1.
Milei atrasa. Atrasa de un modo descomunal. Hasta su discurso del 1° de marzo, pensaba que era un hombre del siglo XIX: hoy, creo que está más cerca del despotismo ilustrado monárquico del siglo XVIII –pero sin ilustración.
A veces, su anacronismo acarrea cierto patetismo: la expresión “en el año de Nuestro Señor 2024” proviene de un latinismo, Anno Domini, acuñado aproximadamente en el siglo V y que cayó en desuso desde que casi todo el mundo adoptó el calendario gregoriano, hace muchísimo tiempo –no deja de ser paradójico que la expresión contradice uno de los pocos calendarios no cristianos, que es justamente el judío, uno de los desvelos mileístas. El problema es que esa expresión, para colmo acompañada de una fórmula tan preconciliar como “ante la mirada del Eterno”, nos coloca frente a una interpretación teocrática de la sociedad que no se veía desde, por lo menos, la dictadura. Pero la de 1943, la que repuso la educación religiosa en las escuelas públicas.
Reconozcamos, sin embargo, que el texto del “Pacto de Mayo” pudo haber estado impreso en letras góticas. Y en alemán. Pero no: eligieron una cursiva que @maxifirtman (Maximiliano Firtman) identificó como American Scribe y que se limita a imitar la grafía de la declaración de la independencia estadounidense. Un gesto moderno: pudiendo remontarse al siglo XV, esta gente ha avanzado hasta el XVIII.
2.
Milei atrasa en sus repertorios históricos y bibliográficos, a la vez que los desconoce con cierta minucia. El tipo invoca y cita, pero no lee. La oscilación temporal lo está volviendo loco: a veces habla de cien años atrás, los que nos coloca en el inicio de la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear como comienzo de la presunta decadencia argentina (pobre Marcelo T., un hombre culto, fino y de galera, sindicado como populista). Luego invoca ciento veinte años atrás como el supuesto momento cumbre de la riqueza argentina, ya largamente desmentido (jamás fuimos el país más rico del mundo, pero el tipo persevera en la ridiculez de afirmarlo). Esto nos deja en las manos férreas de Julio Argentino Roca y de la recién sancionada Ley de Residencia, de 1902 –como sabemos, está de moda acusar a los inmigrantes de todos los males; por ejemplo, supuestas infiltraciones izquierdistas que nos conducirían, represión de Bullrich mediante, a una nueva Semana Trágica. Para acentuar el anacronismo, hemos pasado de la cita de Alberdi y sus Bases a toda la Generación del ’37: estamos esperando que nombre de una vez por todas a Echeverría, pero ni debe saber que fue el autor de un Dogma Socialista que lo volvería horroroso a sus ojos –quédense tranquilos, liberales: nada hay de socialista en el Dogma Socialista. Citar “El Matadero” les resultaría algo más costoso y escabroso, aunque la constante recurrencia a la genitalidad y el sexo anal que tiene esta gente podría transformar la violación del unitario en algo interesante.
3.
Milei atrasa en cuestiones que hasta los tradicionalistas habían superado. Esa cuestión de “las amas de casas que tienen la enorme tarea de educar a nuestras generaciones futuras” horrorizaría a una sufragista británica de comienzos del siglo XX. En cambio, su macartismo es pura coherencia con el sambenito del marxismo cultural, Gramsci contado a los niños y todas esas tonterías: “en los profesorados e institutos de formación docente proliferan currículas educativas de izquierda, abiertamente anticapitalistas y antiliberales”. Otro anacronismo, ahora doble: por un lado, la Guerra Fría terminó hace más de treinta años, por lo que todo macartismo es inútil, aunque siga siendo antidemocrático –lo del marxismo cultural, aplicado para colmo al kirchnerismo, que no tiene de marxismo ni siquiera la cita de la lucha de clases, es ya insostenible, o como le gusta decir al presidente, no es opinable. Por otro, aún en la lejanísima posibilidad de que esa afirmación fuera demostrable (¿qué significa una “currícula educativa de izquierda”?), sus efectos distan de ser muy eficaces: la izquierda saca menos del 5% de los votos, y la alianza de derechas y centro-derechas obtuvo el 56%. Si el adoctrinamiento existiera, no toquen nada, que así les va bárbaro.
4.
Milei atrasa hasta en llamar “la Docta” a una provincia que ha instituido el cuarteto como música obligatoria y folclórica –una mezcla de pasodoble y tarantela, folclore cordobés. Espero que esto no desate la fiebre del epíteto: la Perla del Atlántico, la Tacita de Plata, la Linda, la Portuaria, la de las Diagonales, el Jardín de la República, la París del Plata.
5.
Milei atrasa hasta en presentar como novedoso y fundacional su “Pacto de Mayo”. La táctica es muy vieja, y consiste en convocar a la unidad nacional en torno de las propias convicciones: todas las otras son falsas o “prejuicios ideológicos”, por lo que sólo queda someterse a la voluntad y el deseo del soberano. Nuevamente, despotismo ilustrado. La novedad, el rasgo de modernidad, es asumir y presentar pública y desfachatadamente como acuerdo lo que no es más que un chantaje: si los gobernadores aceptan la Ley Camión con Acoplado, hay plata; si no, no hay plata. En mi barrio, a eso le decían apriete. Tampoco es novedoso que todos los gobernadores del PRO ya hayan dicho que los Diez Puntos son su programa: nadie lo dudaba. Lo que faltaba saber era el precio.
6.
Por supuesto, y esto ya ha sido dicho hasta el hartazgo, el anacronismo de Milei no consiste en meramente citar a Alberdi, sino en proponer un modelo social del siglo XIX para la tercera década del XXI. Milei es más bien un Roca con celular y Twitter. Pero un poco más perverso: la lista programática que nos dejó de regalo la noche del 1° de marzo incluye, entre otras linduras, la devastación ecológica de la Argentina. El punto 6, el “compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país”, no significa otra cosa que liberar la minería y el fracking debajo de cada baldosa de la patria.
Algo hay que hacer: no sé qué, no sé cómo, pero tenemos sólo hasta mayo para discutirlo.
PA/DTC