En “el invierno porteño de 2024”, la editorial Ninguna orilla publicó Tres piezas, de Graciela Montaldo y Sergio Chejfec, un libro al que antes de leerlo vale la pena darle un rodeo para que la atención se detenga en la serigrafía de tapa de Guillermo Kuitca (huellas de pies que son hormigas que son pies que se alejan de una cuadratura), los detalles materiales y técnicos de la impresión y el número de ejemplar puesto en rojo con sello de goma, al que se lo debería asociar como voluntad de “cosa única” más que como recurso de trazabilidad comercial.
En el afuera del libro ya hay una delicada sugerencia de ritmo, por no decir de frenado. Son las condiciones de admisión para lectores sin apuro, en correspondencia con el tipo de literatura flotante que se va a ofrecer, una literatura de pequeños planetas suspendidos en el tiempo por sus autores. Ese es, si no el propósito, el efecto envolvente de Tres piezas: darle a la contemplación -esa desesperación lenta- el poder de “crear” lo contemplado.
Tres piezas son tres piezas: “Catalogo la biblioteca”, escrito por Graciela Montaldo; “Hacia otro lado”, escrito por Graciela Montaldo y Sergio Chejfec“; y ”Are you one or two?“, escrito por Sergio Chejfec.
En “Catalogo la biblioteca”, Montaldo introduce en las primeras líneas las condiciones en las que va a producir el doble acto de catalogar su biblioteca y contar cómo lo hace. Cuenta que el día que murió Chejfec (2 de abril de 2022) un mundo se derrumbó para ella. Pero no va a escribir sobre el dolor y la tristeza: “Escribiré sobre nuestras bibliotecas”. Una elegía indirecta -y por eso posible- y, también, una chance temprana de desplegar su primera misión de supervivencia sobre el mundo derrumbado.
El texto es una biografía de todas las bibliotecas montadas y desmontadas en las ciudades donde vivieron durante cuarenta años Montaldo y Chejfec (Buenos Aires, Caracas, Nueva York), y que en el fondo es una sola monstruosa, mutante y orgánica. Los libros viajan o no viajan, entran o salen de los estantes, se repiten, se pierden, se regalan y se venden. Por lo que además de leerlos (eso es lo más fácil) hay que tomar decisiones sobre su suerte.
Lo que encuentra Graciela Montaldo en los libros es un territorio de convivencia conservado. Bajo la desolación, el catálogo organiza y restituye sin pérdida la saga de dos vidas de lectores. Ese consorcio es una cápsula de tiempo común en la que Graciela Montaldo y Sergio Chejfec siguen estando juntos. Y será cuestión de imaginar ya no un inventario de títulos, autores, ediciones y subrayados (el orden cerrado de la bibliofilia) sino el tiempo real que tanto Montaldo como Chejfec introdujeron de sus vidas allí y sacaron de los autores de esos libros para comprender que para Montaldo fue inevitable anunciar: “Escribiré sobre nuestras bibliotecas”.
Por “nuestras bibliotecas” deberá leerse “nuestros monumentos de tiempo”, un milagro de reunión que persiste en los libros por lo que los laberintos de sus páginas tienen de caja negra.
Hay varias escenas de revelación, aquello que irrumpe del pasado entre las páginas y es su más allá del vínculo de lectura. Son las cosas de la vida impregnando la literatura. En la oficina de Chejfec de la New York University había quedado un ejemplar de A la salud de los muertos – Relatos de quienes quedan (Cactus, 2021), de Vinciane Despret, comprado en Buenos Aires tres meses antes de su muerte y marcado en la página 43. Montaldo intentó continuar esa lectura inconclusa, y no pudo “entender nada de lo que decía”.
Pero también dice que encontró “otras perlitas”. Una de ellas es una larga dedicatoria en un ejemplar de Tristram Shandy, de Laurence Sterne, que Chejfec le regaló para su cumpleaños en 1982. Montaldo no revela una sola palabra de esa intimidad, pero le dio el siguiente subtitulado: “Es un hermoso texto donde dice, con algunas vueltas, que me ama”.
“Hacia otro lado” es el diario a cuatro manos de un viaje costa a costa en auto por los Estados Unidos. Que no se preocupen por identificar quién escribe cada entrada coloca en el segundo plano que le corresponde al criterio de propiedad intelectual, para que en el primero quede una sensibilidad de dos cabezas, es decir el patrimonio sensible de una relación.
Por supuesto que puede deducirse la sospecha de autoría por el color de las hilachas verbales que cuelgan de los párrafos, pero al costo de caer en distracciones y, por lo tanto, en un distanciamiento con la materia que es, sin exagerar, casi todo lo que hay: secretos del Faulkner inútil empleado del correo en Mississippi, reportes del Museo del Alambre de Púa, las nubes de Albuquerque (que son las de Breaking Bad), ilustraciones de Molina Campos en el baño de un bar, el sol de “mediodía” a las 5:30 A.M. de Arizona, un helicóptero de guerra “aparecido” en la ruta 191 de Montana, la escultura hecha con diez Cadillacs en Texas.
“Are you one or two?” es una memoria del viaje Sergio Chejfec a la bienal de arte de Kochi, ciudad de la India de “apenas” un millón y medio de habitantes. El título es la pregunta textual que le hizo un nativo, y de la que Chejfec no entendió su sentido corriente (si viajaba solo o acompañado) sino que adaptó a su sentido interior entendiendo que lo que le estaban preguntando era si en él había una o dos personas.
Había ido a publicar fragmentos traducidos al inglés de su novela Baroni, un viaje en las paredes de Kochi a través de unos escribientes, en la línea del artista que delega la materialidad de sus ideas en terceros: “El tiempo actuaría contra la permanencia de lo escrito, cuando por lo general se trata de lo contrario: que lo escrito triunfe sobre el tiempo”.
Pero la pregunta sobre si era uno o dos desplazó la finalidad original del viaje, y Chejfec empezó a girar mentalmente alrededor de esa pregunta y de su respuesta distorsionada como el resultado sorpresivo de una revelación: “El escritor es un fantasma por naturaleza”. Estar presente en Kochi y a la vez destinado a la diseminación de sus textos por la ciudad, le daba una doble condición: escribir y desaparecer tras lo escrito. Y, sin embargo, dice Chejfec, eso no le alcanza a uno para ser dos: “a lo mejor, uno y medio es suficiente”.
DTC