Cuando los votantes estadounidenses acudieron a las urnas el pasado noviembre, entre sus principales preocupaciones estaban la inflación, la inmigración y los derechos reproductivos, según las encuestas. Pero en el aluvión de decretos de la primera semana de Donald Trump en el cargo se coló también un ataque contra las medidas antidiscriminación, que en todo el mundo vienen usándose cada vez más como arma política.
Dos de las órdenes ejecutivas que firmó Trump tenían como objetivo desmantelar la labor que el Gobierno federal lleva décadas haciendo para ser un lugar de trabajo inclusivo que refleje la diversidad de la sociedad estadounidense.
Las órdenes también daban instrucciones a las agencias del gobierno para que inicien programas que disuadan al sector privado de tomar medidas de diversidad, equidad e inclusión (también conocidas como DEI), lo que algunas personas interpretaron como un intento de impedir que las empresas tomasen acciones para evitar la discriminación en el lugar de trabajo.
El jueves, Trump utilizó su comparecencia por la tragedia del accidente aéreo en Washington para seguir arremetiendo contra los programas de diversidad, sugiriendo que redujeron los estándares en la contratación de controladores, aunque las causas de la colisión entre un avión comercial y un helicóptero aún no estaban claras.
A continuación, analizamos cómo la lucha por una sociedad más igualitaria se ha convertido en uno de los puntos clave de la llamada guerra cultural, y lo que esto puede significar para un mundo donde todavía abundan los desequilibrios de poder.
¿Qué es DEI?
Las siglas se han convertido en una etiqueta genérica que designa a una amplia variedad de medidas diseñadas para que personas de todos los orígenes, incluidas las pertenecientes a grupos históricamente marginados, puedan estabilizarse y prosperar en las organizaciones. El término DEI se remonta a los Estados Unidos de los años 60, cuando se usó para englobar a todos los programas contra la discriminación por motivos de género, religión, discapacidad y orientación sexual.
Estas medidas han servido durante mucho tiempo para contrarrestar los prejuicios que operan silenciosamente en sociedades basadas en el mérito donde supuestamente no se hacen distinciones por el color de la piel. “¿Por qué tenemos [las medidas] DEI?”, preguntaba el lunes pasado a pocas manzanas de la Casa Blanca Al Sharpton, reverendo y presidente de la Red de Acción Nacional, a la multitud congregada en una iglesia de la comunidad negra. “Tenemos [las medidas] DEI porque ustedes nos negaron la diversidad, nos negaron la equidad, nos negaron la inclusión; [las medidas] DEI fueron un remedio al fanatismo racial practicado institucionalmente en el mundo académico y en estas empresas”, dijo.
¿Por qué están bajo ataque?
El Tribunal Supremo de EEUU se pronunció en 2023 contra los programas de admisión a facultades y universidades con criterios raciales, revirtiendo décadas de precedentes. La decisión envalentonó a los conservadores y desencadenó una avalancha de demandas judiciales para desmontar políticas que fomentan la diversidad, la equidad y la inclusión.
Su argumento central es que las medidas antidiscriminatorias son, de facto, discriminatorias hacia los grupos que históricamente han prevalecido en los lugares de trabajo, entre ellos los estadounidenses blancos.
Las medidas DEI se convirtieron pronto en objeto de debate, volviéndose una marca de identidad política y un chivo expiatorio. A estas políticas se las ha responsabilizado, sin ninguna evidencia que lo corrobore, de la desaparición del Silicon Valley Bank, de los problemas de seguridad en los aviones Boeingy del derrumbe de un puente en Baltimore tras ser embestido por un buque mercante.
Pronto, la batalla contra las medidas DEI se convirtió en un arma más del asalto que los conservadores iniciaron contra todo lo que consideraban woke (algo así como progre). Un claro ejemplo fue el intento de Florida de aprobar la ley Stop Woke que prohibía a las empresas exigir formación sobre diversidad. Un tribunal de apelación consideró después que esa ley violaba la Primera Enmienda a la Constitución de EEUU.
El multimillonario de la tecnología Elon Musk es una de las personas que han avivado la furia contra las DEI. “DEI no es más que otra forma de decir racismo, a cualquiera que lo invoque debería darle vergüenza”, escribió en las redes sociales. Trump se hizo eco de su postura después, cuando en la campaña presidencial dijo que existía “un sentimiento definitivamente antiblancos en este país”.
¿Quién ha respaldado las medidas DEI?
Las órdenes de Trump han sido rápidamente contestadas por legisladores en más de 30 estados. En una carta sobre la que informó el periódico USA Today escribieron que durante mucho tiempo EEUU se había hecho más fuerte gracias a los intentos de incluir a todos con políticas como la ampliación del derecho al voto y como el permiso a las mujeres para abrir cuentas bancarias a su nombre. “La retórica y los objetivos políticos anti-DEI son peligrosos, destructivos y discriminatorios”, decían en la carta. “En última instancia, levantan barreras para nuestro sueño americano”.
El empresario multimillonario Mark Cuban subrayó la lógica de las medidas DEI. “Las empresas buenas miran donde otras no lo hacen para encontrar a los empleados que llevarán a su negocio al mejor lugar para el éxito”, escribió en las redes sociales Cuban, propietario minoritario del equipo de baloncesto Dallas Mavericks. “Tener una plantilla diversa y representativa de tus grupos de interés es bueno para el negocio”.
¿Qué pruebas evidencian la necesidad de medidas DEI?
En 2022, la consultora McKinsey & Company publicó que las empresas con política de diversidad, inclusión y equidad eran más capaces de responder a los desafíos, de captar a los mejores talentos, y de satisfacer las necesidades de diferentes tipos de clientes. La diversidad les permitía encontrar el talento dondequiera que estuviera. La equidad y la inclusión les ayudaba a minimizar la rotación de los empleados, reduciendo así los gastos de contratación y formación. El hallazgo de McKinsey se confirmó con otro informe de 2020 que analizaba el desempeño de 1.000 empresas estadounidenses y constataba cómo las empresas con mayor diversidad étnica y de género tenían una mayor probabilidad de superar a sus homólogas. La diferencia era notable: la diversidad de género mejoraba en 25% la probabilidad de tener más beneficios, mientras que la diversidad étnica la aumentaba en un 36%.
Ken Frazier fue el primer director negro de una gran farmacéutica, en este caso de Merck, entre 2011 y 2021. “Las medidas DEI sirven, en el mejor de los casos, para desarrollar el talento, medirlo de forma justa, y encontrar el talento oculto y el talento desfavorecido en un mundo donde no todos tienen las mismas oportunidades de mostrar sus capacidades”, dijo en declaraciones a la cadena CNN en octubre.
La experiencia del Gobierno federal, el mayor empleador de Estados Unidos, también sugiere que estas medidas benefician a un amplio espectro de personas. Décadas de medidas antidiscriminatorias han tenido como resultado una plantilla federal que de verdad se basa en el mérito, con una estructura demográfica que refleja al país al que sirve, según Everett Kelley, presidente nacional de la Federación Estadounidense de Empleados Gubernamentales.
“De todos los empleadores, el Gobierno federal es el que tiene las menores brechas salariales de género y raza, y se debe precisamente a que las decisiones de contratación se toman por la capacidad de cada persona para hacer el trabajo, y no por dónde estudió, o a quién apoyó en las últimas elecciones”, dijo Kelley la semana pasada. A su juicio, terminar con estas medidas “es solo otro mecanismo del presidente Trump para debilitar a un funcionariado público organizado en función del mérito y hacer que las decisiones federales de contratación y despido se tomen en función de la lealtad”.
¿Siguen siendo necesarias las medidas DEI?
En un sondeo que el Pew Research Center hizo en Estados Unidos en 2023, un 60% de los encuestados dijo que ser blanco ayudaba a salir adelante en el país, y un 42% dijo que ayudaba mucho. Para la mayoría de los encuestados, ser mujer, latino o asiático era más perjudicial que beneficioso.
Con Trump uniéndose a los conservadores en la guerra contra las medidas DEI, empresas como Meta [dueña de Facebook], McDonald's y Amazon figuraban entre las muchas que han dicho estar dando marcha atrás en sus políticas para mejorar la diversidad y la inclusión en el lugar de trabajo. Sus declaraciones ocultan el hecho de que gran parte del sector privado sigue rezagado en lo que se refiere a inclusión y diversidad. El año pasado, solo 28 de las 500 mayores empresas del mundo estaban dirigidas por mujeres. De las 500, solo ocho estaban dirigidas por personas negras (el 1,6% del total).
¿Cómo se reflejan las medidas de Trump a escala mundial?
Aunque en menor medida que en EEUU, el debate sobre la diversidad y el rechazo a todo lo que se considere woke lleva años siendo un tema de conversación entre ciertas facciones de la clase política europea. En febrero del año pasado, el entonces ministro de Defensa británico, Grant Shapps, mostró su enfado tras saberse que el Ejército estaba considerando relajar los controles de seguridad con el objetivo de aumentar la diversidad en sus filas. “Hay una cultura woke que con el tiempo se ha ido infiltrando en la vida pública y que está envenenando el discurso”, dijo Shapps al periódico The Telegraph, vinculando las medidas a un “programa político”.
En Inglaterra, el Ministerio de Educación se había resistido a las peticiones de hacer obligatoria la asignatura Historia negra. Nick Gibb, que en 2021 ocupaba la cartera de Educación, insistía ese año en que “un plan de estudios basado en lo que es relevante para los alumnos implica negarles una introducción a 'lo mejor que se ha dicho y pensado'”. Ese mismo año, los sindicatos que representan al personal de los museos expresaron su temor de que Oliver Dowden, el secretario de Cultura, estuviera tratando de maquillar el pasado racista y colonialista del Reino Unido. Aquel retroceso del Gobierno desvió la atención sobre lo mucho que aún quedaba por hacer en Reino Unido. Según una encuesta de 2020, las personas negras ocupaban en 2019 solo el 1,5% de los 3,7 millones de puestos directivos que había ese año en Reino Unido, incluyendo el sector público y el privado.
Hay ejemplos parecidos por todo el continente. Durante una entrevista con Bloomberg en 2021 a Élisabeth Moreno, la ministra encargada de igualdad de género y diversidad en el Gobierno del presidente francés Emmanuel Macron dijo que lo del privilegio blanco era una idea polémica de Estados Unidos. “La cultura woke es algo muy peligroso y no deberíamos traerla a Francia”, dijo. Años antes, el legislador del partido de Macron François Jolivet se había burlado de un conocido diccionario francés por incluir en su edición online un pronombre de género inclusivo, acusándolo de militar en “una causa que no tiene nada que ver con Francia: #wokismo”.
En Hungría, el primer ministro, Viktor Orbán, prohibió que las universidades impartieran estudios de género con el argumento de que las personas nacen hombres o mujeres.
Tal vez el debate no haya arraigado en gran parte de Europa porque la mayoría de los países insisten en que no hacen diferencias por el color de la piel, evitando un registro de datos raciales que podría ayudar a identificar casos de discriminación en el lugar de trabajo, en el mercado de la vivienda, y en el trato con la policía. La falta de datos podría explicar por qué según un sondeo de abril de 2024 (enviado a 1.800 directivos y empleados de 9 países europeos), solo un 7% de los lugares de trabajo estaban trabajando para crear una cultura inclusiva y diversa.
Traducción de Francisco de Zárate.