Filántropo, intelectual, y un firme crítico del totalitarismo. George Soros es todo eso. A sus 92 años, no perdió capacidad de generar titulares, como demuestra su decisión de ceder el control de su multimillonaria Open Society Foundations a su hijo Alex, en contra de la promesa que había hecho de no pasar la fundación a ninguno de sus hijos.
Pasó mucho desde sus años como inversor en activo. Un tiempo en el que Soros se ocupó de invertir la fortuna amasada en sus principales áreas de interés: apoyando a los derechos humanos y el fortalecimiento de los sistemas democráticos.
Pero siempre será recordado como el financiero que hace más de 30 años quebró al Banco de Inglaterra liderando un ataque especulativo contra la libra esterlina. Y con razón. El Miércoles Negro, como se terminó conociendo, fue un momento seminal que demostró el poder del mercado financiero, llevó a un replanteamiento integral de la estrategia económica británica y trajo el régimen de objetivos de inflación aún vigente.
Soros tiene muchos enemigos. Los asistentes a su cena anual en el Foro Económico Mundial de Davos lo escucharon decir en estos años que la invasión de Ucrania por Vladímir Putin puede ser el comienzo de una tercera guerra mundial y que el presidente chino Xi Jinping se va a valer de la inteligencia artificial para cimentar un Estado de un solo partido.
Muchos republicanos de Estados Unidos detestan a Soros. Se debe, en parte, a que nunca simpatizó con Donald Trump. Pero también a que es un multimillonario de origen judío que defiende la globalización y apoya a los Demócratas, carne de cañón para una serie de teorías antisemitas de la conspiración cada vez más alocadas.
Lo cierto es que Soros es mucho más complejo de lo que sugiere esa imagen de hombre del saco y financiero plutócrata. En su época de estudiante en la London School of Economics fue muy influido por las ideas de Karl Popper, para el que la certeza absoluta era algo imposible de alcanzar. Según el filósofo austríaco, las ideologías que afirman haber encontrado la verdad universal están sosteniendo una falsedad. Decía Popper que la mentira en que están basadas estas ideologías, tanto las de izquierda como las de derecha, hace que solo puedan imponerse por la fuerza y terminen en regímenes tiránicos.
A partir de la visión de Popper, Soros desarrolló su crítica de los mercados financieros conocida como reflexividad: lejos de ser perfectamente racionales, los inversores fundamentan sus decisiones en su percepción de la realidad, pero estas decisiones a su vez alteran la realidad generando un bucle de retroalimentación. Según Soros, si él predijo con éxito la crisis financiera mundial de 2008, fue gracias a su teoría de la reflexividad.
Paradójicamente, el pelotazo financiero por el que es más conocido Soros se produjo cuando los mercados se comportaron con lucidez y racionalidad. Como otros operadores de divisas, Soros había advertido la tensión evidente entre el calamitoso estado de la economía británica de finales de 1992 y la determinación del gobierno de John Major de sostener el valor de la libra dentro del Mecanismo Europeo de Tipos de Cambio (MTC).
Gran Bretaña no llevaba ni dos años adherida al MTC y se había comprometido a mantener dentro de una banda al tipo de cambio entre la libra esterlina y el marco alemán. La forma ortodoxa de sostener el precio de una moneda es subiendo los tipos de interés, pero ya habían llegado al 10% y el desempleo británico superaba los 3 millones de personas.
Soros y otros colegas especuladores apostaron a que la libra terminaría devaluándose porque sabían que el gobierno británico no podría hacer sufrir sin límite a sus propios ciudadanos. Su apuesta se demostró acertada. Tras el anuncio de llevar los tipos hasta el 15% (una decisión que nunca se puso en práctica), el gobierno británico terminó cediendo y anunció la salida británica del MTC. Soros recogió sus ganancias.
El Miércoles Negro fue un episodio doloroso y humillante, pero también una bendición inesperada para la economía británica. La brusca depreciación de la libra fue buena para las exportaciones y la reducción de tipos trajo una larga expansión de 16 años.
Pero por otro lado, y aunque Soros era un firme partidario de la Unión Europea, su apuesta contra la libra había encendido la larga mecha del euroescepticismo que finalmente condujo a la victoria del referéndum por el Brexit en 2016.
Traducido por Francisco de Zarate.
LC