Panorama de las Américas - Opinión

Dos presidentes de la vieja escuela

12 de noviembre de 2022 00:11 h

0

Al anglicano Daily Telegraph no le gusta nada Joe Biden. Ni cómo tartamudea al hablar, ni cómo trastabilla al subir escaleras, ni cómo piensa cuando piensa por su cuenta, ni lo que hace, ni lo que no puede hacer, ni lo que querría hacer. Ni su catolicismo romano: el presidente demócrata de EEUU es un creyente tibio, pero un practicante mojigato. Elegido en 1972 con una campaña de mano dura contra la droga, sustancia que consumen mucho los jazzistas negros -pontificaba-, a los 30 años fue el senador más joven de la historia del Congreso norteamericano. Ya no abandonaría Washington DC. Representó al pequeño estado nordestino de Delaware hasta mudarse en 2008 del Capitolio a la Casa Blanca, cuando triunfó la fórmula donde él figuraba como vice de Barack Obama.

El diario conservador más importante de Gran Bretaña admite que hay algo que Biden aprendió a hacer tan bien en la capital federal en sus 36 años como senador y 8 como vicepresidente. Una especialidad en la que el político demócrata que cumplirá 80 años el domingo 20 de noviembre sigue siendo imbatible. Biden, reconoce el Telegraph, da los mejores apretones de manos (handshakes) del Distrito de Columbia, saluda a cada persona y personalidad por su propio nombre propio. Y no sólo recuerda todos los nombres que importan: también los de familias y familiares de quienes importan.

Apenas conocido el resultado de las elecciones de medio término del martes 8 de noviembre, Biden llamó a Kevin McCarthy, el futuro presidente republicano de la Cámara de Diputados, que sustituirá a Nancy Pelosi en enero. Californiano como ella, este republicano no tiene nada que pedirle a Biden. La negociación será dura, o más bien no habrá negociaciones. Por el estricto bipartidismo norteamericano, McCarthy ya tiene los votos para la presidencia. Y los republicanos, y Trump, quieren iniciarle un impeachment a Biden, para condenarlo por la retirada de las tropas de Afganistán. 

El Congreso también podría abrir una comisión investigadora sobre Hunter Biden, con varias acusaciones ya preparadas de antemano. Por colaborar con la inteligencia rusa en Ucrania para interferir en las elecciones de EEUU en 2016 (cuando Trump derrotó a la candidata demócrata Hillary Clinton). O por recibir dinero de empresas vinculadas al Partido Comunista Chino, o administradas por él. En 2019, en EEUU a instancias de Trump, y en Ucrania en una causa abierta por el fiscal general Ruslan Riaboshapka, el segundo hijo de Joe Biden fue investigado en Washington y en Kiev por sus actividades, y posteriormente desprocesado en los dos países. Sin embargo, el hijo del presidente demócrata sigue aportando algunos de los episodios más ricos en complicaciones en una narrativa trumpista conspiranoica ya de por sí frondosa y proliferante.

Una Comisión investigadora del Congreso se agotaría en el espectáculo de su propia investigación. Sería un aporte fundamental. Según opinó en la televisión pública norteamericana el columnista del New York Times David Brooks, muchos candidatos trumpistas en la elección del 8 de noviembre perdieron el voto porque les faltó por completo lo que a Trump le sobra con creces: show. No sólo eran malos candidatos republicanos: la indigencia performativa y elocutiva, la pobreza de ingenio pop, la insolvencia para el humor hostil los hizo pésimos candidatos trumpistas.

La CNN Brasil, que lo quiere a Lula, e hizo campaña por él de cara al balotaje del 30 de octubre , señala el mismo don de gentes en el presidente brasileño. Apenas dieron el Breaking News con la victoria petista, un periodista se preguntó cuán difícil la tendría con un Congreso opositor. La periodista Daniela Lima, que conducía la emisión, no parecía angustiada: es lo mejor que sabe hacer Lula es negociar con encanto, tiene una experiencia insuperable, conoce uno por uno a los diputados del Centrón derechista, los nombres de los padres, hijos, nietos, qué enfermedades padecieron, cuáles enfrentan, qué les gusta de postre.

La comparación automática de Bolsonaro con Trump, de la que nadie se privó, acaso sea menos rica en consecuencias útiles que un paralelo forzado entre Lula y Biden

la primera persona que llamó por teléfono Lula, entre las de los poderes preconstituidos, después de confirmarse su elección, fue a Arthur Lira, presidente de la Cámara de Diputados. Le preguntó por su padre, la salud de ese antiguo senador, del Centrón, como su hijo. Lo llamaba, le dijo el presidente federal electo al presidente actual de la Cámara baja, para que la transición se hiciera del mejor modo posible. En la campaña, Lira había apoyado la reelección del derrotado Jair Messias Bolsonaro. 

Lira tiene una agenda. Ser reelegido presidente de la Cámara de Diputados por la nueva Legislatura que asume en enero. Quiere el aval de Lula y del PT. ¿Por qué Lula lo llamó primero a Lira? Porque este diputado de Alagoas afiliado al partido de derecha Progresistas (PP) tiene la lapicera de iniciar impeachments. Y la derecha del Centrón tiene bancas de sobra en el Congreso para votar el juicio político y sentenciar la destitución del presidente.

Vidas paralelas / Vidas para leerlas

El martes 8 de noviembre, en la conferencia de prensa que dio después de las elecciones, Biden lanzó su llamado a los republicanos: “Trabajemos juntos”. El mismo que lanzó en enero de 2021, al inicio de su mandato. Y en sólo dos leyes pudieron trabajar juntos: los fondos para renovar la infraestructura de comunicación vial, fluvial y marítima y la reconversión energética. A esos acuerdos se llegó exactamente un año atrás, el 15 de noviembre de 2021. Nada más desde entonces, y ahora deben pensar qué hacer para elevar el techo de gastos autorizado, para que la administración pública no tenga que cerrar. Y además, hay que buscar acuerdos para la inflación, el cambio climático, y la guerra en Ucrania. 

Lula y Biden enfrentan dos Legislaturas en las que no cuentan con mayorías. Más acá de hacer avanzar iniciativas de leyes propias, los dos Ejecutivos necesitan la autorización del Legislativo para enfrentar gastos inmediatos.

Los dos vienen de sus respectivos Nordestes nacionales. El Nordeste brasileño es una región, de diez estados, que concentran 30 millones de habitantes, sobre un total de 200 millones en el país, pero que sólo contribuyen con el 13% del PBI nacional: son los menos educados. En los dos vecinos estados norteños y amazónicos, los más ricos en superficie, los más pobres en habitantes, la población es mayoritariamente de origen nordestino. Es una región que dio votos a Lula, siempre, y que esta segunda vuelta de 2022 le aseguró su victoria.

El Nordeste de EEUU, en cambio, habita la población mejor educada del país, y los estados son ricos. Sin embargo, Biden, como Lula, es católico, de familia numerosa, de origen trabajador y proletario.

La comparación automática de Bolsonaro con Trump, de la que nadie se privó, acaso sea menos rica en consecuencias útiles que un paralelo forzado entre Lula y Biden

En Brasil, para cumplir Lula una promesa de campaña de primer orden, que también estaba en el primer lugar de las promesas de Bolsonaro. Conservar en 600 reales el monto del Auxilio Brasil, el mayor plan social, con mayor número de beneficiarios (una gran proporción en el Nordeste). Y más fondos para Farmacia Popular, el sistema de subsidio de medicamentos. Y si fuera posible para otros planes, además. Ahora, el Presupuesto 2023 fue votado, aprobado, sancionado, y ya es Ley. Hace falta un Proyecto de Enmienda Constitucional, para modificar el gasto.

El Centrón derechista que gobierna el Congreso demuestra cómo gobierna Brasil. Le ofreció los votos a Lula. O eso parece. A cambio de que no intente modificar el llamado 'presupuesto secreto', el sistema de multimillonarios gastos reservados que favorece a diputados y senadores derechistas. Lula respondió que el PT no presentará candidato de su bancada para la presidencia de la Cámara de Diputados.

El orçamento secreto es un procedimiento parlamentario iniciado en 2020. El nombre derogatorio se debe a los medios. Su nombre oficial es emenda do relator. Consiste en la reasignación de fondos del presupuesto público, enmendando partidas presupuestarias previas, según demandas alegadas por los parlamentarios, definidas e identificadas en la carátula presentada por la categorización invocada: la de serles esos fondos necesarios y urgentes.

Se ha caracterizado a este sistema como forma de corrupción, de compra del voto con recursos estatales, más inexpugnable que los escándalos de Odebrecht o de Petrobras. A diferencia de aquellos mecanismos de financiación de la política con dinero de la cartelización de la obra pública o de la petrolera nacional, este es legal en extremo. Lula había prometido en campaña, sin embargo, ponerle fin. En 2021, 16 mil millones de reales del Presupuesto desembocaron en orçamentos secretos. Una suma secreta análoga, acaso mayor, nunca inferior, se ha calculado para este 2022, cuyo 31 de diciembre será el último día intacto del primer, y hasta ahora único, período presidencial de Jair Messias Bolsonaro.

AGB

.