Panorama de las Américas - Opinión

Trampantojos de Cuba, Uruguay y dos o tres Orientes

6 de agosto de 2022 13:26 h

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En 2030, la República Oriental del Uruguay querría repetir con dos aliados occidentales del Mercosur y con el distante vecino rico del Cono Sur la hazaña de 1930, cuando un próspero pequeño país laico y exportador se colocó en el centro del mundo y del espectáculo como sede del Mundial de Fútbol masculino. Y si fuera posible, volver a ganar la Copa del Mundo derrotando a la selección Argentina en una final dirimida entre las dos orillas del Plata. O, con caballerosidad charrúa, cediendo esta vez el triunfo a la más antigua República rival: la patria son los otros y los mendigos no pueden ser remilgados. La oficialización de la cuádruple candidatura sudamericana de Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay ya es un hecho.

No faltó el historiador de los deportes que comparara ya en este 2022 al anfitrión actual de la Copa FIFA con el de casi cien años atrás. Sólo que el sunita emirato de Qatar, ay, es muy poco republicano, muchas veces menos laicista, y múltiples veces más opulento y espectacular en su balcón del Golfo Pérsico que el estado tapón del Atlántico Sur. Ya ha pagado al contado en obras en infraestructura más de cuanto se ha gastado a crédito en todos los Mundiales de Fútbol y en todos los Juegos Olímpicos sumados desde el primero al último. Si es cierto que los dos países buscaron promoción y vitrina, la comparación parece terminar ahí.

Otra comparación americana se ha repetido estos días, aludiendo a una efemérides de 1962. Han insistido con ella en y desde la República Popular China, pero no sólo allí. Es de señalar como dos situaciones diplomáticas básicamente iguales las 19 horas que ha durado la visita de la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU aterrizada en la isla tropical de Taiwan, la antigua Formosa en su nombre portugués, como escala semi-sorpresiva en una gira extremo oriental, con la crisis de los misiles que hace 60 años involucró a la isla tropical de Cuba, anfitriona semi-sorprendida de misiles de la URSS que había llegado con la intención de ocultarse y quedarse. Las armas soviéticas fracasadamente secretas eran una provocación para Washington, y su presencia contraria a los intereses estratégicos norteamericanos. La cuestión se resolvió diplomáticamente entre la Casa Blanca demócrata de entonces y el Kremlin comunista de entonces; los misiles fueron retirados, como si nunca hubieran estado allí (y también unos misiles estadounidenses fueron retirados después de Turquía, como si tampoco hubieran estado jamás allí en la frontera rusa).

Planteada por Pekín, la analogía de Taiwan con Cuba significaba un reproche a Joe Biden. Y una invitación para que el segundo presidente católico de EEUU obrara como el laico jerarca comunista Nikita Kruschev había obrado a instancias de su doblemente correligionario John F. Kennedy, primer presidente católico estadounidense, con la isla caribeña laicizada. A instancias del laico jerarca comunista Xi Jinping, debería retirar o desautorizar en la isla índica cristianizada a su también doblemente correligionaria (y coetánea) Nancy Pelosi, de familia ítalo-americana. Es cierto que Biden y que el Pentágono habrían preferido que la octogenaria representante de California se hubiera abstenido de proclamar, desde Taipei, el compromiso militar de asistencia recíproca con Taiwan. Es cierto que cuando vuelva a escalar la colina e ingresar en el Capitolio que el 6 de enero de 2021, por otro cálculo no menos acertado, prefirió no hacer defender con violencia de las pintorescas y riesgosas huestes trumpistas, será recibida con un aplauso cerrado y bipartidista.

Termine como termine la crisis entre EEUU y China a propósito de Taiwan, será recordada como 'el Affaire Pelosi'. La visita relámpago de la octogenaria líder demócrata n°82 de la Cámara de Representantes ha desencadenado una violenta confrontación diplomática. Pekín se vio obligada a desplegar vistosas maniobras militares y ejercicios con su flota y sus misiles que estuvieran a la altura de la gigantesca gravedad que atribuían a que la política estadounidense pasara 19 horas en la isla. En noviembre hay elecciones de renovación legislativa en el Congreso norteamericano. Todo sugiere que el partido Demócrata perderá en ambas Cámaras su ajustada mayoría. Todo sugería que Pelosi perdería su banca, todo insinuaba que sería el fin de su carrera política, todo convida a creer que no será así.

En octubre, el Partido Comunista chino celebra su XX Congreso. Todo sugería que en ese otoño en Pekín, a Xi Jinping no le sería difícil obtener los difíciles votos que le harían ganar una distinción única, la de ser reelegido para un tercer mandato presidencial; todo sugiere que no le será tan fácil como esperaba una semana atrás. En el continente, las redes sociales chinas le encuentran sabor a poco a la reacción de Pekín, frustrados sus esfuerzos para bloquear la visita de Pelosi. En Taipei, la anciana dama extranjera fue, condecorada por la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen, también del partido Demócrata (pero taiwanés) con la máxima distinción honorífica que concede su gobierno. 'Qué vibrante la democracia taiwanesa -ironizó Pelosi-; si no nos quieren en China continental, es una cuestión de género, es porque somos dos mujeres'. Tsai es la primera jefa de gobierno soltera en Taiwan, y durante su mandato se legalizó en la isla el matrimonio entre personas del mismo sexo. En el Congreso del que Xi espera la re-re habrá pocas mujeres, y ningún varón casado con otro.

Si a la comparación de las dos superpotencias implicadas en la crisis de los misiles de 1962 con la pareja enfrentada en la 'nueva Guerra Fría' de 2022 conviene hacer serias salvedades, el símil entre Cuba y Formosa se agota mucho antes, casi exhausto en la enunciación de que si, en efecto, se trata de dos islas, tropicales, separadas apenas por un estrecho de las vastas masas territoriales de dos integrantes legítimos del club de la bomba atómica. Pero Taiwan, con 24 millones de habitantes, una población menor al 2% de la china continental, y con una superficie equivalente al 0,4% de la estadounidense, es la 21a potencia económica del mundo. Está llevando adelante el programa de la construcción de una maxi-planta de producción de microchips, por un valor de 12 mil millones de dólares, hasta 2024, con base en Arizona.

Nada importaba EEUU de Cuba. Ni importa. En cambio, el 42% de los bienes exportados por Taiwan es importado por la República Popular; en su mayoría, productos electrónicos. Y microchips. Por sí sola, según datos del segundo trimestre de 2033, la TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) ocupa el primer lugar en el mercado de microchips, con el 52,9% del mercado en el sector de fabricación y ensamblado. En segundo lugar se ubica la empresa surcoreana Samsung Electronics, con el 17,3 por ciento. Pero en el tercero, ya sigue otra empresa taiwanesa, Umc, que domina el 7,2 por ciento. En el mundo, 2500 millones de personas utilizan diariamente productos activados con microchips de la TSMC. 

Gracias a empresas colosales como Evergreen, Yang Ming Marine y Wan Hai, un décimo de la capacidad logística marítima mundial está bajo control de Taiwan, que además tiene bajo su bandera (reconocida sólo por pocos países como la de un Estado independiente) el 10% de los navíos de la marina mercante mundial. Son taiwaneses dos de los más grandes puertos del mundo, Kao-hsiung y Taipei. Entretanto, en La Habana, el Banco Central cubano empieza a intervenir, por primera vez, en el mercado local de divisas. Comprando dólares a un valor cinco veces superior al precio oficial.

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