Yo quiero que Taylor Swift me bese en el Super Bowl

17 de febrero de 2024 19:34 h

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En tiempos de Reagan, los republicanos querían un mundo sin comunismo, con libre comercio, y donde las historias de amor terminan como beso de estrella pop a un novio ganador del Super Bowl. En tiempos de Trump, son proteccionistas, denuncian el libre comercio como cosa de comunistas (los chinos), y deconstruyen el beso de Taylor Swift a su novio futbolista vencedor en Las Vegas del Super Bowl LVIII

Desde Ronald hasta Donald 

Desde Ronald hasta Donald, desde el  presidente ex actor cinematográfico deslucido que ganó su reelección consecutiva hasta el ex animador televisivo exitoso que la perdió, los republicanos cambiaron. Según uno de los más brillantes comentaristas sociales y editorialistas del New York Times, el republicano David Brooks, en los últimos quince años el Grand Old Party (GOP), el partido fundado por Abraham Lincoln, y su electorado, mudaron hasta lo irreconocible. Hasta qué punto esa mudanza no sea alarmante reflujo doméstico, lamentable e imprevisto sin antes haber sido fatal o imprevisible, de las mudanzas globales consensuadas desde Washington por líderes republicanos inquilinos de la Casa Blanca, es otra cuestión.

Desde la centroderecha, al dar cuenta de las victorias y las esperanzas de Trump, Bolsonaro, Milei, Noboa, Lacalle, Meloni y otras figuras europeas, muchos análisis que no sin justo título se reclaman democráticos -como los del propio Brooks-, asignan a las batallas culturales una ventaja que al final resultó margen decisivo para que la derecha ganara la guerra electoral y se hiciera con la presidencia o con más bancas en el Congreso. Sí, es cierto que los blue-collars, los trabajadores de overol del cinturón industrial oxidado del Medio Oeste cristiano, se ven despreciados por las élites educadas en universidades privadas que votan Obama o Biden. Denunciados como patriarcales, racistas, supremacistas blancos, machistas, misóginos, homofóbicos, fascistas, pero, ante todo, como brutos nomás, como aluvión zoológico quieto.

Hay sondeos electorales que para las presidenciales de EEUU del martes 5 de noviembre ubican en casi 100 puntos el porcentaje de la intención de voto demócrata entre las fans mujeres de Taylor Swift

No ha sido en la última década la primera ocasión en que las élites intelectuales y los medios progresistas de EEUU expresaran su rotundo desánimo con esa multitud ineducada. Esa mayoría del hinterland que a sus ojos en la década de 1930 había sufrido la gran Depresión sin entenderla a pesar de lo bien que la Partisan Review se las explicara, sin jerga, desde Nueva York no Wall Street. La misma masa que en la década de 1950 veían conformista, feroz y apática, en la de 1960 racista, cruel e indiferente, y en la de 1990 religiosa, autista y egoísta. En suma, entonces como ahora, siempre inculta, ignorante y mal informada.

Yo soy aquel que ayer nomás no decía, o los republicanos posmodernistas

Antes el progresismo no hablaba desde la Oficina Oval. Antes, también,  en ese largo antes del ayer que evoca Brooks, tener trabajo, en EEUU, era trabajar en la industria. Blue collar o white collar, overol o camisa, la aspiración social era trabajar en GM, Ford, Chrysler, las grandes productoras de automóviles de Detroit. El acrónimo General Motors era reinterpretado –hermenéutica, no deconstrucción- como Generous Mothers: una empresa privada que funcionaba como un Estado Providencia. Después en IBM, cuando en la computación el negocio era la venta de computadoras. Hoy el ideal y el ápice de la riqueza y superioridad de EEUU es Silicon Valley. Lo que vende es inmaterial.

A diferencia de la ilusión edénica de Michigan, aquí nadie se hace ilusiones. En el capitalismo fabril, la movilidad social ascendente era una carrera abierta para cualquiera, aunque no fuera para todos. Es evidente que un empleo en Silicon Valley no es para cualquiera. Para postular hay que saber cosas como las que se aprenden en la Universidad. Y hay que ser, o así lo ven, jóvenes. La población de EEUU es en su mayoría multirracial y de 40 años o menos, según el último Censo. El electorado de EEUU, la suma de todas las personas inscritas para votar, está compuesto en su mayoría por personas de 51 años o más, y estas personas que conforman esa mayoría en el padrón, son clasificadas por el Censo en sus categorías de género masculino y de raza blanca.

Rita Hayworth no traicionaba pero Taylor Swift es una traidora

Si Javier Milei polemiza con Lali Espósito, antes Donald Trump había llorado o denunciado en su red Truth Social la traición de Taylor Swift. El actual candidato presidencial republicano de hecho, cuando era presidente, había apoyado un proyecto de ley impulsado por la estrella pop para que los artistas cobraran derechos por cada piezas musical difundida por las empresas de streaming. ¿Por qué ella lo traiciona, por qué ella se va con los demócratas?

 La catástrofe que Trump temía no ocurrió. Taylor Swift besó a su novio futbolista después que su equipo de Kansas City ganara el Super Bowl en el estado de Nevada. Ante las cámaras. Con audiencias televisivas récord (este 2024, los récord de audiencia tv del Super Bowl en EEUU y de Sanremo en Italia hicieron sonar alarmas en la influenciología). Pero no dijo nada de las elecciones.

Toda propiedad es un robo, y también la elección presidencial, y un Super Bowl en Las Vegas mucho más

Videntes de una catástrofe que no ocurrió, redes trumpistas habían elaborado y difundido la teoría de que la victoria del equipo del novio de Taylor Swift era un triunfo robado y falaz, fruto de un complot exitoso de la izquierda, de una colusión de la cantautora y el presidente Biden, con fines electorales.

En esas redes siguen perfeccionando la explicación, encontrando en una tierra nunca yerma y que jamás decepciona a tales exploradores, nuevos y mejores elementos probatorios del fraude deportivo. Una de las líneas argumentales es la siguiente: ‘Si pudieron fraguar el resultado de la elección presidencial 2020 para darle la victoria Biden, ¿cómo vamos a dudar de que hicieron trampas para que The Chiefs ganara el Superbowl?’

Con la música a otra parte, o de dónde son estos cantantes 

Hay sondeos que fijan en 20 puntos el porcentaje de votantes republicanos convencidos de que el Super Bowl estuvo arreglado por las mafias progresistas (woke). Taylor Swift no hizo campaña con el Super Bowl. Pero ya había hecho antes. Insiste en que nadie deje de inscribirse en el padrón electoral y que nadie deje de votar en las presidenciales de noviembre. Hay sondeos que fijan en casi 100 puntos el porcentaje de la intención de voto demócrata entre las fans mujeres de Taylor Swift. EEUU se ha vuelto el paladín mundial de la diversidad. Diversidad en todo, salvo diversidad de opinión.  

AGB