Miguel Pichetto suele decir que a los ex presidentes hay que dejarlos tranquilos. Como pasa en los Estados Unidos, donde son figuras casi veneradas -por la clase política. Veremos qué pasa con Trump, que en ejercicio pasó por dos impeachment y resultó absuelto, pero por el momento el magnate no tiene de qué preocuparse. Hay que admitir la coherencia del ex senador por Río Negro y hoy miembro de la Auditoría General de la Nación: su principio se aplicó en su momento a Menem, Cristina Kirchner y, naturalmente, alcanza hoy a Mauricio Macri (Duhalde casi no cuenta en este repaso y Néstor Kirchner murió tempranamente, como se sabe).
El respeto por la figura del ex presidente puede ser deseable, pero es un sentimiento que parece lejano en un país como la Argentina. Lo vemos en Uruguay, donde lo propio de la política no es el desacuerdo sino el consenso. Un concepto para nosotros extraño.
Con la aislada excepción de Pichetto, quien además ha cambiado de bando, el respeto sí se debe aquí -y se reclama- para los propios, pero se retacea a los ajenos. De lo que realmente hablamos en este caso es de las cuestiones judiciales y del derecho de los ex mandatarios al debido proceso.
Los apuntados son la ex presidenta Kirchner y el ex presidente Macri. Ambos merecen que se les reconozcan todas las garantías constitucionales del derecho penal, entre ellas la presunción de inocencia. Un juicio justo en el que estén garantizadas todas las instancias de apelación hasta llegar a una sentencia firme. En la doctrina Pichetto, se incluye el goce del derecho a permanecer en libertad durante todo el proceso.
Este mundo parece ideal pero sin embargo se ha venido registrando en la Argentina. La excepción fue Menem, quien estuvo en 2001 bajo el régimen de prisión domiciliaria durante 167 días por la venta de armas a Croacia y Ecuador, dos escenarios en guerra, en su momento. Sin embargo, tras esa experiencia Menem siguió el libertad el larguísimo desarrollo de sus expedientes en la justicia, condenas incluidas. Pichetto fue uno de los custodios de la libertad de Menem. También lo fue cuando se vio amenazada no hace tanto la libertad de Cristina Kirchner.
Las principales objeciones a la legitimidad de los procesos contra la actual vicepresidenta y contra Mauricio Macri provienen precisamente de los dos ex presidentes y de sus seguidores más fieles. La ex presidenta, consistentemente desde la época de su regreso al llano, y ahora el ex presidente han apelado al recurso de la denuncia de una “persecución política” en su contra como principal, sino único, argumento de defensa.
En el caso de CFK hemos tenido alegatos políticos en juicio, como ocurrió en la causa por el dólar futuro, y alegatos políticos en audiencias previas al juicio, como en el del Memorándum con Irán (en ambos, sobreseída). Todas las presentaciones de los abogados de la actual vicepresidenta, desde los trámites de instrucción, apelaron al mismo recurso: la promocionada doctrina del lawfare, que articula su estrategia de defensa.
La primera indagatoria a la que ha sido convocado Mauricio Macri lo muestra en una dirección parecida. El núcleo duro en torno a Macri recurrió en Dolores a la idea del acoso para explicar el expediente por espionaje a familiares de los muertos en el ARA San Juan, el naufragio en los mares del Sur del que se están por cumplir cuatro años.
Ignoramos qué tenía previsto declarar Macri, dado que su indagatoria se frustró: el juez no atendió a las exigencias de la Ley de Inteligencia que obligan a los funcionarios a mantener en secreto información clasificada, una muestra de poca competencia. Pero la puesta de Macri en la plaza de Dolores, previa a su presentación en el juzgado, es un espejo del acto con el que la ex presidenta Kirchner cerró su aparición para su primera indagatoria en los tribunales de Comodoro Py, por la causa del dólar, una mañana lluviosa de abril de 2016. Igual que hoy en Dolores, aquella vez hubo también un camión, micrófono y fieles en las calles de Retiro.
Las investigaciones en la Justicia están sospechadas de arbitrariedades porque la justicia, como la sociedad, está atravesada por el antagonismo. Y es uno de los campos más sofisticados donde el antagonismo opera. Las causas por el dólar y el memorándum que investigaban a Cristina Kirchner parecían, en efecto, materia no justiciable, aunque debería pensarse que el juicio oral por la denuncia del fiscal Alberto Nisman debió haberse sustanciado. Hay cosas que aún deben ser explicadas. La causa por espionaje vuelve a poner en cuestión todo el edificio de inteligencia del macrismo. El llamado a indagatoria a Macri es sin embargo decidido por un juez subrogante y ocurre en medio de una campaña electoral.
Las causas contra los dos expresidentes seguirán sin embargo adelante. Aunque se trata de dos liderazgos en declinación, Cristina Kirchner y Mauricio Macri encarnan los dos polos en los que está enfrentada la política argentina desde hace al menos una década. Ambos, hay que recordar, se han puesto a derecho. Cuando gritan, les hablan a sus audiencias. Acaso tengan un íntimo temor a la prisión, rasgo que fatalmente los humaniza y razón por la cual el poder se torna en algo imprescindible, urgente.
WC