Al final, no era tan así

El fin de la red social X puede alumbrar un nuevo mundo, ¿mejor?

Madrid —

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Un excolega periodista comentaba días atrás que ya no lee las noticias, ni escucha podcast. “Prefiero sentarme en la terraza de un bar y escuchar lo que la gente habla”, dijo. 

Hay cierto atractivo en eso de oír una conversación sin que los protagonistas lo adviertan. El periodista puede tener la tentación de querer comprobar cuánto de lo que dicen los medios de comunicación termina colándose en el discurso de las personas. Me pasó el mismo día que intercambiaba mensajes con mi amigo. Paseaba con el perro y no pude ceder a la tentación de detenerme para escuchar a dos señoras que despotricaban sobre la situación política de España.

“Voy a votar a Vox (el partido de ultraderecha)”, dijo la más enojada. “A mí no me gusta Abascal (líder de Vox) –dijo la otra–, pero si arregla la economía, echa a los sin papeles, y termina con los okupas, me conformo”. 

No sé qué medios consumirá la señora, o dónde obtiene la información. La Unión Europea informó que la economía española crecerá este año al 3%, y será la que más crezca de todo el bloque europeo. Se puede discutir si lo que crece es el turismo únicamente, o si los salarios no alcanzan para nada. En cualquier caso, la afirmación de la señora necesita precisión y contexto.

El tema de los okupas es más delicado. España tiene un problema con las personas que se meten de prepo en una vivienda vacía, y se apropian de ella sin que los propietarios puedan hacer mucho al respecto. El camino para solucionarlo es burocrático, o ilegal. Lo que no sabemos es si la señora que lo denuncia lo ha sufrido en carne propia, o si lo ha escuchado o leído en algún medio.

En cuanto a los “sin papeles”, España no tiene un problema de la magnitud de Francia o Alemania. Las personas indocumentadas en el país ibérico alcanzan casi medio millón, en una nación de unos 48 millones de habitantes. A nivel nacional se debate cómo solucionarlo, mientras que a nivel provincial ya se adoptaron medidas. En Galicia, por ejemplo, el gobierno local trabaja junto a una ONG para formar a los “sin papeles”, proveerles documentos de residencia, y contactarlos con las empresas que necesitan mano de obra. La junta de Galicia lleva un tiempo intentando repatriar ciudadanos de América Latina con orígenes gallegos debido a la falta de trabajadores en la comunidad. 

Desconozco qué puede molestarle a la señora de los “sin papeles”. En los últimos años, buena parte de los puestos de trabajo en el área de los servicios está ocupada por personas inmigrantes. También por los que no tienen documentos.  A unas pocas cuadras de donde la señora conversaba con su par, presencié una situación con una persona indocumentada que, más que problemas, ofrecía soluciones. Era en la entrada del Auditorio Nacional, donde ese día la Orquesta de Finlandia ofrecía un concierto. 

Una mujer de América Latina hacía de intermediaria entre los que querían revender una entrada, y los que querían comprarlas. Una vez que acordaba el precio con el vendedor, llamaba discretamente al comprador para que se hiciera efectiva la transacción. ¿Cómo surgió el negocio? ¿Fue porque los compradores –vergonzosos de llevar a cabo ellos mismos la operación– necesitaban alguien con suficiente descaro (o necesidad, más bien) para que lo hiciera por ellos?

Un artículo del Financial Times de esta semana señala que la fuerza de trabajo del área de servicios crece a pasos de gigante por sobre la fuerza laboral en los sectores de la agricultura y la industria. En 1950, la participación del área de servicios en la mano de obra era del 64%, mientras que la de agricultura era del 12% y la de la industria del 24%. En el 2020, los servicios alcanzaron el 91%, la agricultura cayó al 2% y la industria marcó un 8%. Los servicios, entonces, muestran el camino del empleo futuro. Servicios como el que ofrecía la mujer en la entrada del Auditorio Nacional, probablemente para clientes como la señora que se quejaba de ellos.

¿De dónde sale la información que enerva a la señora?

Estos días el debate sobre el origen de la información (y su consumo) alcanzó un punto de inflexión. El diario inglés The Guardian decidió retirarse de la red social X (extwitter) por considerarla un medio de desinformación. El prestigioso diario catalán La Vanguardia tomó el mismo camino. No son ni serán los únicos. Más medios, dirigentes políticos y celebridades como Stephen King dejarán de usar la plataforma que adquirió Elon Musk. 

La columnista de The Guardian Gaby Hinsliff escribió un artículo titulado: “El éxodo de X a Bluesky ya ha ocurrido: la era de las plataformas masivas de redes sociales ha llegado a su fin”. Puede que sea un poco exagerado sentenciar el fin de estas plataformas, aunque es probable que la era de la agresión gratuita, anónima, y descontrolada que circula en esas redes sociales radiactivas se acabe en algún momento pronto.

“La gente se quedó en X por las mismas razones por las que uno permanece en relaciones tóxicas: inercia, miedo a la soledad, una esperanza equivocada de que las cosas mejoren, y porque parecía algo intrínseco a muchas vidas laborales”, señala Hinsliff que, desde hace unos meses, se ha mudado a Bluesky, una plataforma de características similares a X, pero que profesa otros principios (o eso dicen).

Un supuesto final de X después de haberse convertido no solo en fuente de información (y desinformación) sino también en canal de expresión de gobiernos, dirigentes, empresarios, celebridades, y millones de personas más o menos conocidas, podría generar un gran cambio en el mundo de la información. ¿Tomará la posta Bluesky? ¿Surgirá una nueva plataforma?

Para quienes crecimos leyendo periódicos y, más tarde, aspiramos a trabajar en ellos, la idea de un mundo sin redes sociales puede ser tentadora. En ese caso, los sitios de noticias podrían volver a ser la referencia, el espacio de reflexión y debate sin la agresividad y el caos emocional de las redes sociales. Para ello, claro, deberían existir buenos periódicos, y desde hace un tiempo muchos de ellos han dejado de hacer bien su trabajo. Otros, afortunadamente, intentan hacerlo bien cada día.

AF/DTC