En 2018, el salario real de los trabajadores registrados promedió una caída del 6,2%. En 2019, del 8,3%. En 2020, del 3,3%. Como resultado, el poder adquisitivo de los empleados formales retrocedió 18% en el acumulado de los tres años: un ajuste brutal por donde se lo mire. La crisis económica de la segunda mitad de la gestión Cambiemos, agravada el año pasado por la pandemia, las sucesivas disparadas del dólar y las consecuentes aceleraciones inflacionarias, entre otras cosas, explicaron esta dinámica.
En 2021, el Gobierno apostaba muchas fichas a la recuperación de esta variable. Pasado el coronavirus y con las vacunas en marcha, decían, el salario real dejaría de caer y empezaría a rebotar. Sin embargo, entre enero y mayo la inflación habría rozado el 22%, dejando muy atrás el 29% objetivo del Ministerio de Economía para todo el año y complicando esta reacción tan importante como esperada. Según las proyecciones de Ecolatina, el poder adquisitivo de los trabajadores registrados habría caído cerca 1% entre enero y mayo.
Amigos en la distancia, una canción de Néstor en Bloque, reza: “promesas incumplidas, engaños a escondidas, fueron el motivo por el cual nos separamos”. Recordando los principales ejes de campaña del Frente de Todos en 2019, podemos pensar que este retroceso del salario real podría ser demasiado costoso para el Gobierno de cara a las elecciones legislativas. Sin embargo, la dinámica de los próximos seis meses podría alejar un poco el mal arranque de gestión.
En el segundo semestre del 2021, la inflación acumularía poco más de 18% según el Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central. Si bien este porcentaje es muy elevado e impide cualquier atisbo de recuperación económica sostenida, está muy por debajo del casi 26% que totalizaría la economía en el primer semestre de este año según el mismo relevamiento. A la vez, también estaría por debajo del 20% de la segunda mitad del año pasado y del 26% de la segunda parte de 2019. Por lo tanto, aunque no sea un buen número en sí mismo, sí marcaría un avance en relación con el pasado reciente.
En un sentido similar, los salarios formales crecerían 26% entre julio y diciembre según las proyecciones de Ecolatina -el REM del Banco Central no aporta información sobre esta variable-. En consecuencia, los ingresos podrían ganarle a la inflación por primera vez en cuatro años. En este marco, el poder adquisitivo avanzaría cerca de 4% en la segunda mitad de 2021. Si bien esta recuperación estaría lejos de revertir la caída de los últimos cuatro años -siguiendo estas mismas estimaciones, el poder adquisitivo estaría un 2,5% por debajo de diciembre de 2019, por ejemplo-, podría descomprimir parte de la tensión.
Para dimensionar esta recuperación de corto plazo, vale recordar que en 2013 el salario real creció “solo” 1% en la previa electoral, mientras que en 2015 este valor estuvo apenas por encima del 3%. Por lo tanto, aunque 2012 o 2014 fueron menos negativos que 2018, 2019 o 2020, de modo que los rebotes eran menos urgentes -y, no menor, esta mejora no alcanzó para evitar las derrotas del entonces Frente Para la Victoria en la Provincia de Buenos Aires-, la segunda mitad de este año podría traer mejores noticias para el bolsillo.
La otra pata fundamental son los puestos de trabajo. Sumando a los empleos informales al análisis, esta variable creció poco más de 2% entre 2018 y 2019. Contrariamente a lo que podría intuirse, la crisis de la segunda mitad de la gestión Cambiemos, que implicó una caída de casi 5% del nivel de actividad, estuvo acompañada por un aumento del empleo -sí hubo un deterioro en su composición, donde se reemplazaron puestos de mayor calidad por otros de menor-. No obstante, en 2020 este indicador se redujo 6%, marcando una caída de 4% en relación con 2017.
El mal desempeño del año pasado podría ayudar en 2021: las bajas bases de comparación que dejó el 2020, además del patrón de recuperación de la economía, liderado por algunas ramas empleo intensivas como construcción o ciertos sectores de la industria, permitiría que los puestos de trabajo recuperen en entre julio y diciembre casi todo lo perdido en el primer año y medio de gestión del Frente de Todos.
En este escenario, en los próximos meses el consumo privado estaría impulsado por dos vías: la recuperación del poder adquisitivo y el rebote de los puestos de trabajo. Si a esto sumamos que las vacunas ayudarían a relajar las restricciones productivas, la segunda mitad del año podría ser bastante mejor que el pasado reciente en materia de actividad económica. Dicho esto, vale destacar que esta dinámica no alcanza para pensar en un crecimiento sostenido de mediano plazo: los costos que implicaría el rebote acelerado de los próximos meses -atraso cambiario y tarifario, caída de las reservas netas para intervenir en el dólar oficial y paralelo- impedirán que la recuperación se extienda a los primeros meses de 2022.
En cuestiones electorales, la memoria suele ser más corta de lo que muchas veces se piensa. A la vez, la economía suele ser menos relevante de lo que se cree. El Gobierno intentará recortar la primera para capitalizar lo que pueda de la segunda. ¿Será el Frente de Todos un frente para la victoria?
Economista jefe de Ecolatina
WC