Esta columna recibe alertas digitales y seguimientos analógicos personalizados las 24 horas de todos los santos días que reaccionen a la marca “Luis Majul”. ¿Por qué? Bueno, porque aquí hay una admiración -con picos de idolatría- por el único argentino que encarna con la naturalidad del dandy las mayores tradiciones de la inteligencia universal, el uso de la lengua española en sus máximos estados de refinamiento estilístico, la elegancia sastreril bajo el código del slim fit, la dicción insuperable de las llamada golden voices (de la que se descuelgan los vibratos olímpicos de un Presley Elvis, de un Fontana Cacho), los honorarios 100% en blanco, la épica pedestre en el uso indiscriminado de los zapatos de taco y punta, el desinterés trapense por lo material y el interés trapense por el voto de silencio, la ausencia ejemplar de servilismo, la guerra sin cuartel contra la falsedad, la falsificación y los falsarios, el don casi perdido de saber escuchar, la distensión corporal -sobre todo en áreas sensibles como mandíbula y dentadura- en tanto expresión inequívoca de la pureza del alma, etc.
Es cierto que pareciera que al párrafo anterior se le fue la mano en adjetivos. Sin embargo, debe decirse que se quedó corto. No hay idioma que pueda responder a las exigencias del amor. Pero hay que salir del arrobamiento ideológico y pasar a los hechos que desean juzgarse aquí.
Tres de la mañana: salta en el teléfono la alarma de la marca “Luis Majul”. ¡¿Qué paso?! ¡¿Dónde está?! ¿Le habrá pasado algo? ¡Protegelo, dios! Reacciones típicas del sueño al ataque por sorpresa de la vigilia. No era tan grave: Nancy Pazos aparecía en un recorte de televisión, distribuido por la red cloacal X, contando un episodio en el que a un periodista le habían rechazado la renovación de la licencia de conducir en el ACA de Libertador por no haber alcanzado el alta psíquico. Y agregaba un corolario desafiante: “¿Esto es cierto Luis Majul?”.
A muchos genios les ha ido o podría irles mal respondiendo al Test de Rorschach, al Inventario de Depresión de Beck, al Test de la Figura Humana, a la Escala de Inteligencia de Wechsler o al Test de Stroop. ¿Y? ¿Cuál es? Por eso no son psicóticos, ni neuróticos, ni oligofrénicos ni comunistas. Son simplemente genios, ejemplares humanos que se salen de la Autopista Panamericana de las convenciones y vuelcan en la banquina de las diferencias. Son distintos, y Luis Majul es distinto, o sea mejor. ¿Cuál es el problema si en el block de hojas del ACA, con monograma del ACA y lapicera souvenir del ACA dibujó la casita a mano alzada con la chimenea en el sótano y la puerta en el techo? ¿Eso lo convierte en un idiota incapaz de manejar sus naves alemanas? Es un distinto que no sabe dibujar. Ahora, si lo que quieren es perseguirlo para inmovilizarlo…
Este tipo de maniobras destinadas a silenciar a un héroe que lucha en soledad contra el poder de los poderosos y los poderosos del poder, sin recursos y de manera desinteresada en una época donde todo es interés, ya las conocemos. El periodismo argentino de trinchera ya tiene demasiados mártires. ¿Quieren uno más en la lista? ¿Quieren otro Rodolfo Walsh? ¿Porque a la hora de dibujar un lavarropas le sale una jirafa? ¿Oyeron hablar alguna vez de la palabra “arte”, queridos censores de electroshock fácil?
Ojalá sea cierto, como dijo Nancy Pazos, que finalmente el querido Luis Majul pudo anular con un golpe de timón burocrático el trámite del ACA y reiniciar otro en unas oficinas perdidas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de las que salió arando fast & furious con su flamante plástico de conductor habilitado para vehículos de alta gama y un poco chatos por lo que he visto, dado que a mi ídolo le gusta manejar en posición “tomográfica”, a lo piloto de F1, para sentir más hondo el adrenalinazo de la aceleración.
La pregunta de por qué se persigue con tanta saña a semejante figura puede tener varias respuestas de fantasía y una sola certeza. Respuestas de fantasía: la envidia por la facha, los celos por el carisma y las ganas desesperadas de ser él, que es algo bastante extendido entre los argentinos de entre 14 y 99 años. Querer ser Luis Majul: un deseo nacional.
La certeza es que el poder no tolera su altísima popularidad, traducida automáticamente al altísimo rating de sus apariciones en pantalla. Aparece y se detiene el mundo. No hay final de Champions League ni Gran Hermano ni Ahora caigo que puedan resistir, sin volverse invisibles, la irrupción mágica de Luis Majul cuando decide salir a entrevistar con los tapones de punta de un full back de la Inquisición a una amplia gama de personalidades públicas, entre las que han desfilado Javier Milei, Luis Caputo, Javier Milei, Luis Caputo, Javier Milei, Luis Caputo, Luis Caputo, Luis Caputo Javier Milei, Javier Milei, Javier Milei y Javier Milei.
Para entender qué es lo que está en juego (y por qué quieren voltear a nuestro ídolo), hay que reseñar en qué consiste el rating. Su unidad de medida, el punto de rating, equivale al 1% del target elegido. Por lo que, según los datos de población de 2020, que da unos 3 millones de hogares en el AMBA, el punto de rating equivaldría a unos 30 mil hogares, con un máximo de audiencia de más de 90 mil espectadores y un promedio de 75 mil.
La medición de audiencia a través de la “unidad rating” la hace la empresa internacional Kantar IBOPE Media a través de unos codificadores llamados people meter, que se instalan en los hogares sorteados en base a patrones estadísticos cuyos criterios no son públicos. Siempre y cuando los “beneficiados” acepten. Lo que no es fácil porque el rechazo ha sido siempre muy alto.
Según un informe de Chequeado, en 2020 IBOPE tenía 2400 people meter en 800 hogares (donde puede haber más de una pantalla) distribuidos en Ciudad Autónoma Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Rosario, más el agregado de un registro de 3600 cuadernillos que llenaban espectadores de Tucumán, Mar del Plata, Bahía Blanca, Santa Fe, Paraná y Alto Valle. Por qué cuatro años más tarde, en una entrevista a Forbes de Argentina, el CEO de IBOPE, Ariel Hajmi, dijo que había 1500, es un golpe al corazón del concepto de progreso.
Hajmi también dice en esa entrevista que este es el año en el que se empieza a hablar del focal meter, que se conecta al router y no al televisor, para que pueda determinarse con qué tecnología se están consumiendo los contenidos, incluyendo los consumos on demand. Y da un dato misterioso sobre el reach, un indicador que registra cuántas personas miran un contenido antes de abandonarlo, al contrario de lo que ocurre con el rating, que registra la permanencia, es decir el espectador que se queda. Situación que posibilita que un programa que tiene reach puede no tener rating.
Esta trama con enredos, que opera en las sombras de los grandes espectáculos de la ética personal como los que protagoniza Luis Majul cada día, cada hora de su vida, es la que fomenta que se le esté dando a la matraca con lo del dibujito del ACA, como si Lewis Hamilton fuese Pablo Picasso.
El “pecado” de Luis Majul, además de su encanto, además de ángel, se llama ma-si-vi-dad. Lo ve el país (y verlo es adorarlo). Es cuestión de sacar unas cuentas sencillas. LN+, el canal de noticias verdaderas donde descuella y da cátedra de taquito sobre cómo honrar los trajes entallados que son el sayo de su profesión (perdón: de su “misión”), viene teniendo entre enero y marzo más o menos un promedio de 1 punto de rating.
Si, como decíamos, 1 punto de rating equivale a 30 mil hogares, eso quiere decir que la masividad de Luis Majul y, por añadidura, el valor moral pero también comercial de su influencia es irrefutable.
Supongamos que en esos 30 mil hogares no hay 30 mil personas frente a 30 mil pantallas porque el televisor encendido es como el termotanque o el tiro balanceado encendidos en piloto (dado que por lo general el televisor está en un punto de la casa y el espectador en otro): ¿cuántas personas podrían ver realmente la magia de Luis Majul cuando sale a lucirse en LN+? ¿20 mil? ¿15 mil? ¿Más o menos como la cantidad de lectores de esta nota? ¿15 o 20 mil sobre un universo de 3 millones en el AMBA? ¿Menos del 0,01%, o como máximo el 0,01% si los 30 mil espectadores están clavados en sus 30 mil sillones frente a sus 30 pantallas?
Voy a tener que hacer la cuentas de nuevo porque no me dan los números. Tiene que haber un error mío porque ya sabemos que Luis Majul es perfecto. Algo hice mal. ¿Cómo un genio del pueblo como él va a tener entre 15 y 30 mil espectadores por programa en un área de 15 millones de habitantes? Es muy poco. ¿Y si esos -con suerte- 30 mil espectadores cultísimos y majulianos son del orden del reach y no del rating? ¿Y si solamente “pasaron” por esa maravilla humana llamada Luis Majul, es decir tocaron y se fueron? Qué triste se puso todo esto. Nos queda el consuelo de que Él nunca se ensució sus manos de concertista con un solo centavo del Estado, y que tiene licencia de conducir renovada.
JJB/MF