Puertas afuera, el calor abrasador no parece desanimar a los miles de turistas que, a pleno sol, comparten largas filas para ingresar al Vaticano. A unos pocos metros, en Santa Marta, su abultada agenda se cumple paso a paso. Algún que otro movimiento parece anunciar que está por llegar. Francisco, su Santidad, el Papa argentino, uno de los líderes que hoy marca la agenda social y política del mundo, viene caminando con una sonrisa radiante.
Se lo nota recuperado. Consciente de todas las transformaciones instrumentadas durante sus nueve años de papado y con una mirada a largo plazo acerca del futuro de la humanidad, de la fe y de la necesidad de respuestas nuevas.
El Papa Francisco hizo un balance de los nueve años que lleva de papado desde que el 13 de marzo de 2013 fue elegido y anunciado como nuevo Pontífice en el balcón central de San Pedro, casi una década en la que impulsó reformas en la Curia que él mismo atribuyó a “ideas de todo el Colegio Cardenalicio” y en la que desplegó principios filosóficos no muy extendidos en Europa, como la revalorización de la “periferia” o la distinción entre “populismo” y “popularismo”.
“Las cosas que hice no las inventé ni las soñé después de una noche de indigestión. Recogí todo lo que los cardenales habíamos dicho, en las reuniones pre-cónclave, que debía hacer el próximo Papa”, dijo en una entrevista exclusiva con Télam sobre los cambios que promovió en la Iglesia, para luego abordar desde la filosofía la relación entre centro y periferia.
“Si querés saber lo que siente un pueblo, andá a la periferia, a las periferias existenciales, no sólo las sociales”, resumió.
El año que viene se cumplen 10 años de su designación en el Vaticano, por lo que Francisco hizo un balance: “Lo que puse en marcha fue lo que se pidió. No creo que haya habido nada original mío, sino poner en marcha lo que se pidió entre todos. Por ejemplo, en la parte de Reforma de la Curia terminó con la nueva Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, que después de 8 años y medio de trabajo y consulta se logró poner lo que habían pedido los cardenales, cambios que ya se iban poniendo en práctica. Hoy día hay una experiencia de tipo misionero. Praedicate Evangelium, es decir, ”sean misioneros“. Prediquen la palabra de Dios. O sea, que lo esencial es salir. Curioso: en esas reuniones hubo un cardenal que dijo que en el texto del Apocalipsis Jesús dice: ”estoy en la puerta y llamo. Si alguno me abre, entraré“. Él entonces dijo ”Jesús sigue golpeando, pero para que lo dejemos salir, porque lo tenemos aprisionado“. Eso es lo que se pidió en esas reuniones de cardenales. Y cuando fui elegido, lo puse en marcha. A los pocos meses, se hicieron consultas hasta que se armó la nueva Constitución. Y mientras tanto se iban haciendo los cambios. O sea, no son ideas mías. Eso que quede claro. Son ideas de todo el Colegio Cardenalicio que pidió eso”.
El papa asegura que “la Iglesia latinoamericana tiene una historia de cercanía al pueblo muy grande. Si tomamos las conferencias episcopales -la primera en Medellín, después Puebla, Santo Domingo y Aparecida- siempre fue en diálogo con el pueblo de Dios. Y eso ayudó mucho. Es una Iglesia popular, en el sentido real de la palabra. Es una Iglesia del pueblo de Dios, que se desnaturalizó cuando el pueblo no podía expresarse y terminó siendo una Iglesia de capataces de estancia, con los agentes pastorales que mandaban”.
“El pueblo se fue expresando cada vez más en lo religioso y terminó siendo protagonista de su historia. Hay un filósofo argentino, Rodolfo Kusch, que es el que mejor captó lo que es un pueblo. Como sé que me van a escuchar, recomiendo la lectura de Kusch. Es uno de los grandes cerebros argentinos Tiene libros sobre la filosofía del pueblo. En parte, esto es lo que vivió la iglesia latinoamericana, aunque tuvo conatos de ideologización, como el instrumento de análisis marxista de la realidad para la Teología de la Liberación. Fue una instrumentalización ideológica, un camino de liberación -digamos así- de la iglesia popular latinoamericana. Pero una cosa son los pueblos y otra son los populismos”, agregó.
“La periferia nos hace entender el centro. Podrán estar de acuerdo o no, pero si vos querés saber lo que siente un pueblo, andá a la periferia. Las periferias existenciales, no sólo las sociales. Andá a los viejos jubilados, a los chicos, andá a los barrios, andá a las fábricas, a las universidades, andá donde se juega el día a día. Y ahí se muestra el pueblo. Los lugares donde el pueblo se puede expresar con mayor libertad. Para mí esto es clave. Una política desde el pueblo que no es populismo. Respetar los valores del pueblo, respetar el ritmo y la riqueza de un pueblo”, continuó.
La pandemia y su rol
El Papa Francisco tuvo, sin dudas, un rol fundamental en la pandemia por el coronavirus. “En algunos sectores se ha crecido, pero en general no me gusta porque se ha vuelto selectivo. Fijate, el solo hecho de que África no tenga las vacunas o tenga las mínimas dosis quiere decir que la salvación de la enfermedad también fue dosificada por otros intereses. Que África esté tan necesitada de vacunas indica que algo no funcionó. Cuando digo que nunca se sale igual, es porque la crisis necesariamente te cambia. Más aún, las crisis son momentos de la vida donde uno da un paso adelante. Está la crisis de la adolescencia, la de la mayoría de edad, la de los 40. La vida te va marcando etapas con las crisis. Porque la crisis te pone en movimiento, te hace bailar. Y uno tiene que saber asumirlas, porque si no lo hacés las transformás en conflicto. Y el conflicto es algo cerrado, busca la solución dentro de sí y se destruye a sí mismo. En cambio, la crisis es necesariamente abierta, te hace crecer. Una de las cosas más serias en la vida es saber vivir una crisis, no con amargura. Bueno, ¿cómo vivimos la crisis? Cada uno lo hizo como pudo”, resumió.
Y se refirió a los “héroes” de la pandemia: “Puedo hablar de lo que acá tenía más cerca: los médicos, enfermeros, enfermeras, curas, monjas, laicos, laicas que realmente dieron la vida. Algunos murieron. Creo que en Italia murieron más de sesenta. Dar la vida por los demás es una de las cosas que apareció en esta crisis. Los curas también se portaron bien, en general, porque las iglesias estaban cerradas, pero llamaban por teléfono a la gente. Hubo curas jóvenes que les preguntaban a los viejitos qué necesitaban del mercado y les hacían las compras. O sea, las crisis te obligan a solidarizarte porque todos están en crisis. Y de ahí se crece”.
La crisis y la naturaleza
“De la crisis no se sale solo”, dijo Francisco. “Se sale arriesgando y tomando la mano del otro. Si no lo hacés, no podés salir. Entonces, ahí está lo social de la crisis. Esta es una crisis de civilización. Y ocurre que la naturaleza también está en crisis. Recuerdo que hace unos años recibí a varios jefes de gobierno y de Estado de los países de la Polinesia. Y uno de ellos decía: 'Nuestro país está pensando en comprar tierras en Samoa, porque dentro de 25 años quizás no existamos porque está creciendo mucho el mar'. No nos damos cuenta, pero hay un dicho español que nos tiene que hacer pensar. Quédense tranquilos que Dios perdona siempre y nosotros, los hombres, perdonamos de vez en cuando, pero la naturaleza no perdona nunca. Se la cobra. Vos usás la naturaleza y se te viene encima. Un mundo recalentado también nos saca de la construcción de una sociedad justa, fraterna. Está la crisis, la pandemia y el covid famoso”.
Francisco no deja de sorprenderse de la mutación del virus y la crisis que esto conlleva. “Es curiosísimo lo de la mutación de los virus, porque estamos ante una crisis viral, pero también una crisis mundial. Una crisis mundial en nuestra relación con el universo. No vivimos en armonía con la creación, con el universo. Y lo abofeteamos a cada rato. Usamos mal nuestras fuerzas. Hay gente que no se imagina el peligro que hoy vive la humanidad con este recalentamiento y manoseo de la naturaleza”.
Y contó una experiencia personal: “en 2007 estaba en el equipo de redacción del Documento de Aparecida (por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, llamada Conferencia de Aparecida por la ciudad brasileña en que se realizó, en 2007) y entonces llegaban las propuestas de los brasileños hablando del cuidado de la naturaleza. 'Pero estos brasileños, ¿qué tienen en la cabeza?', me preguntaba en aquel momento, no entendía nada de esto. Pero me fui despertando de a poco y ahí me vino la inquietud de escribir algo. Con los años, cuando viajé a Estrasburgo el (entonces) presidente (de Francia) François Hollande mandó a recibirme a su ministra de Medio Ambiente, quien en aquel momento era Ségolène Royale. En un momento me preguntó: '¿Es verdad que usted está escribiendo algo sobre el ambiente?'. Cuando le dije que sí, me pidió: 'Por favor, publíquelo antes de la Conferencia de París'. Entonces, me volví a reunir con los científicos que me dieron un borrador, después me junté con los teólogos, que me entregaron otro borrador, y así salió el 'Laudato si'. Fue una exigencia para crear la consciencia de que estamos abofeteando a la naturaleza. Y la naturaleza se la va a cobrar. Se la está cobrando”.
“No podés pensar a la persona humana sin la naturaleza y no podés pensar a la naturaleza sin la persona humana. Es como aquel pasaje del Génesis: 'Crezcan, multiplíquense y dominen la Tierra'. Dominar es entrar en armonía con la Tierra para hacerla fructificar. Y nosotros tenemos esa vocación. Hay una expresión de los aborígenes del Amazonas que me encanta: 'el vivir bien'. Ellos tienen esa filosofía del vivir bien, que no tiene nada que ver con nuestro porteño 'pasarla bien' ni con la 'dolce vita' italiana. Para ellos se trata de vivir en armonía con la naturaleza. Acá hace falta una opción interior de las personas y los países. Una conversión, diríamos. Cuando me decían que 'Laudato si' era una linda encíclica ambiental, les contestaba que no, que se trataba de 'una encíclica social'. Porque no podemos separar lo social de lo ambiental. La vida de los hombres y las mujeres se desarrolla dentro de un ambiente”, sumó.
Y citó “un dicho español”: “espero que no sea demasiado guarango, que dice 'el que escupe al cielo, en la cara se le cae'. El maltrato a la naturaleza es un poco esto. La naturaleza se la cobra. Repito: la naturaleza no perdona nunca, pero no porque sea vengativa, sino porque ponemos en marcha procesos de degeneración que no están en armonía con nuestro ser”.
Los jóvenes y la política
Francisco sostiene que hay un “descompromiso político de los jóvenes”. ¿Por qué no se comprometen en política, por qué no se la juegan? “Porque están como desanimados. Han visto -no digo todos, por Dios- situaciones de arreglos mafiosos y de corrupción. Cuando los jóvenes de un país ven, como se dice, que 'se vende hasta a la madre' con tal de hacer un negocio, entonces baja la cultura política. Y por eso no quieren meterse en política. Y sin embargo los necesitamos porque son ellos los que tienen que plantear la salvación a las políticas universales. ¿Y por qué la salvación? Porque si no cambiamos de actitud con el ambiente, nos vamos todos al pozo. En diciembre tuvimos un encuentro científico-teológico sobre esta situación ambiental. Y recuerdo que el jefe de la Academia de Ciencia de Italia dijo: 'si esto no cambia, mi nieta que nació ayer va a tener que vivir dentro de 30 años en un mundo inhabitable'. Por eso le digo a los jóvenes que no es solo la protesta, también deben buscar la manera de hacerse cargo de los procesos que nos ayuden a sobrevivir”.
Por Bernarda Llorente, agencia Télam.
Podés leer la entrevista completa acá.