Benjamin Netanyahu recibe el 2021 con una certeza: no importa lo que pase en el mundo, él quiere seguir al frente de Israel. Con la coalición de gobierno rota y el anuncio de unas nuevas elecciones –las cuartas en apenas dos años–, el primer ministro israelí se juega una vez más su futuro político y judicial, con promesas de (otro) giro a la derecha y vacunas para todos.
Las elecciones
El lunes, el Parlamento (Knéset) se disolvió tras la falta de acuerdo para el presupuesto de 2021. Así se activó formalmente la convocatoria a unos nuevos comicios, posiblemente a mediados de marzo. El episodio marcó el quiebre de la coalición de gobierno entre Likud, el partido de Netanyahu, y la fuerza Azul y Blanco, liderada por Benny Gantz.
La ruptura entre Netanyahu y el centrista Gantz estaba anunciada desde hace varias semanas. Gantz, que había prometido durante las tres campañas electorales que no iba a formar gobierno con Netanhayu, terminó cediendo bajo un acuerdo que aseguraba que a los 18 meses iba a ser él quien asuma el cargo de Primer Ministro. “Gantz fue muy iluso. Subestimó a Netanyahu o realmente pensó que podía llegar a compartir el poder con él. Pero un animal político no comparte el poder. Lo que hizo Netanyahu con Gantz lo viene haciendo desde que llegó al cargo. Arma coaliciones cuando las necesita y las desarma cuando ya no. A la larga, siempre se termina tragando a sus socios de coalición”, cuenta Ezequiel Kopel, autor del libro “Medio Oriente, lugar común” (Capital Intelectual, 2020).
Netanyahu se negaba a aprobar los presupuestos. El acuerdo de coalición estipulaba que si el gobierno colapsa con un presupuesto ya aprobado, le correspondía a Gantz asumir como Primer Ministro interino. Bibi prefirió no tomar riesgos. También estaba frustrado por la negativa de su socio de coalición para introducir reformas judiciales que le permitan aplazar los juicios que enfrenta por corrupción, en los que se lo acusa, entre otras cosas, de sobornar a una empresa de medios para obtener cobertura favorable y de aceptar regalos de empresarios millonarios a cambio de favores políticos.
El juicio comenzó en mayo de este año pero es en febrero próximo donde Netanyahu deberá presentarse en persona por primera vez, una imagen que cotizará en la campaña electoral. Si no reelige como Primer Ministro, puede terminar preso debido a la pruebas en su contra.
La salida es por derecha
Gantz está seriamente cuestionado en Azul y Blanco, una plataforma que se dividió con el acuerdo de coalición. Según las encuestas, podría quedarse fuera del Parlamento. Con Gantz y el bloque del centro erosionado, Netanyahu mira hacia su derecha.
“La amenaza ya no viene del centro. El bloque del centro está fracturado y los votantes ya no confían en Gantz. Lo más probable es que el nuevo gobierno sea formado por partidos de derecha y extrema derecha. La gran pregunta es quién va a encabezar ese bloque. Si va a ser Netanyahu o habrá movimientos”, explicó Kopel.
El último movimiento dentro de la derecha israelí fue la salida de Likud de Gideon Saar, exministro de Interior y Educación, quien anunció la creación de una nueva fuerza. “El partido se convirtió en un culto unipersonal. Netanyahu ya no puede darle a Israel la unidad y estabilidad que necesita. Lo más importante en este momento es reemplazar a Netanyahu”, dijo Saar. Con una intención de voto del 10% y en ascenso, es la nueva estrella de la derecha israelí no religiosa. Para Kopel, salvo que el bloque de derecha secular supere las expectativas electorales, va a ser difícil que pueda formar gobierno sin el apoyo de partidos religiosos. Una de las claves del éxito de Netanyahu en los últimos años fue posicionarse como un gran armonizador del bloque de derecha, apoyando el surgimiento de fuerzas extremistas para luego integrarlas en su coalición.
Netanyahu tiene dos activos principales de cara a la campaña. El primero es el plan de vacunación: Israel comenzó a aplicar las dosis la semana pasada y el objetivo, uno de los más ambiciosos del mundo, es inmunizar a la mitad de la población adulta para abril. El plan busca contrarrestar la percepción negativa que tuvo el manejo de la pandemia por parte del gobierno que este jueves anunció un tercer confinamiento general. La gestión de la pandemia junto a las acusaciones judiciales son los puntos más débiles que tiene Netanyahu en su lucha para mantenerse en el poder.
El segundo activo se ubica en la política internacional. Israel consiguió en unos pocos meses el reconocimiento de cuatro países del mundo árabe: Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y Sudán. La clave del triunfo, para Netanyahu, es que no tuvo que ceder –ni prometer– un ápice de tierra para Palestina, lo que antes había sido una línea roja para los países árabes (“no hay reconocimiento sin dos estados”). Hace poco el gobierno se encargó de filtrar a la prensa un viaje secreto de Netanyahu a Arabia Saudita para encontrarse con el príncipe heredero Mohamed Bin Salman. Su padre, el rey Salmán, es uno de los últimos creyentes en la causa palestina y por esa razón no se ha plegado al desfile del reconocimiento.
La campaña electoral incidirá en las relaciones entre el presidente electo Joe Biden y su par israelí. Trump había establecido una relación única con Netanyahu. “Es el mejor amigo que Israel nunca ha tenido en la Casa Blanca”, dijo Bibi sobre Trump hace unos meses. Y no exageraba: en apenas cuatro años Estados Unidos presentó un “plan de paz” para el conflicto palestino-israelí que reconocía la soberanía de Israel en los asentamientos colonos en Cisjordania y en el Valle de Jordán, lo que equivale al 40% del territorio palestino. También reconoció a Jerusalén como la capital del Estado hebreo, apoyó la anexión de los Altos del Golán y, quizás más importante, se retiró del acuerdo nuclear con Irán y aplicó una batería de sanciones que la quebraron económicamente.
Bibi empieza a mostrar señales de nostalgia afectiva en el lugar más indicado para hacerlo: las redes sociales. Esta semana cambió la foto de portada de su cuenta de Twitter para aparecer de vuelta con Trump, al que había desechado cuando se confirmó la victoria de Biden. La principal preocupación de Netanyahu es que la nueva administración demócrata vuelva a involucrarse en el acuerdo nuclear con Irán, algo que no sólo ya anunció sino que fue recibido de manera positiva por Teherán y el resto de los firmantes europeos. Esa preocupación, suponen analistas israelíes y estadounidenses, puede traducirse en una performance de campaña, en la que Netanyahu se venda como el único que puede ponerle un freno a los planes del nuevo gobierno estadounidense, que serían, según su narrativa, una amenaza a la seguridad de Israel.
Al menos que surja una alternativa con fuerza en la derecha israelí, Bibí confirmará su título de mago. Siempre tiene un último truco.