La aldea polaca golpeada por un misil que vive con la guerra “en la puerta de al lado”

Emma Graham-Harrison/The Guardian

Przewodów (Polonia) —

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El martes por la tarde, en el pequeño pueblo polaco de Przewodów, cerca de la frontera con Ucrania, fue la primera vez que el padre Bogdan Wazny dio misa con la iglesia vacía. Apenas una hora antes, un misil de fabricación rusa llegado desde territorio ucraniano había matado a dos de sus feligreses poniendo fin a la ilusión de que la ubicación del pueblo y el derecho internacional protegerían a sus habitantes.

“Aquí la frontera física también nos separaba mentalmente de la guerra [en Ucrania], así es como lo hemos sentido siempre”, dice Wazny el día después de la caída del misil. “Aquí nunca hemos sentido el peligro”. Hasta que el miedo, el horror y un repentino enjambre de soldados y policías hicieron que los feligreses optaran por quedarse en casa mientras comenzaban a rebotar por todo el mundo las noticias de su tragedia personal, devenida en crisis geopolítica.

Se había hecho realidad la pesadilla de la que Kiev y sus aliados llevaban meses alertando: la guerra en Ucrania salía de las fronteras del país llevando al centro de la atención internacional a esta tranquila aldea, separada de Ucrania por solo seis kilómetros.

“Ya habíamos hablado de esto, pero nunca nos pareció una amenaza grave”, dice Justine Mazurek, que nació en el pueblo hace 71 años. “Por supuesto, era consciente de la guerra en curso, pero nunca había oído ninguna explosión”. Un día después, cuenta, aún le cuesta creer que hayan muerto por un misil dos hombres a los que conocía bien. “La gente tiene miedo pero todavía no ha habido tiempo para hablar unos con otros, para procesarlo”.

Una aldea de 600 personas

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y los dirigentes de Polonia dijeron pocas horas después que el misil era de fabricación rusa pero que creían que había sido disparado por Ucrania como un acto de defensa propia. Aunque se redujo el temor a una escalada bélica, eso no alivió el dolor en Przewodów. El pueblo es lo suficientemente pequeño como para que todos conocieran a las víctimas. 

La población registrada es de 900 habitantes, aunque en la práctica solo residen en él 600 personas. Igual que otras zonas del este polaco, muchos de sus jóvenes se han ido a vivir a otros lugares. “Nos veíamos todo el tiempo y ahora ya no están aquí”, dice Mazurek, después de asistir a la misa en la que Wazny rezó por los fallecidos.

Padres de familia los dos y fieles de la iglesia, murieron por el impacto del misil mientras trabajaban en un centro de clasificación de grano. Uno de ellos estaba casado con una mujer que trabaja en el colegio del pueblo. La directora del centro, Ewa Byra, pasó de la noche a la mañana de ocuparse de la educación de 71 estudiantes a organizar el apoyo psicológico para una comunidad traumatizada.

“Nos las habíamos arreglado para mantener la calma después del 24 de febrero (cuando Rusia invadió Ucrania), a pesar de vivir con la guerra en la puerta de al lado”, dice Byra. “Se habían calmado los temores y habíamos conseguido sobrellevarlos, pero lo ocurrido ayer ha vuelto a despertar los nervios”.

Ayuda psicológica

“La seguridad por encima de todo”, dice un cartel que cuelga en el vestíbulo principal del colegio. El centro ya había terminado la jornada cuando cayó el misil a pocos cientos de metros de allí. Un día después sigue sin niños. Los padres estaban demasiado asustados como para mandarlos a clase. “Demasiado reciente, es una experiencia muy dura para ellos”, dice Byra.

Byra ya está poniendo a niños y padres en contacto con psicólogos y expertos en traumas de las ciudades principales de la zona. “La ayuda psicológica ha comenzado hoy”, dice en referencia a un encuentro por Internet para hacer llegar a la gente el primer apoyo básico. Byra cree que la recuperación será difícil en una comunidad que ahora vive sabiendo que la guerra ya ha cruzado la frontera y podría volver a hacerlo. “En la medida de lo posible, estamos tratando de mantener la vida normal, lo más importante es cómo se sienten los niños”, dice.

Byra también se ha ocupado de conseguir lugar para que pasaran la noche los periodistas, parte del abrumador flujo de personas llegadas a la ciudad. Las carreteras del campo están repletas de coches policiales y del ejército. La policía ha acordonado una amplia franja de terreno alrededor del sitio donde cayó el misil y los investigadores están tratando de averiguar qué fue exactamente lo que sucedió. 

El proyectil cayó justo antes de las cuatro de la tarde del martes, cuando empezaba a caer la noche. Invadida por un enjambre de periodistas y policías, la remota aldea ya era famosa en todo el mundo el miércoles por la mañana. “Desgraciadamente, todo el mundo va a recordar Przewodów por este motivo trágico, habríamos preferido que nuestro pueblo siguiera siendo desconocido y que ellos aún estuvieran vivos”.

Traducción de Francisco de Zárate.