Y DESPUES ES AHORA NARRACIONES

Mudanzas

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Este año arranqué la semana de mi cumpleaños negando mi maternidad.

Después de un largo fin de semana de desmontaje de mi casa embalando, tirando y transportando ropa utensilios libros frascos lámparas rodados, celebro el esfuerzo yendo a comer a un restaurante peruano del Abasto el día de la madre peruana, sin saber. La chica que nos recibe me pregunta si soy madre, me dice puedo hacerte una pregunta, sos mamá, a lo que espontáneamente respondo no. Me aclara que me pregunta porque es el día de la madre y entonces me retracto con un gran ¡Sí! ¡Sí que soy, pero es que no está conmigo ahora! Ella entonces me trae una galleta con forma de corazón que en el medio lleva una oblea que dice Felíz día de la madre en cursiva. Mientras nos acompaña hasta la mesa me dice, como si fuéramos amigas de siempre “¡Me dijiste que no!”, la tomo del brazo, como si existiera esa amistad y le reafirmo “¡Te dije que no!” y nos reímos las dos en breve complicidad. Me quedo pensando, no era ni difícil ni ambigua la pregunta que me hizo y sin embargo respondí con un contundente no. Se lo atribuyo a los movimientos del fin de semana y a la desorientación de empezar a vivir en otra casa, en otro barrio, en la misma ciudad. Y como no está Ramón en ese momento conmigo es un simple ‘no’. 

Desmontar una casa es trabajoso, hace tanto que no lo hacía que lo subestimé. Además, es mi primera casa de más adulta más estable, hasta ahora solo había andado con cacharros y valijas de acá para allá. Y además, es algo que tengo que hacer sola necesariamente porque hay diferentes criterios para los objetos: embalo pero se queda en la casa, embalo y me lo llevo, no embalo, meto en bolsas, marco verano, marco invierno, tiro. Nadie más que yo puede saber qué prefiero regalar o tirar, o qué cosas uso con frecuencia y voy a necesitar en nuestra casa interina de alquiler. Así que a lo largo de días voy de un ambiente a otro aplicando criterios y durante días también siento que la cosa no avanza, no quiere avanzar. Yo ahí de pie entre los objetos desordenados, fuera de lugar, cuántas cosas por dios, aún con la casa no muy grande pero cuántas cosas y qué necesario este movimiento, sin embargo. Porque sino, todas esas cosas estáticas, ¿qué y para qué son? Incluso los libros, siempre a la vista, siempre con sus lomos, pero la mayoría no se volverán a leer y entonces, ¿qué esperan ahí? Por primera vez en mucho tiempo miro esos libros en la biblioteca y no entiendo. ¿Por qué los estoy reteniendo? ¿Por qué retengo los que ya leí? ¿Por qué no me quedo con un grupete de los del momento, de los por leer, más alguno preciado, y ya? Pero, ¿y los libros en alemán? ¿A quién se los puedo donar? En la casa de mi madre pasa lo mismo en este momento: libros y libros en alemán, clásicos y de los otros, los libros no se tiran a la basura pero si ya nadie los quiere ni los puede leer entonces qué. Qué con ellos.

Por primera vez en mucho tiempo miro esos libros en la biblioteca y no entiendo. ¿Por qué los estoy reteniendo? ¿Por qué retengo los que ya leí?

De pie en esas habitaciones, poseída por todos esos objetos, cosas que qué.

En el 2013 tuve una semana vórtice portal umbral de cambios y concreciones, de días que son como semanas y semanas como meses, parecida a esta. En esa ocasión, un día antes de mi cumpleaños, en el mismo día hicimos la transacción para comprar un departamento familiar y a la noche estrené una obra cuyo estreno se había venido posponiendo por las razones más variadas. Este año la semana de mi cumpleaños tuvo algo similar: emprender la reforma en ese departamento, aplazada por las razones más variadas también, habitar una casa nueva en otro barrio; emprender una ortodoncia, empezar un taller nuevo de cruce de lenguajes, que muera de cáncer una amiga de la familia, muy joven, muy alegre, después de una lucha larga e imposible contra la enfermedad, que comience la obra en mi casa, que se detenga la obra en mi casa por necesidad de permisos municipales y luego el encuentro ansiado con amigxs, y danzar danzar danzar y la voluptuosidad del cariño, la de lxs amigues, la de la familia, los primos charlones que siempre tienen algo que decir, que preguntar, años conversando con los primos a los que les gusta desmenuzar, y desmenuzar en largos trayectos en autos con niñes en el fondo, en largas sobremesas conversadas, ahora somos nosotrxs los adultos que siguen sentados, comiendo hablando y bebiendo, y son otrxs los que se alejan de la mesa a jugar.

Ofertas que tuve cuando comuniqué la búsqueda de un alquiler temporario: la primera fue de un muchacho amigo de amigxs que vive en Berlín desde hace rato y tiene en venta su ph que me ofrece sin costo con absoluta amabilidad. De barrio es ideal pero está completamente desmontado, sin heladera siquiera y acaso inhóspito para habitar con hijo en meses de invierno. 

Segunda opción de vida posible: una amiga que vive en comunidad con su hije y padre de su hije en una casona por Villa Urquiza nos ofrece, también con absoluta amabilidad, una habitación para nosotros dos por tiempo indefinido, compartiendo gastos nomás.

Tercera: un amigo director de cine me ofrece su departamento en Belgrano por pago de gastos pero a partir de junio y eso nos obliga a estar yirando y aparte Belgrano, a años luz de la escuela de Ramón.

Y después el derrotero podrido y falaz de las páginas de alquileres temporarios, que exponen en sus portales propiedades que luego nunca “tienen disponibles” a precios que nunca serán. Porque a cambio de esas no disponibles por ese presupuesto ofrecen monoambientes en barrios del otro lado de la ciudad. Y consultan cuál es el motivo del alquiler temporario pero luego el precio es el mismo para un turista extranjero que para alguien que viene a operarse del interior o para nosotrxs que tenemos que hacer unos arreglos y vivimos acá. Tirria al mundo de las inmobiliarias y lxs usurerxs de la propiedad.

Por fortuna acabamos dando con el rotx para el descosidx amigo de amigo que tiene un departamento en alquiler en barrio en el rango, está amueblado, él necesita alquilar, nosotros habitar, hay acuerdo, apretón de manos y tenemos dónde recalar.

El miércoles nos censo en nuestra nueva casa provisoria. A la tarde vamos a la plaza del barrio cuyos juegos de plástico tienen terminaciones moriscas. Después de jugar con niños con kipá, Ramón me pregunta si él también es judío ortodonso. Algo de la desorientación cala en ambxs.

Finalmente, la galleta con forma de corazón de la madre peruana la come él en su excursión escolar al Jardín Japonés. Aclara que también comió la parte de la cursiva, le digo que está bien, que era para comer, comenta que de todos modos era demasiado dulce.

RP