El sol vuelve a caer con fuerza sobre los tejados de zinc de París este verano. Después de una estación estival particularmente cálida en 2022, las autoridades prevén que en los próximos meses el mercurio bata nuevos récords históricos. Las temperaturas medias de la capital francesa aumentaron casi el doble que el promedio mundial (2,3 °C desde el inicio de la era industrial) y el número de días de más de 30 °C crece cada año, al igual que el de noches tropicales.
Por su alta densidad de población, su arquitectura y su diseño urbano, París está particularmente mal adaptada para hacer frente al calor extremo. En marzo, un estudio publicado en The Lancet Planetary Health la señalaba como la ciudad europea donde el riesgo de mortalidad durante las olas de calor es mayor. En Francia, ciudadanos y autoridades tienen en cuenta el precedente de 2003 en el que la estación cálida se cerró con 15.000 fallecimientos por encima de la media habitual.
Una de las principales amenazas que se ciernen sobre París es el llamado efecto 'isla de calor', que hace que en paisajes urbanos el termómetro pueda aumentar 10 °C adicionales cuando se encadenan varias jornadas consecutivas de altas temperaturas. Entre sus causas se encuentran la falta de viento, bloqueado por los edificios; la falta de vegetación, cuya evapotranspiración es necesaria para refrescar el aire; la concentración de calor en el pavimento y el consumo energético de un gran número de habitantes.
En zonas como el distrito central de negocios de la capital francesa, que se extiende desde el barrio de la Ópera Garnier hasta el del Arco del Triunfo, el fenómeno ya es claramente perceptible y la sensación térmica es notablemente superior a otras partes de la ciudad.
Poco después de su reelección en la alcaldía en la primavera de 2020, Anne Hidalgo anunció una profunda revisión del Plan Local de Ordenación Urbana (PLU), la normativa que rige la construcción y el urbanismo. Si el actual PLU –que data de 2006– se centró en la construcción de nuevas viviendas para democratizar la residencia en la capital, en el nuevo documento la transformación ambiental es la clave. La voluntad de proporcionar viviendas accesibles a los parisinos sigue presente –aspira a lograr que el 40% de las viviendas sean públicas en 2035–, pero esta vez la prioridad es otra.
Desde la alcaldía explican que el nuevo plan es el primer PLU “biodinámico” redactado por una gran ciudad. El documento de 3.000 páginas debe ser la referencia para la concesión de licencias urbanísticas en las próximas décadas, con vistas en el horizonte 2035-2040. Fruto de tres años de debates y negociaciones, culminó en un acuerdo entre las tres fuerzas de la coalición que gobierna el Ayuntamiento –socialistas, ecologistas y comunistas–.
“El objetivo de enfriar el ambiente exige actuar a distintos niveles: por un lado, desplegando medidas para frenar este fenómeno inherente a la urbanización, por otro, con iniciativas para adaptarse, tanto con la creación de nuevos espacios públicos como en las construcciones ya existentes”, explica Julie Roussel, responsable de adaptación al cambio climático del Ayuntamiento de París, en una nota informativa publicada este año.
“Vegetalizar” París
La piedra angular del plan es la ampliación de los espacios verdes y la “vegetalización” de las zonas urbanas. La corporación municipal prometió 300 nuevas hectáreas de parques y jardines para las próximas dos décadas. Un objetivo ambicioso si se tiene en cuenta que entre 2014 y 2020 solo se crearon 30 hectáreas. Por ahora están proyectadas 70 más, principalmente en el límite norte y este de la ciudad (en las zonas de la Villette y de Bercy).
Pero además el Ayuntamiento quiere aprovechar todos los espacios posibles, apostando por la reconversión de antiguos aparcamientos, bloques de oficinas y edificios industriales. Es el caso del Jardin Truillot, a medio camino entre la plaza de la República y la de Bastilla, que vio la luz en 2018 en la ubicación de un antiguo aparcamiento y talleres.
Le jardin Truillot a été aménagé dans le 11e depuis l’arrivée d’Anne Hidalgo à la mairie de Paris. Avant il y avait un garage automobile à la place. pic.twitter.com/D3uVscPiqP
— Jérôme Meyer (@Jerome_A_Meyer) April 15, 2021
Con el nuevo reglamento urbano, todos los proyectos de construcción o renovación que se lleven a cabo en parcelas de más de 150 metros cuadrados deben tener un porcentaje mínimo de zonas verdes –en los de más de 5.000 metros cuadrados será de, al menos, el 65% de la superficie total–. También se plantarán árboles y césped –cuando esto sea posible– en patios, azoteas, colegios y fachadas (como ya ocurre en el muro vegetal de Aboukir).
Mur végétal rue d'Aboukir #végétalisation #Sentier pic.twitter.com/qf30K11Upx
— Paris en vert (@paris_vert) November 14, 2020
170.000 árboles
En este plan para “vegetalizar” París, los árboles de la ciudad y sus dos bosques (Vincennes y Boulogne) reciben una atención especial. El Ayuntamiento anunció que se plantaron 25.000 árboles entre noviembre de 2022 y marzo de 2023, que se sumaron a los 38.500 plantados desde 2020. Lejos aún del objetivo de ver crecer 170.000 árboles en 2026, para el final del segundo mandato de Anne Hidalgo.
De momento la gran mayoría se plantaron en los terraplenes de la carretera de circunvalación (Boulevard Périphérique) y en los dos grandes bosques. Además, el Ayuntamiento no abandona su idea de crear “bosques urbanos”, una promesa electoral de la alcaldesa. Inicialmente Anne Hidalgo anunció su intención de construir tres: junto a la Ópera Garnier, detrás de la Gare de Lyon y en la plaza frente al Ayuntamiento, pero los dos primeros se han descartado por razones técnicas y presupuestarias.
Para el resto de la ciudad, donde la “vegetalización” del espacio es más necesaria para luchar contra el fenómeno de las islas de calor, el plan identifica las zonas más desprovistas de vegetación, en particular los distritos 8 y 9, a los pies de la colina de Montmartre. Por otro lado, la tala de árboles urbanos queda prohibida salvo motivo justificado –por ejemplo, enfermedades–.
En su afán por democratizar el acceso a la vivienda, el anterior PLU de 2006 incluía una serie de mecanismos que permitieron asegurar que todo nuevo proyecto contaría con un mínimo de viviendas sociales –ya fuera de nueva construcción, renovación importante o cambio de uso–. Por ejemplo, La Samaritaine, uno de los edificios más emblemáticos de las orillas del Sena, acoge desde su reapertura un espacio de viviendas protegidas que conviven con un hotel de lujo y con los grandes almacenes.
Siguiendo este modelo, en el nuevo PLU la corporación municipal buscó formas de obligar a los promotores a que los proyectos sean virtuosos desde un punto de vista medioambiental. De ahora en adelante la concesión de licencias urbanísticas estará condicionada a las “externalidades positivas” que puedan aportar: creación de locales comunitarios, instalación de paneles solares, sistemas de recuperación de aguas de lluvia, plantación de árboles, etc.
Y en los aspectos en los que no sea posible imponer requisitos, la normativa puede incentivar, como será el caso con la elección de materiales. El hormigón debe ser sustituido en favor de la piedra o el ladrillo, salvo en los cimientos y la circulación vertical, lo mismo que las paredes de cristal, que aumentan el uso de aire acondicionado en verano y de calefacción en invierno.
Mitigación y adaptación
Más allá del plan, la corporación municipal lleva varios años preparando la adaptación a la nueva realidad climática. En abril, un informe realizado por una misión de ediles municipales alertaba de la necesidad de “preparar París para 50 ºC”, una cifra que, según los expertos, podría alcanzarse en las próximas décadas (ahora mismo el récord de temperaturas es de 42,6 °C, registrado en 2019).
El texto hacía hincapié en la adaptación a largo y corto plazo y propone un “big bang de renovación térmica” de los edificios. “Más del 90% de los edificios de la capital no están diseñados para soportar climas cálidos”, reconocía Emmanuel Grégoire, teniente de alcalde, en su comparecencia ante la comisión.
La arquitectura haussmaniana que modeló la imagen de la ciudad desde el siglo XIX necesitará una renovación completa, aunque el cambio no se hará sin polémica. El informe señala los icónicos techos grises de zinc que cubren el último piso de estos edificios mal aislados y que se convierten en horno durante las olas de calor. Explica que pintarlos de blanco o “vegetalizar” las terrazas “podría limitar el aumento de las temperaturas en 4 ºC o 5 ºC”.
También se mencionan como posibles soluciones favorecer las viviendas con doble orientación –para facilitar el paso del viento– o conectar los edificios a la red de refrigeración que toma el agua del Sena. Además, el informe recomienda la instalación en los próximos años de puntos frescos cada 200 metros y “escuelas oasis”, cuyos patios “vegetalizados” protegerán a los alumnos y que podrán abrirse para los vecinos fuera del calendario escolar.
El pasado 6 de junio, el Ayuntamiento presentaba el plan Paris s'adapte, orientado a proporcionar de forma inmediata “mejor acceso al agua, más sombra y más frescor” a los parisinos. Por ejemplo, mediante un nuevo mobiliario urbano: a la espera de que los miles de árboles plantados tomen el relevo, la ciudad ha creado refugios de sombra artificiales con tejados de madera, principalmente en los barrios populares, más densamente poblados y más vulnerables durante las olas de calor.
Una idea para la que los responsables se inspiraron en ciudades más acostumbradas al calor, entre ellas Sevilla. Seis de estos refugios se probaron con éxito en 2022, según el Ayuntamiento, proporcionando entre 10 y 15 °C menos a la sombra. Y este verano está previsto instalar varias docenas adicionales.
El PLU aprobado por el pleno municipal el pasado 5 de junio debe ahora seguir una larga fase de consulta pública, durante la cual todos los ciudadanos podrán dar su opinión. También debe pasar una revisión sobre la legalidad de todas sus disposiciones. Su adopción definitiva se espera a finales de 2024 o principios de 2025. Antes, el próximo octubre, el Ayuntamiento tiene previsto organizar un ejercicio de gestión de crisis a gran escala, simulando una ola de calor de 50 °C en varios distritos de la capital.