Forzado a una lealtad inédita, en un lugar destacado y con dilemas propios en el marco de la incertidumbre general, Sergio Massa cumple su primer año como presidente de la Cámara de Diputados. El fundador de la experiencia fallida del Frente Renovador tuvo que lidiar con la pandemia para sesionar y con los números ajustados que le impiden al oficialismo avanzar con todos los proyectos que quisiera. Pero logró que se sancionaran 66 leyes en 22 sesiones y se acostumbró a disfrutar de una cuota de poder considerable desde el Congreso, ese lugar que le inhibía la libido cuando se creía presidenciable. Su influencia no se restringe a lo legislativo sino que se extiende en el organigrama de gobierno, se alimenta de su alianza con un sector del establishment y respira a través de un blindaje mediático que genera envidia entre los altos mandos del Frente de Todos.
Recién reelecto, Massa cierra el año juntando votos para dos leyes que lo muestran en una posición nueva, donde no resulta fácil reconocerlo. En primer lugar, la media sanción del aborto legal que cuenta entre sus promotoras a Malena Galmarini y su hija Milagros pero -según recuerdan ex compañeros suyos- no era un tema que estuviera entre sus inquietudes en el origen de su empresa política lejos del cristinismo.
En segundo lugar, la reforma previsional que desindexa las jubilaciones y no ajusta por inflación sino por recaudación y salarios, una ley que vendrá acompañada de reclamos judiciales. Embanderado desde 2002 en la defensa de los abuelos, Massa agradece en silencio a Cristina Fernández de Kirchner por las modificaciones que hizo a último momento en el Senado al proyecto de la Casa Rosada y piensa salir a defender la ley porque coincide con la de su tiempo de gloria. Lo distinto es el contexto que no garantiza la suba de sueldos por encima del IPC.
El socio de todos
Tal vez más importante que eso, diciembre encuentra a Sergio con una postura distinta a la que presenta Máximo Kirchner en torno a la eliminación de las PASO, un tema que puede ser crucial para la proyección política de la sociedad más novedosa que dejó el primer año del FDT en el gobierno. Como medida excepcional, el proyecto de ley impulsado por los gobernadores de casi todo el país ya ingresó en Diputados, cuenta con el tácito aval del presidente de la Cámara y hay tiempo hasta el 6 de enero para tratarlo en ordinarias. Pero Kirchner hijo es el principal detractor de la iniciativa que le impediría a La Cámpora ir a disputar poder en las provincias y municipios y lo hizo saber de una manera insidiosa: a través de Cecilia Moreau, la diputada que llegó a vicepresidenta del bloque del Frente de Todos en representación de Massa y hoy tiene una llegada indudable al hijo de Cristina Fernández.
El líder del Frente Renovador no dispone de candidatos para ir a dirimir internas en todo el país dentro del panperonismo y prefiere sentarse a negociar un reparto como parte del imaginario equilibrio que le otorga un tercio de las acciones de gobierno. Además, tiene una alianza en Jujuy con Gerardo Morales, el gobernadores radical que se plegó con más entusiasmo al planteo del PJ contra las PASO. Para La Cámpora, las primarias son, en cambio, una iniciativa de Néstor y una oportunidad irrenunciable.
Ya hace unas semanas, Massa había experimentado una situación incómoda durante el enfrentamiento del gobierno nacional con su gran amigo Horacio Rodríguez Larreta. En especial, con el discurso de Máximo que apuntó directo al jefe de gobierno porteño y a su histórica armonía con el dócil peronismo porteño que le hace “brillar los ojitos”.
Desde la oposición advierten indicadores de cierta distancia entre las dos autoridades del oficialismo en la Cámara, como la ausencia Kirchner en las reuniones de Labor Parlamentaria en las que lo representa la propia Moreau o Cristina Alvarez Rodríguez, secretaria de la bancada. En el Frente de Todos, niegan por completo que la relación esté pasando por un mal momento, pero reconocen que las diferencias entre Massa y Máximo están contempladas dentro de un acuerdo general que permite plantear posturas sectoriales sin ser desautorizado por el otro. La posición en torno a la toma de tierras, la seguridad, la política con respecto a los presos, la iniciativa para proteger los silobolsas y las pistolas Taser son apenas parte de ese repertorio en contradicción. Lo mismo puede pasar en las áreas que le corresponden a Massa dentro del gabinete, donde el ministro de Transporte, Mario Meoni, despegar por estas horas la decisión de La Cámpora por el cierre del Aeropuerto de El Palomar que decidió el Organismo Regulador del Sistema de Aeropuertos. El lote que responde al ex intendente de Tigre en tierra de los Fernández también incluye Aysa, el Enacom, Trenes Argentinos y la Comisión Nacional de Regulación de Transporte.
El oficialista
El exjefe de Gabinete de Cristina sostiene un diálogo difícil con el bloque de Juntos por el Cambio, en especial con el radical Mario Negri. El cordobés lo cruzó fuerte en el recinto a principios de noviembre cuando Massa pareció dar lugar al pedido de un apartamiento del reglamento para que el diputado provincial de Somos Río Negro, Luis Di Giácomo, planteara un tema de su interés: era precisamente la suspensión de las PASO que Sergio auspicia con sigilo. Di Giácomo forma parte del bloque filomassista que orienta el diputado José Luis Ramón y responde a Alberto Weretilcneck, un viejo aliado del Massa no kirchnerista. El tema no llegó a tratarse pero logró ingresar ese día en la dinámica legislativa; el choque dejó heridas y terminó de una manera impensada: fue Máximo Kirchner el que le pidió a Negri que volviera a hablar con el presidente de la Cámara de Diputados. Peor que eso fue la discusión pública de Massa, la semana pasada durante el debate por el aborto legal, con Cristian Ritondo, uno de los peronistas del PRO al que conoce desde hace más de dos décadas. “Con el cariño y el respeto que le tengo, usted rompió su palabra”, dijo Ritondo. Se refería al permiso oficial para invitaciones que no estaban contempladas por la oposición. Tal vez haya sido parte de una actuación entre dos peronistas experimentados, como sugieren cerca del presidente de la Cámara.
Massa viene de recibir un golpe que lo conmovió hasta lo más íntimo, la muerte del banquero Jorge Brito, un amigo incondicional y muy poderoso que lo acompañó durante toda su carrera en lo político y en lo económico. Los últimos meses los encontraron en posturas distantes en torno al impuesto a los ricos que finalmente se convirtió en ley. Brito era un detractor encarnizado y Massa actuó con disciplina para respaldar un proyecto de Máximo Kirchner. La amistad había nacido a fines de los años ochenta cuando Massa era un dirigente de la Juventud Liberal Bonaerense y Brito era el presidente del club de paddle San Jorge en Boulogne. Pero se había potenciado como nunca cuando Massa llegó a titular de la Anses y el Banco Macro comenzó a pagarle a los jubilados y a figurar como auspiciante en la camiseta de Tigre y en la mayor parte de sus emprendimientos. Fue Massa, por ejemplo, el que le presentó a Brito a Amado Boudou. Para el presidente de la cámara de Diputados, no será fácil reemplazarlo, aunque no le faltan sponsors en el establishment.
El emprendedor
La fortuna quiso que este diciembre tres empresarios amigos suyos estén involucrados en una operación de altísimo voltaje, la compra de Edenor, que José Luis Manzano y Daniel Vila están negociando con Marcelo Mindlin. El Grupo América es un promotor irreductible de una avenida del medio que se bandea de acuerdo a los ciclos políticos, lo mismo que Infobae, de Daniel Hadad. El diseño se completa con el cableoperador Alberto Pierri y se combina con un auspicio generoso en espacios de los más disimiles que le permite a Massa gozar de un trato cuidado al extremo en los medios, una singularidad que contrasta con la alta imagen negativa que lo acompaña desde hace tiempo.
La familia Bulgheroni y la familia Eskenazi figuran también en ese mapa de relaciones que funciona como un grupo de poder con intereses permanentes. A Massa no lo incomoda aparecer como parte de ese esquema: al contrario, a su lado reconocen que se jacta de su capacidad para reunir intereses poderosos en torno a su proyecto. Massa le abrió puertas a La Cámpora y hoy Vila-Manzano es un grupo de sorprendente afinidad y llegada directa a la cúpula de la agrupación.
Fuera del país, el presidente de la Cámara de Diputados también tiene terminales importantes. Inmortalizado como un anfitrión imprudente por WikiLeaks, es público su vinculo con Rudolph Giuliani, el ex abogado que hoy patrocina a Donald Trump en su lucha por impugnar las elecciones que ganó Joe Biden. El lazo no sólo giraba en torno al marketing de la tolerancia cero sino que llevó a Massa constituirse como socio local del exalcalde de Nueva York en materia jurídica.
Massa está completando el ciclo inicial de un experimento inédito, al que arribó curado en derrotas. Debe preservar su identidad sin romper la disciplina partidaria ni atentar contra su lugar institucional. Para eso, precisa gobernar la ambición y la ansiedad, dos rasgos de su ADN que conspiran siempre en su contra y lo llevaron de regreso al útero materno del cristinismo. Opciones no le sobran: sabe que si este proyecto fracasa, salvarse no va a ser fácil.