Egipto lleva semanas atrapado en un dilema sobre la apertura del paso fronterizo de Rafah con Gaza: quiere ayudar a salir a los palestinos gravemente heridos, pero se niega rotundamente a contemplar una oleada de refugiados hacia la península del Sinaí (territorio colindante con la Franja). “Estamos dispuestos a sacrificar millones de vidas para garantizar que nadie invada nuestro territorio”, declaró el primer ministro egipcio, Mostafa Madbouly, a principios de esta semana, en una visita a la zona.
Las negociaciones en torno a la salida de palestinos heridos y de algunos extranjeros, supervisadas en gran medida por Qatar, estuvieron ligadas al flujo de ayuda desde Egipto a Gaza por el mismo paso fronterizo. El presidente estadounidense, Joe Biden, negoció un paso para la ayuda a través de Rafah, pero la cifra de refugiados que pudieron entrar es baja en comparación con lo que se necesita. El miércoles, el coordinador humanitario de la ONU, Martin Griffiths, volvió a pedir a Israel que reabra Kerem Shalom, el paso que controla en el extremo sur de Gaza, a poca distancia de Rafah.
Algunos criticaron a Egipto y a su autoritario presidente, Abdelfattah Al Sisi, por no abrir las fronteras egipcia a los palestinos desde que comenzaron los bombardeos israelíes en respuesta a la matanza de Hamás del 7 de octubre.
Temores a un gran desplazamiento
En la cumbre de la paz celebrada en Egipto el 21 de octubre, Al Sisi afirmó que el mundo nunca debe consentir que se utilice el sufrimiento humano para obligar a la gente a desplazarse. Señaló que “Egipto afirmó, y reitera, su vehemente rechazo al desplazamiento forzoso de los palestinos y su traslado a tierras egipcias en el Sinaí, ya que esto marcará el último suspiro en la liquidación de la causa palestina, hará añicos el sueño de un Estado palestino independiente y dilapidará la lucha del pueblo palestino y la de los pueblos árabes e islámicos en el trascurso de la causa palestina que ha perdurado durante 75 años”.
Filtraciones de un documento del servicio de Inteligencia israelí, que manejaba el Gobierno de este país, sugieren que uno de los planes de Israel es el de expulsar a decenas de miles de palestinos al Sinaí de forma temporal. Los palestinos temen que se repita lo que ellos llaman la Nakba o catástrofe –la expulsión de 700.000 palestinos en 1948 después de la creación del Estado de Israel–.
También parece que Egipto no quiere repetir la experiencia del Líbano y Jordania, que desde hace décadas acogen a una importante población refugiada palestina. Al Sisi cree que permitir una entrada masiva y alojar una cifra que podría alcanzar el millón de palestinos en campamentos de refugiados es un riesgo político que no puede asumir –a poco más de un mes de las elecciones presidenciales en el país–.
En algunas de las protestas propalestinas que el Gobierno autorizó se utilizaron los lemas y símbolos de la revolución egipcia del 25 de enero de 2011, como “pan, libertad y justicia social”. Al Sisi necesita canalizar el sentimiento propalestino de los egipcios a su favor. De hecho, es evidente que las referencias a un éxodo masivo le generaron nerviosismo. El medio de comunicación Mada Masr, el único independiente con sede en Egipto, fue suspendido durante seis meses y remitido a la Fiscalía General egipcia tras publicar un reportaje sobre posibles planes para el desplazamiento de los palestinos de Gaza al Sinaí.
Desde el miércoles, el paso de Rafah se abrió cada día para evacuar a decenas de palestinos heridos y a cientos de titulares de pasaportes extranjeros, pero nadie sabe cuánto durará esta situación. Además, el proceso de selección de quiénes pueden salir de la Franja, negociado entre Israel y Egipto en Qatar, es opaco. Al parecer, las embajadas de los varios países con ciudadanos en Gaza pueden presionar para que sus nacionales crucen la frontera, pero no tienen ni voz ni voto. La preocupación de Egipto es que el goteo actual se convierta en una avalancha: Al Sisi desplegó una gran cantidad de efectivos y medios militares en el lado egipcio de la frontera para evitar que eso ocurra.
EEUU, a favor de una mayor apertura de Rafah
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, que viajó este viernes de nuevo a la región, confía claramente en que continúe el flujo ordenado de ciudadanos extranjeros que abandonan Gaza –incluidos estadounidenses– y que ello pueda conducir a la liberación de más rehenes, a mayores cantidades de ayuda para la Franja e incluso a “pausas humanitarias”, creando un círculo diplomático virtuoso.
Decenas de camiones con agua, alimentos y medicinas entraron en Gaza a través de Rafah, desde que el cruce abrió para la entrega de ayuda el 21 de octubre. El objetivo es llegar a unos 100 camiones diarios a finales de esta semana, pero el flujo antes del bloqueo impuesto por Israel era de entre 500 y 800 camiones diarios, lo que demuestra las profundas necesidades humanitarias.
Las autoridades israelíes también están empezando a poner de relieve la ayuda que entra en Gaza en tuits destinados a usuarios de otros países, después de que impusieran un bloqueo total sobre el enclave palestino y suspendiera el suministro de agua, electricidad y combustible. La entrada de gasóleo, necesario para hacer funcionar los equipos que salvan vidas, sigue estando prohibida por Israel, que está suministrando una limitada cantidad de agua corriente a través de una tubería en el sur de la Franja.
En un artículo publicado esta semana en el periódico The Washington Post, Blinken instaba a Israel a permitir a Egipto enviar más ayuda a Gaza en interés de su propia seguridad: “Proporcionar ayuda inmediata y protección a los civiles palestinos en el conflicto es también una base necesaria para encontrar socios en Gaza que tengan una visión del futuro diferente a la de Hamás y que estén dispuestos a contribuir a hacerla realidad. No podemos encontrar esos socios si están consumidos por una catástrofe humanitaria y ellos también perciben que somos indiferentes a su difícil situación”.
Traducido por Emma Reverter y actualizado por elDiario.es.