Al final, no era tan así

Rusia-Ucrania: acelerar la destrucción y la muerte antes de sentarse a negociar

Madrid —

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Como cada vez que debo escribir un artículo sobre la guerra entre Rusia y Ucrania, consulté el sitio de noticas Meduza. Es uno de los pocos medios independientes de Rusia, aunque en los últimos años debió relocalizarse en Letonia por razones de seguridad. 

Fui en busca de las fuentes rusas, a las que Meduza todavía tiene acceso. Quería entender qué sucedía entre la elite política moscovita durante esta semana crucial, pero encontré otra cosa. “La duración de la estancia del ejército ucraniano allí se mide en semanas”, se titulaba uno de los artículos de la portada. 

Era un informe sobre la situación en el frente de batalla. Kurakhovo, precisamente, donde se encuentra el centro logístico más importante del sur de Donbass, en manos de las fuerzas armadas de Ucrania. El primer párrafo señalaba que Rusia atacaba la ciudad desde distintos flancos, y que si no se producía un cambio radical en el escenario bélico la vida de los soldados ucranianos se mediría en cuestión de semanas. 

A esta altura, las palabras, los datos, que dan cuenta del horror de la guerra no hacen mella. Pero este reportaje era diferente, contenía imágenes gráficas del estado de los soldados ucranianos heridos en Kurakhovo. Uno de ellos, raquítico, había sido herido en el cuello. Presentaba un agujero más grande que el tamaño de su oreja, cubierto por una gasa ensangrentada. Probablemente ya había sido herido antes: una cicatriz le atravesaba parte del torso y el abdomen. 

Las imágenes fueron tomadas el 17 de noviembre. Meduza aclara que a diferencia de las fuerzas rusas, a las que la prensa independiente no tiene acceso, estas fotos fueron hechas con el permiso de Ucrania. Vale la pena verlas, al menos una vez. Son reflejo de las vidas que se pierden cada día mientras los medios publican declaraciones de diplomáticos, y artículos para el clickbait como “Descubra las escalofriantes características técnicas del misil hipersónico Oreshnik”.

Conviene preguntarse si alguien piensa en vidas realmente. Esta semana, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dio el visto bueno para que Ucrania utilice misiles de largo alcance en suelo ruso. La medida desencadenó toda una serie de hechos. Reino Unido imitó la medida con los misiles británicos entregados a Kiev. En el lapso de 48 horas, las fuerzas armadas ucranianas atacaron posiciones rusas con ese armamento combinado. Un día después, Moscú lanzó un misil —el mencionado Oreshnik— en la ciudad ucraniana de Dnipro, como una advertencia sobre las capacidades nucleares con las que cuenta el país. Este viernes, la OTAN anunció una reunión de emergencia con el mando militar de Ucrania para analizar el impacto del misil balístico ruso.

Después del ataque, Vladímir Putin señaló que Rusia iba a considerar el uso de más misiles Oreshnik como respuesta a las acciones de los países de la OTAN. Incluso dijo que podrían atacar las instalaciones de países de la OTAN donde se producen los misiles que son entregados a Ucrania. ¿Reino Unido, por ejemplo? El New York Times afirmó esta semana que el Kremlin está llevando a Rusia al punto más cercano de una confrontación directa con Estados Unidos de las últimas décadas.

Lo que viene, lo que viene

Cuando faltan menos de dos meses para que Donald Trump asuma su segunda presidencia, el conflicto escaló a niveles dramáticos. Si en una semana fuimos testigos del uso de misiles de largo alcance, y también de un misil experimental con capacidades nucleares, ¿qué podremos ver antes del 20 de enero? Muertes, sin dudas; pero también especulaciones políticas.

En el New York Times, una nota revela que entre los analistas hay posturas diversas sobre la decisión del Kremlin. Unos creen que Putin teme que Estados Unidos y Europa puedan entregarle a Kiev armamento más poderoso del que las fuerzas armadas de Ucrania usaron esta semana. Otros creen que el presidente ruso está dispuesto a tomar riesgos. La idea de agitar una tercera guerra mundial, podría poner más presión sobre Trump para acabar la guerra a como de lugar. Ese como de lugar sería favorable al Kremlin, arriesgan algunos.  

Uno de los comentaristas del Financial Times escribió este viernes que la diplomacia europea podría aumentar su poder de decisión en una eventual negociación de paz a través del envío de tropas a Ucrania para garantizar un acuerdo con Rusia. “Margus Tsahkna, ministro de Asuntos Exteriores de Estonia, rompió el silencio esta semana y le dijo al Financial Times que Europa debería estar preparada para enviar fuerzas a Ucrania para respaldar un acuerdo de paz. En el lenguaje de la política de Westminster, estaba ‘lanzando un globo sonda’. Curiosamente, dos días después, el globo seguía en el aire, reflejando cómo las naciones europeas están comenzando a considerar si y cómo podrían llegar a un acuerdo (sobre ello)”. 

El periodista inglés no lo hizo explícito, pero podría haberse referido a las declaraciones de Rob Magowan, jefe de las fuerzas armadas de Reino Unido. En una conversación con miembros del parlamento, Magowan declaró que los soldados británicos “podrían pelear esta (misma) noche” en Europa del Este si Rusia invade otro país de la OTAN. Es interesante ver el contenido real del mensaje. Después de esa declaración, Mike Martin, un parlamentario miembro del Comité de Defensa inglés afirmó con beneplácito que, como reservista, probablemente se uniría a las tropas británicas en ese escenario eventual.

Un recorrido por los principales medios británicos muestra que las declaraciones de Magowan no generaron un gran debate. La gran mayoría de los habitantes no parece estar interesado en debatir si ellos mismos, sus hijos, o padres podrían ir a la guerra. Entre las redes sociales, los medios, y las calles, las posibilidades de sacar conclusiones sobre el “humor social” son bastante complejas.

Distinto era en la víspera de la Primera Guerra Mundial. La brillante escritora norteamericana Edith Wharton escribió un libro titulado “Francia combatiente” en el que narró el antes y durante de ese gran primer conflicto del siglo XX desde el territorio francés. En los días iniciales de la movilización, Wharton describe la marcha de las personas que se alistarían en las calles de París entre canciones patrióticas y castrenses. “Fue una noche de aclamaciones y cánticos, no bulliciosos, ciertamente, pero sí valientes y decididos”.

Ya en el lugar donde se reunían los reclutas, muchos acompañados por sus familiares, Wharton señala: “Los rostros que pasaban sin cesar ante nosotros se mostraban graves, pero no tristes; tampoco había en ellos el menor rastro de desconcierto. En sus ojos se adivinaba la mirada fija del ganado conducido por el hombre. Todos esos jóvenes, muchos de ellos casi unos chiquillos, parecían saber perfectamente lo que estaban a punto de hacer y por qué”. 

Pasaron más de cien años de aquellos tiempos. Cuesta imaginarse un escenario en el que cientos de miles de europeos se alisten para ir a la guerra. Pero si la escalada bélica continúa, y las negociaciones de paz no llegan, los políticos de Europa se verán en la difícil situación de explicarle a sus ciudadanos por qué alistarse, y, sobre todo, para qué. 

AF/DTC