pero que se presentó con bombos y platillos en septiembre, durante el discurso de Milei ante la Asamblea General de la ONU.
Semanas más tarde, todo derivó en la oficialización de la “purga” y en una diatriba frontal contra lo que muchos al interior de la Casa Rosada comenzaron a llamar la “casta diplomática”. “Viven una vida parasitaria y creen que 200 tipos pueden manejarles la vida a 8.000 millones y me parece una locura”, llegó a sostener el Presidente, durante la entrevista que le concedió a su pareja, Amalia “Yuyito” González. “Son traidores a la patria. Estamos viendo la forma de echarlos y hacerlos pagar. La política exterior la fija el Presidente, si querés hacer lo que te parece, tenés que ganar las elecciones”, remarcó.
Lo cierto es que, más allá de la cintura política para moverse en el G20, el frente interno del Palacio San Martín no deja de ser un dolor de cabeza para Milei. En el mundo diplomático continúa el malestar por el impuesto a las Ganancias. Y ese conflicto se le suma otro, todavía latente: el que puede comenzar a partir del recorte que planea Milei del gastos de traslado de los diplomáticos, algo que afectaría directamente a quienes se desempeñan en embajadas. La calma está lejos de reinar.
PL/JJD
0