El arte recrea y expande la realidad valiéndose de distintos materiales, muchas veces se adelanta anticipando el futuro, sensibiliza el presente y lo transforma, aportando nuevos puntos de vista. El arte, de la mano de la fantasía y los sueños, mejora nuestras vidas, amplifica y enriquece, exhibiendo y cuestionando lo bello, lo alegre, lo feo y lo triste.
Pienso en esta capacidad humana, mientras observo los dibujos, pinturas, acuarelas, grabados y otras gráficas urgentes, tácticas y estratégicas, que habitan en las cuentas de Instagram @marinespersa @roferrerilustradora @hexico_ @maria.gomez.ilustradora @dibujos.analu @palomaperezreyes @paranipani @chealejandra
Mientras exploro en la red virtual y en el papel, y disfruto deteniéndome en sus obras, recuerdo a la poeta Alejandra Pizarnik, cuando dice: “Qué belleza guardan aquellos que no encuentran su lugar fácilmente entre tanta gente. Tal y como está el mundo, es un privilegio no encajar”. Las producciones visuales que habitan en IG recrean, justamente, figuras humanas que no se ajustan a las condiciones de belleza que impone el presente magro y que, con una nueva pedagogía sentimental e intelectual, deberían formar parte de las imágenes legitimadas por una sociedad más fraterna, amorosa y solidario.
Cuando hoy todo parece orientarse a la uniformidad, hay que hacer grandes esfuerzos por celebrar la existencia de estas estéticas divergentes. Nos han enseñado a reproducir o emular los cuerpos en sus medidas normativas. Está en nuestro inconsciente colectivo la aspiración a ser lo que no nos viene dado, a rechazarnos y rechazar, a eliminar y eliminarnos.
Se requiere de una nueva ética que, a contramano de lo que sucede, le dé espacio a todas las humanidades, sin excepción, y no sólo a las hegemónicas blancas y europeas, con las que nos han colonizado.
Las artistas mencionadas crean sus ilustraciones y las difunden “para darle lugar a todos, para evitar la fuerte presión que se ejerce sobre el cuerpo y poder vivir sin odiarlo, sin complejos e inseguridades, sin discriminaciones ni violencias”, señala Alejandra Andreone, @chealejandra_da.
Feminista de militancia barrial en la zona sur del conurbano bonaerense, empezó a subir sus trabajos plásticos disidentes “cuando me sumé a la lucha de un grupo de trabajadoras desocupadas, viendo que los cuerpos reales son diferentes de los que aparecen en las revistas. Quise cuestionar el mandato cruel de un modelo único”.
Alejandra tiene 42 años, vive en Sarandí, Avellaneda y se formó en Artes Visuales en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Trabaja en escuelas cuyos programas incluyen la Educación Sexual Integral (ESI). En su experiencia, “se entra al aula sin tener en cuenta que somos portadores de diversidad. No hay un solo cuerpo posible y se debe dejar de valorar según el peso. Sin el mandato de la delgadez, el arte aporta otros imaginarios para que todas las personas se vean reflejadas”.
Aunque son microfísicas, hay pequeñas transformaciones en el deporte y en la danza, cuenta Alejandra. Son ideas grandes en espacios diminutos, pero la idea del no se puede por un determinismo biológico se empieza a borronear.
Vuelvo a Pizarnik: “Hay que luchar todos los días, como Sísifo y comprender que la vida contiene días, muchos días, y nada se conquista definitivamente”.
En el campo simbólico, donde el arte combatió en todos los tiempos y territorios para abrir y extender los debates, las activistas gordas escriben sus ideas y acompaña sus textos con ilustraciones que son como gritos. Rayas, puntos, sombras, colores, papeles, tijera, pegamento, en blanco y negro o en la enorme variedad cromática disponible para que surjan imágenes plurales. Las palabras solas no alcanzan, son insuficientes, y la creación de otras imágenes da cuenta de que existen quienes son condenados por ser diferentes.
Cada una de estas magas del lápiz y la témpera tiene su estilo. En sus cuentas exhiben su ocupación y preocupación por el acceso a la educación sexual, la lucha contra los abusos y el femicidio y, por supuesto, la reivindicación de la diversidad corporal.
Al dolor personal que les provoca la gordofobia lo transforman en artivismo, ese quehacer en el que se entrelazan el arte con la actividad política, en su sentido más amplio.
Algunas de sus obras son amables y provocan inmediata empatía, otras son monstruosas, te explotan en la cara y te retuercen las tripas.
“Queremos nuevas generaciones de personas libres de violencia estética”, dice Alejandra.
A veces, los dibujos resultan sutiles y tenues, otras, gruesos y desbordantes. “Están al servicio de la lucha por una vida mejor, donde no existan ni la gordofobia ni las dietas inútiles para sanar lo que no está enfermo”, explica María Inés, formada en la Escuela de Artes Visuales Antonio Berni y docente de plástica en establecimientos públicos.
Todas coinciden en que la gordofobia no es algo natural, sino que se aprende en la familia, entre amigos, en la escuela, a través de los medios o en la consulta médica. “Casi no existe representación de la variedad de cuerpos en las pantallas y rara vez se asocia un cuerpo de muchos kilos con el éxito”, evalúa María Inés.
El peso no define el valor ni la belleza de alguien
No es malo estar gorda
Ni cabida a la yuta de los cuerpos
Qué orgullo ser quien soy
Alguien que me quiere me enseñó a no permitir comentarios sobre mi cuerpo
Ni siquiera las bufandas debería venir en talle único
A la m… los estándares de belleza
Habilitar un cuerpo con amor es un acto revolucionario
Estas son algunas de las leyendas que acompañan las ilustraciones con gestos y acciones de gran impacto.
“Soy un cuerpo disidente que dibuja para hacer visible lo evidente: los cuerpos gordos ocupamos un lugar y no tenemos que pedir permiso ni perdón por ocuparlo. Es paradójico invisibilizar los cuerpos que por pura materialidad son tan visibles”, reflexiona María Inés.
La artista puntana, de 47 años, encontró sensualidad y deseo en los cuerpos gordos. “El sistema hetero-cis-patriarcal-capacitista-hegemónico nos invisibiliza, nos niega el derecho al placer, es durísimo de transitar”. Su momento de inflexión para entender lo gordo como un cuerpo político fue el Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias (próximo a realizar su tercera edición, en Mar del Plata) y los talleres de activismo gorde. “De ahí no hay vuelta atrás”.
Habilitar otras inscripciones y miradas permite nuevos diálogos. Como el teatro, el cine y la poesía, abre otra mirada y escucha, mucho más poderosa que la bajada de línea.
Aunque tuvo una formación académica tradicional, Maria Inés desandó ese camino. “Dibujar cuerpos gordos fue amor a primera vista. Luego, trabajar la diversidad en el aula fue y sigue siendo muy gratificante. Alcanza con dejar a las infancias hablar para que se pongan a dibujar, pintar o hacer collage. Surge la crítica a las categorías de lindo y feo, van más allá de lo dado y encuentran dudas, preguntas y argumentos. Con suerte tomamos las casi extintas revistas para hacer hermosos hackeos al estilo de Mujeres que no fueron tapa”.
Nuevos paradigmas se están gestando. Las gráficas actuales y las que vienen quieren ser impulsoras y testigos del cambio.
LH