LA VUELTA AL MUNDO 2022 EN 5 DÍAS, 5 CONTINENTES Y 25 CLAVES. — Balance, entrega quinta y final

Muchachas, ahora nos volvimos a ilusionar

1 de enero de 2023 12:13 h

0

Apenas llegadas las izquierdas al poder, se hicieron sentir las dificultades, y se impusieron las certezas sobre las distancias que las separan de las ambiciones anunciadas. Las grandes esperanzas, ¿se volverán ilusiones perdidas? En Latinoamérica, en Sudamérica en especial, ¿cómo entender este nuevo período sin clasificarlo de inmediato cómo 'nueva oleada rosa´? ¿Qué retiene, si es el caso de que algo determinante retenga, de aquella periclitada de los años 2000, que el 'chavismo con Chávez' había desencadenado en 1998? Porque esta rompiente rosada con que terminó 2022 tsunami no es.Tantos Poderes Ejecutivos ahora políticamente más cercanos, ¿podrán relanzar en conjunto dinámicas regionales que permitan que Sudamérica gravite más, con peso propio, sobre la escena internacional?

1. Colombia, 200 años de soledad, 1 año de gobierno popular

“Colombia, después de doscientos catorce años tenemos un gobierno del pueblo, un gobierno popular, el gobierno de los nadies y las nadies de Colombia”, proclamaba el 7 de agosto en la plaza Bolívar la activista ambientalista y afrodescendiente Francia Márquez al asumir en Bogotá como vice del ex guerrillero Gustavo Petro que acababa de jurar como presidente colombiano con mandato hasta 2026.

En este año, el proyecto de 'Paz Total' del gobierno del histórico Pacto Histórico de las izquierdas que preside Petro ha dado frutos. Parece encaminado el desarme militar y la integración política de la última guerrilla activa en Colombia, la guevarista del Ejército de Liberación Nacional (ELN), está dando buenos frutos.

2. Chile, un año de deshidratación de la izquierda

“Chilenas y chilenos, esta noche les hablo por primera vez como presidente de todos y todas que habitan este país que amamos tanto, que ha sufrido tanto, y que nos ha dado tantas alegrías”, proclamó Gabriel Boric el 11 de marzo, en su primer discurso después de asumir la presidencia y de sustituir al centroderechista Sebastián Piñera en el santiaguino Palacio de la Moneda. “Gabriel, querido, el pueblo está contigo”, respondía el coro multitudinario que abajo miraba al ex dirigente estudiantil desde el nivel del mar.

Desde entonces, el gobierno de izquierda conoció un gran fracaso. El 4 de septiembre, el 62% del electorado chileno repudió un proyecto de Constitución que buscaba sustituir a la de 1980 que hoy sigue vigente. Esta Constitución chilena actualmente imperante fue redactada por especialistas designados durante la dictadura militar por el capitán general Augusto Pinochet, que el 11 de septiembre de 1973 derrocó el gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende, que había sido elegido presidente un 4 de septiembre, pero de 1970.

3. Brasil, una esperanza está en marcha

“Desde el fondo de mi corazón, gracias a Dios, y gracias al pueblo brasileño, por las victorias que me dieron”, fueron las primeras palabras de Luiz Inácio Lula da Silva en su primer mensaje a Brasil y al mundo el último domingo de octubre después de vencer en el tercer balotaje presidencial consecutivo de las sietes elecciones presidenciales en las que en el curso de su vida política postuló como candidato del Partido de los Trabajadores (PT). “Lulá, Lulá”, gritaba la multitud fervorosa y partidaria. Ese 30 de octubre había vencido, por el estrecho margen del 1,8 % de los votos, al derechista Jair Messias Bolsonaro, que aspiraba en vano a una reelección de su mandato.

En un signo de la precaución que el PT en el gobierno debería hacer suya para guiar sus políticas, Lula, por primera vez, leía su mensaje. También por primera vez, Arthur Lira, presidente de la Cámara de Diputados, líder del Centrón (la mayoría derechista en el Congreso), hasta ese 30 de octubre aliado de Bolsonaro, también por primera vez leyó un mensaje público, y fue aquel con que reconoció la victoria del PT y felicitó al entonces presidente electo que asumió este 1° de enero.

4. EEUU demócrata, de la reforma social interna a la guerra internacional

En noviembre de 2020, el candidato demócrata Joe Biden había vencido en las elecciones presidenciales a un derechista populista que desde la Casa Blanca buscaba su segundo mandato, el candidato republicano Donald Trump.

El primer año de su presidencia consumió Biden en la promoción, en su congreso, de un gasto social de magnitudes tales que hacía que tal legislación jamás lograra ser sancionada sin recortes tan importantes como para reducir los miles de millones de dólares de cada iniciativa en una mitad, o en más. En los caso de prosperar el propósito, y de que un ley fuera sancionada. En los casos clave, también las alas moderadas del oficialista partido Demócrata dejaron ver a través de sus representantes en el Congreso su escepticismo, y su oposición, al progresismo o al dispendio presidencial impulsado desde la Casa Blanca.

En 2022, a partir del 24 de febrero en que su par Vladimir Putin ordenara desde el Kremlin que las FFAA rusas iniciaran en suelo ucraniano unas operaciones militares especiales que el primer día de 2023 aún continuaban, el inqulino de la Casa Blanca se convirtió en un 'presidente de guerra', para lograr apoyos bipartisanos. Cuando se trata de gastar en armamentos, el apoyo se ve reiterado en el Congreso con cada nuevo gasto, y suele ser casi total.

En la segunda semana de noviembre, Biden y los demócratas sobrevivieron, por un margen nuevamente angosto, a las elecciones legislativas de renovación de medio término que prometían infligirle una derrota avasalladora y paralizadora.

Acaso sea Lula el presidente latinoamaricano con el que Biden pueda entenderse mejor, en términos personales. Son como la esfera y la cruz: los dos son católicos, los dos son íntimamente estatistas. Y cargan con el mismo peso, arrastran la gravosa cruz de un Congreso opositor de cuya benevolencia, escasamente espontáneas, generalmente efímera, y jamás desinteresada, dependerán sus oportunidades ocasionales de hacer avanzar iniciativas que no sean ya las de esa mayoría legislativa ajena. 

5. Perú es Lima, y Lima es un café concert

En las últimas elecciones peruanas, ninguna candidatura superó en mucho el 10% de los votos en primera vuelta. En el balotaje, rivalizaron Pedro Castillo y Keiko Fujimori, que hizo campaña llamando 'comunista' a su opositor. El candidato desconocido, del que CNN no tenía una fotografía, y dejaba su nombre sin ilustrar con una imagen de la persona. superó por un margen mínimo a la hija de Alberto Fujimori en la tercera elección presidencial en que ella era derrotada. Keiko jamás reconoció el triunfo de un provinciano, campesino, sin educación y modales, sin fortuna, sin vis administrativa, izquierdista. Siempre conservó el reclamo y la incriminación más o menos velada de fraude.

Sin embargo, no ha ocurrido lo que se esperaba entonces. Keiko no se convirtió en la líder de la oposición militante, influyendo en el Congreso. Tal vez sea por la irrelevancia que la astuta lideresa ha avertido que es la suerte actual del Ejecutivo peruano, como institución.

Un hecho previsto desde la asunción de Castillo en las Fiestas Patrias de 2021, en la efemérides del Bicentenario de la Independencia de la República del Perú, fue la destitución del presidente. Ese 18 de julio era el primero de los últimos días. La cuenta regresiva llegó a su fin el miércoles 7 de diciembre.

En tres tumultuosas horas, Castillo anunció en vano la convocatoria a elecciones y la disolución del Congreso, fue destituido por el Congreso, arrestado por la Policía, y sustituido en el Ejecutivo por la primera mujer que será presidenta del Perú, y que no es ni Keiko Fujimori ni Lourdes Flores, dos anterioes postulantes mujeres a la primera magistratura, sino Dina Boluarte, la vice del izquierdista Perú Libre (PL, el partido oficialista), de nombre desconocido fuera de las fronteras nacionales. Esta presidenta accidental es promisoria. Ya ha dado signos de convertirse en esa Keiko eficaz que anhelaba la derecha limeña.

AGB