Del diccionariolibre.com
Muñeco
Jerga popular para describir el miembro sexual masculino.
Ejemplo:
Voy a mojar el muñeco.
Esta semana, en vísperas del 3J, nuevo aniversario del #NiUnaMenos, el gran chiste nacional fue el bulto en la estatua erigida en homenaje a Marcelo “Muñeco” Gallardo, histórico DT de River Plate, el más ganador (con 14 títulos), que fue presentada el sábado 27 de mayo a la entrada al Monumental. Gallardo es considerado uno de los mejores, si no el mejor, director técnico de la historia del fútbol argentino. Y lo dice una bostera. Y no es que aquí vaya a levantar el dedito (acusación que también podríamos discutir, quién levanta qué a quién), ni que venga a moralizar ni nada de eso. Vengo, como siempre, a tratar de pensar en voz alta (si podemos comparar publicar un texto con hablar desde alguna clase de estrado o en una esquina, en la calle, con un megáfono).
Lo primero que pensé después de escuchar risas en programas periodísticos, ver memes y posteos varios (infaltables, Los Simpsons, siempre), es: miramos ese bulto no porque esté ahí (alguien dijo: “No es el David”, que también muestra “lo suyo”) sino por la forma, redonda, como una pelota. Una pelotita en rigor, no la de fútbol, ni siquiera de tenis, ¿de ping pong? ¿de golf? También pensé que la figura invierte la famosa frase de Maradona: La tenés afuera, Marcelo, podríamos decir.
Aunque convenientemente cubierta por unos pantalones, todo de bronce. Interesante, por otra parte, el proceso de producción, con donaciones de los hinchas y socios del club, de llaves que fueron fundidas. Un verdadero robot, hecho de chatarra. Bueno, eso no es nuevo. También la de Maradona en Santiago del Estero es de bronce y mide 5 metros, y la de Messi en Mar del Plata con las tres estrellas está recubierta en una pátina de ese mismo material. Mide 1.69 metros. Aquí la competencia no es por quién la tiene más larga sino más alta (más elevada, volviendo a eso que alguien le levantaría a otra persona, concretamente, a un hombre). Alta, larga, todo es cuestión de tamaño. Gallardo gana por goleada: mide 8 metros y pesa cerca de siete toneladas. Esas serían cosas que históricamente les preocuparon a los hombres. Y si, en todo, caso, nos preocupan a las mujeres es por razones más problemáticas: por la cuestión de poseer(nos). Eso sería lo segundo que pensé.
Lo tercero es que la artista que realizó la estatua que demandó cuatro años, Mercedes Savall (autora de una escultura de Ángel Labruna), a pedido del médico Carlos Trillo, que fue candidato a presidente del club (no confundir con el escritor e historietista, creador de El Loco Chávez), habló de la búsqueda de impacto. Fue Trillo quien le pidió el detalle del bulto. Claro: todo podría reducirse al impacto, la viralización, llevar las miradas al objeto y por extensión al club y demás.
Inevitables, surgieron las comparaciones con El Toro de Wall Street en Nueva York, esa gran escultura con enormes testículos que la gente toca porque darían suerte. Obviamente, los chistes y memes hicieron alusión a esa posibilidad. Ahora, para entrar en la cancha de River, ¿habrá que tocarle el bulto a Gallardo, o a su libre interpretación? La artista lo contó sonriente, divertida, como todos los periodistas que hablaron del tema: son los códigos del fútbol y se aceptan, no se discuten (yo tampoco discuto ahí y me río). Algunas personas, para minimizar el impacto del bulto o desviar la mirada, hablaron de lo desproporcionados y enormes de los brazos y la Copa. Otra cuestión de tamaño, como la altura y el peso, y no el bultito. Gallardo no objetó nada y estuvo de acuerdo con todo. Aunque la cara de la estatua no se parezca a la de él: hubo memes que señalaron el parecido con la cara del abogado mediático Fernando Burlando.
Ahí me quedo. Porque no puedo con mi genio: es como si la escultura (o la escultora, que además es mujer) se estuviera “burlando” de la idea de fidelidad en el arte. De la necesidad de ajustarse al original. Como si, además, literalizara, usando el código futbolero, es decir, jugando con la otra expresión en la jerga, la de “muñeco”, que es el apodo de Gallardo. Parece que se lo pusieron los jugadores de River en los 90, cuando subió a la primera como futbolista, aparentemente, por su baja estatura y la cara infantil que remitía a Chucky, el muñeco diabólico. La escultura de 8 metros vendría a hacerle justicia al petiso (perdón, Mabel). Como las del Diego y de Lionel. Todos grandes de baja estatura.
La artista, con la ayuda de los socios que donan sus metales (sus llaves, las que abren puertas) se está “burlando” de la idea de “fidelidad”, y simboliza el apodo moldeándole (alerta a personas sensibles a las derivas del lenguaje popular) el “muñeco”, que está ahí para ser visto, y tocado.
No es el David de Miguel Ángel, no. Tampoco busca el reflejo: exagera, distorsiona, agranda o achica. Busca viralizar. Por otra parte, se desvía la mirada que históricamente se depositó en el cuerpo femenino, dando vergüenza (burlando). Algo escribí sobre eso y mi propia vergüenza en esta columna. Así que sí, esta es una lectura feminista del hecho que nos hizo reír toda la semana, en vísperas del 3J, que no nos da risa, nos preocupa, en un contexto de retrocesos en cuanto a todo lo que supimos conseguir, pero también sabiendo que la semilla brota y crece imparable. Y podemos reírnos del muñeco de Gallardo, teorizar sobre el tema, o (eso va para hinchas de River) tocar su representación metálica por cábala, también, sin culpa.
GS