Nabila Saleh, monja de la iglesia asediada en Gaza: “Estamos rodeados por los tanques, sin electricidad ni agua”

Mariangela Paone

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La Iglesia de la Sagrada Familia era uno de los últimos lugares considerados relativamente seguros en medio de las ruinas de Gaza. Mientras la ciudad se vaciaba y los bombardeos constantes sembraban la destrucción en la ciudad, las más de 600 personas que habían encontrado refugio en el complejo parroquial se sentían protegidas. Hasta el pasado sábado cuando, hacia el mediodía, un francotirador del Ejército israelí mató a dos mujeres en el interior del recinto. Otras siete personas resultaron heridas de bala. “El sábado fue un día muy duro porque los francotiradores estaban en un edificio detrás de nosotros y mataron a las dos ante nuestros ojos”, cuenta a ElDiario.es sor Nabila Saleh, desde el interior de la iglesia, en un momento en el que consigue mandar unos mensajes de voz por WhatsApp, tras intentar sin éxito reanudar la conexión de una llamada telefónica.

Las dos mujeres se llamaban Nahida y Samar, y eran madre e hija. “Estamos todos en los locales de la Iglesia, en el salón parroquial y en la escuela que está también en el complejo. Los baños están fuera. El sábado Nahida salió para ir al servicio y le dispararon. Gritamos que no saliera pero Samar pensó que su madre se había caído, salió hacia ella y le dispararon en la cabeza. Conseguimos recoger el cuerpo de la madre y luego el de la hija estuvo allí hasta la tarde, hasta que pudimos recuperarlo. Fue un día muy difícil”, recuerda la monja, confirmando la reconstrucción del ataque que el Patriarcado Latino de Jerusalén hizo en un duro comunicado difundido el mismo sábado.

El Patriarcado denunció “que no hubo advertencia ni notificación” y que a las dos mujeres “les dispararon a sangre fría dentro del recinto de la parroquia, donde no hay beligerantes”. “Conocíamos bien a las dos porque Nahida antes de la guerra solía venir todos los domingos y Samar formaba parte de un grupo de oración y trabajaba como cocinera aquí”, dice la religiosa.

Horas antes, un tanque israelí había lanzado tres proyectiles que habían impactado contra el convento de las Hermanas de la Madre Teresa (Misioneras de la Caridad), también parte del complejo parroquial y donde había 54 personas discapacitadas y necesitadas de cuidados. Como resultado del ataque, el generador del edificio, la única fuente de electricidad del complejo, y las reservas de combustible quedaron destruidos. El Patriarcado informó que también fueron dañados los paneles solares y las cisternas de agua, indispensables para la supervivencia de la comunidad.

“Hay en este momento 635 personas aquí encerradas desde hace más de 70 días. Vivimos en una situación difícil porque los tanques del ejército rodean la iglesia. No tenemos electricidad, no tenemos combustible para los generadores y no tenemos agua. No tenemos suficiente comida y no sabemos cuánto durará esta maldita guerra. Las personas discapacitadas que estaban en la residencia del convento están ahora todas en la entrada, en dos habitaciones pequeñas. Desde el sábado nos han dicho además que solo podemos movernos fuera hasta las cuatro de la tarde”, relata la religiosa egipcia, de 45 años.

Cuando el Ejército israelí anunció que iba a entrar en la ciudad de Gaza, ella ya había decidido que se quedaría, pasara lo que pasara. “He decidido quedarme con la gente y compartir con ellos sus sufrimientos, así como viví con ellos los buenos tiempos. Comparto todo con ellos y trato de hacer lo que puedo para ayudarles mientras permanezco en la fe y la esperanza en Dios”, dice. Entre las cientos de personas alojadas, prácticamente casi todos los miembros de la comunidad cristiana de la Franja, muchos son niños: “Intentamos sobrellevar todo por ellos”.

Niños como los que estudiaban en la Escuela de las Hermanas del Rosario de Gaza, en el barrio de Tal Al Hawa, que sor Nabila presidía. Con más de 1.250 alumnos, en su mayoría musulmanes, era la escuela privada más grande de Gaza. A principio de noviembre sufrió daños muy graves a causa de los bombardeos. El centro ya había vivido en otras ocasiones los efectos de las cuatro guerras que se han sucedido desde su inauguración. La última vez que tuvieron que aplazar el comienzo del curso escolar por reconstruir los destrozos causados por el conflicto fue en mayo de 2021. Esta vez es distinto. El instituto estaba ya cerrado, pero igualmente muchos de sus alumnos ya no están. “Sé que muchos niños de nuestra escuela y sus familias han muerto. Sufro mucho porque les conozco a todos y cada uno de ellos”, dice sor Nabila. Es el único momento en el que su voz en los mensajes se quiebra. De los más de 19.600 muertos en Gaza desde el comienzo de la ofensiva israelí, 8.000 son niños.

El ataque a la Iglesia de la Sagrada Familia fue condenado este domingo por el Papa Francisco. “Continúo recibiendo noticias muy graves y dolorosas de Gaza. Civiles inermes son objeto de bombardeos y disparos. Y esto sucedió, incluso, dentro de un complejo parroquial donde no hay terroristas sino familias, niños, personas enfermas y con discapacidades”, afirmó el Pontífice, tras el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, en el día de su 87 cumpleaños. Sor Nabila ha sido la que ha contestado en las últimas semanas a las llamadas que el Pontífice hace a diario a la Iglesia: “El Santo Padre nos llama todos los días y nos da ánimo. Dice que está haciendo todo lo posible por la paz y nos bendice”.

Antes de que la guerra estallara, la religiosa estaba estudiando un máster de Gestión de Recursos Humanos en la Universidad palestina de la Franja. “Claro que me gustaría seguir pero ahora todas las universidades están destruidas”, dice. “Para nuestra escuela siempre tengo esperanza. No sabemos qué pasará después de esta guerra, pero repararemos la escuela de nuevo para el futuro de los niños de Gaza y para todos los que trabajaban con nosotros. Esperamos poder hacerlo. Esta es mi esperanza”.

A los gobiernos del mundo sor Nabila pide “que trabajen por la justicia y los derechos humanos por el bien de todos y no solo de un país o por su propio bien. Hablan de derechos humanos pero en esta maldita guerra los derechos humanos no los hemos visto”. Luego los mensajes empiezan a llegar más despacio: “Ahora están bombardeando y tenemos miedo. No podemos movernos”.