En un local pequeño que tenía Antonio Cafiero sobre la avenida Corrientes, a metros de Cerrito, el médico cirujano Ginés González García inauguró hace casi tres décadas el Instituto Isalud, la piedra basal de una construcción política que le permitió ser tanto una referencia ineludible como un político de poder. Los memoriosos recuerdan que Ginés estaba exultante en aquella casa de Corrientes 1132. Era 29 de octubre de 1991, al abuelo del jefe de Gabinete de Alberto Fernández y a su joven ministro de Salud le quedaban 50 días de gestión en la provincia de Buenos Aires y el duhaldismo estaba a la vuelta de la esquina. Ginés terminaba su gestión de tres años con alta aprobación y la extensión de la atención primaria: junto al gobernador, le había tocado surfear la hiperinflación y el ajuste, suceder al reconocido Floreal Ferrara y superar una prueba que nunca más volvería a pasar: entrar a un ministerio donde su propia gente se contaba con los dedos de una mano.
Treinta años más tarde, le tocó a Santiago Cafiero llamar por teléfono a Ginés para anunciarle que el Presidente había decidido echarlo de su cargo, a causa del escándalo de la vacunación selectiva en el ministerio de Salud. El sanitarista más destacado del peronismo desde el regreso de la democracia terminó su ciclo de manera abrupta. Sin defenderlo de lo que consideran un error puntual o una lógica dañina en un contexto de lo más difícil, sus amigos del oficialismo y hasta algunos miembros de la oposición con los que nunca se llevó bien coinciden: se fue por la puerta de atrás y lo echaron de la peor forma. Con él, no sólo se termina una etapa para el gobierno de los Fernández sino que cae también un sistema de relaciones. Todavía es temprano para saber cuánto seguirá vigente y cuánto deberá cambiar.
Aquella creación de Ginés en el local del abuelo Cafiero comenzó muy rápido a dar frutos y, muy poco después, hubo que mudarse a Viamonte 1167. Hoy la universidad privada Isalud tiene su edificio principal en la calle Venezuela 931 y dos sedes más que le pertenecen en Venezuela 847 y 758. El rector de la Universidad es el ex Superintendente de Servicios de Salud de la Nación entre 2002 y 2006, Ruben Torres, -uno de sus íntimos amigos- y el de la Fundación es Carlos Garavelli. Isalud le sirvió a González García para sostener como prioridad un tema que, hasta que llegó la pandemia, llevaba varias décadas ausente de la discusión política. Ofreció carreras y posgrados en administración hospitalaria, licenciatura en enfermería, medicina legal, especialización en sistema de salud y seguridad social, auditoría de atención de la salud. Además creció con contratos de asesoramiento a organismos y entidades -gubernamentales y no gubernamentales-, ejecución de proyectos de investigación y realización de congresos.
Como nadie desde la política y desde el peronismo, Ginés se dedicó a formar profesionales para ejercer la función pública, algo que solo el radicalismo hizo desde la Facultad de Medicina de la UBA. Desde el sector privado y con otro criterio, el Hospital Italiano se destaca entre los que aportó ministros como Fernán Quirós y Adolfo Rubinstein al ensayo del macrismo. Pero Ginés no se quedó solo con ISALUD. Además, cultivó una relación con la dirigencia del PJ y tendió un arco de alianzas que iba desde los sindicatos hasta laboratorios.
Como ministro de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner ente 2002 y 2007, se consagró como un funcionario que planteó temprano la necesidad de legalizar el aborto, se enfrentó al obispo castrense Antonio Baseotto y avanzó también con los medicamentos genéricos. Todo sus indicadores le dieron positivo: en la gestión, en la prensa y en la imagen. Entre la década menemista y el estallido de 2001, había logrado que varias generaciones de técnicos se formaran en su Instituto y pasaran después a la función pública para acompañarlo desde distintos puestos. Entre los especialistas en el rubro, remarcan que la mayor parte de los funcionarios de las provincias peronistas en el área de Salud, incluidos varios ministros, se formaron en la universidad de Ginés. Es por eso que se le reconoce su capacidad para armar equipos y cubrir los cargos directivos de todo el ministerio con una mayoría de profesionales educados en su propia escuela. “El 80% de los técnicos que están trabajando en Salud Pública pasó en algún momento por ISALUD”, afirma un directivo de una obra social que lo conoce bien. El gobernador de Tucumán y ex ministro de Cristina Fernández de Kirchner, Juan Manzur; el ex ministro de Salud de Manzur en Tucumán y actual presidente de la comisión de Acción Social y Salud de la Cámara de Diputados, Pablo Yedlin; el actual secretario de Calidad en Salud y exdirector del Hospital El Cruce, Arnaldo Medina -Magíster en Economía y Gestión de la Salud- son apenas tres de una lista interminable.
Poco después de su creación, un convenio con la Universidad de Lomas de Zamora permitió a la Fundación dictar sus primeros posgrados en Sistemas de Servicios de Obra Social y en Economía de la Salud. Unos años más tarde, ya a fines de la década del noventa, el decreto 1412/98 firmado por Carlos Menem y Susana Decibe le dio el reconocimiento como Institución Universitaria, una distinción que llegó justo con la inauguración de la sede de Venezuela 931. Tres días antes de terminar su gestión, Néstor Kirchner, Alberto Fernández y Daniel Filmus firmaron la autorización definitiva para funcionar como universidad privada.
Ser ministro
Ginés González García nació en 1945, dos meses antes del Día de la Lealtad, en una familia acomodada de San Nicolás, en el norte de la provincia de Buenos Aires. Estudió Medicina en la Universidad Nacional de Córdoba y se graduó en 1969, el año del Cordobazo. Ahí conoció a uno de sus grandes amigos, Carlos “Calepo” Vizzotti. De extremo perfil bajo, “Calepo” se especializó en administración hospitalaria, fue gerente de la obra social AMSA y trabajó en el sanatorio Mitre y en la clínica Agote. Quienes conocen el vínculo recuerdan que Vizzotti padre cuidó a Ginés en momentos en que estaba mal de salud y que el saliente ministro de Salud conoció a Carla Vizzotti desde chica. “La vio aprender a caminar”, dice un viejo dirigente del peronismo. Ginés y Calepo fueron compañeros de militancia y, cuando el primero asumió como ministro designó al segundo como Subsecretario de Relaciones Sanitarias e Investigación en Salud. Más tarde, en 2007, el ministro de Kirchner nombró a la médica infectóloga Carla Vizzotti como directora de Enfermedades Inmunoprevenibles del Ministerio.
Criado en el peronismo, de lo más hábil para las relaciones políticas, agrandado, conciliador y con una capacidad única de construcción de poder, los sobrevivientes del primer gabinete de Kirchner recuerdan que González García era capaz de esperar al sucesor de Duhalde hasta la madrugada para hablar un rato con él de política. “A él, le encantaba ser ministro. Por eso, volvió”, dice un representante del sector privado con el que cultivó una buena relación. Si esa era la expectativa, no sólo no se cumplió sino que su segunda parte como ministro abrió paso a un mundo de pesadilla. La crisis económica que se prolongó en el tiempo, la peor pandemia del último siglo y el cambio vertiginoso de las redes sociales y los medios de comunicación le impidieron moverse con la comodidad que había logrado quince años atrás, cuando el país y el peronismo eran otros.
La crisis económica, la peor pandemia del último siglo y el cambio vertiginoso de las redes sociales y los medios de comunicación le impidieron moverse con la comodidad que había logrado quince años atrás, cuando el país y el peronismo eran otros.
A su círculo íntimo de reuniones largas, se le sumó la incorporación de su sobrino Lisandro Bonelli como su mano derecha y el paso del tiempo, cruel e indefectible. Su yerno, el arquitecto Hernán Barbalace se quedó con el área de Recursos Físicos del Ministerio. Su amigo Daniel López Ferraro fue nombrado a cargo de la Dirección Nacional de Acceso a los Servicios de Salud. Con ellos, Ginés tiene lazos también en el ámbito privado, en sociedades vinculadas al sector agropecuario y bodegas. Histórico compañero suyo de militancia, otro de sus socios, Eugenio Zanarini, asumió en la Superintendencia de Servicios de Salud: había sido interventor en la Administración de Programas Especiales, vicerrector en la Universidad Isalud y empleado de la Fundación. Visto desde afuera, eran una especie de familia que funcionaba con una lógica cerrada y propia. Eran modos que le daban de comer a sus detractores más duros.
Son muchos los que acusan a Bonelli, el jefe de gabinete que tenía una maestría en Derecho Empresario, por haber cercado a Ginés y haber conspirado de mal modo contra Vizzotti. Con la renuncia del veterano sanitarista algo se rompió también al nivel más íntimo, dado el vínculo histórico de Ginés con el padre de la actual ministra. Las críticas de los amigos de González García coinciden con las de la oposición más dura: apuntan contra la funcionaria que se destacó como nadie durante la pandemia y la cuestionan por haber dicho que no estaba al tanto de la vacunación selectiva, cuando era la responsable del área. Solo unos pocos saben qué pasó en los últimos meses en privado entre las dos referencias públicas que tuvo el gobierno durante el año de la peste.
Ginés era un ministro de Fernández que no contaba con el apoyo de Cristina, pero además chocaba con declaraciones innecesarias que eran usadas siempre en su contra. Los enemigos del gobierno lo golpeaban y así, sin quererlo, beneficiaban a la vicepresidenta. CFK promueve a Daniel Gollán y Nicolas Kreplack para el área y postula a Liliana Korenfeld para reemplazar a Zanarini en la Superintendencia de Servicios de Salud. A la inversa, Los Gordos venían en el ministro que se fue el principal dique de contención -junto con el ministro de Trabajo, Claudio Moroni- para la reforma integral de salud que anunció la vicepresidenta en La Plata, en diciembre pasado. Por lo pronto, por criterio de la ministra Vizzotti o del presidente Fernández, Zanarini -que en diciembre pasado sufrió un ataque cardíaco- parece haber sido confirmado en su cargo.
Sin remedio
Cuando asumió por segunda vez como ministro, Ginés tenía amigos entre los dueños de las prepagas que guardan un perfil bajo, como Jorge Piva, de Medifé. Pero desconocía a los empresarios que viven haciendo declaraciones en los medios como Claudio Belocopitt. En el arranque de 2020, el dueño de Swiss Medical hizo gestiones para llegar a él y conocerlo en forma personal: sabían el uno del otro por referencias y se habían cruzado en encuentros públicos, pero nunca habían tenido una charla a solas. Distinto es el trato histórico del exembajador en Chile con los dueños de los laboratorios, en especial los nacionales, agrupados en la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (CILFA). Presidida por Eduardo Macchiavelo, el CEO de Roemmers, nuclea a pesos pesados que ganaron un poder indudable en los últimos tiempos. No solo Roemmers: también Hugo Sigman (Grupo Chemo) y sus socios de la familia Sielecki en Elea Phoenix, Sebastian Bagó, Marcelo Figueiras, de Richmond; tantos otros. Para esos grandes auspiciantes de la campaña de Fernández 2019, Ginés era un puente de plata. Sin embargo, en algún momento de 2020, el propio Fernández se disgustó con Sigman. Fue cuando salió a buscar la Sputnik V y tuvo uno de sus tantos cortocircuitos con su ministro de Salud. Los aumentos para las prepagas -que en el mismo día de diciembre fueron aprobados y rechazados vía DNU- y la demora del acuerdo con el laboratorio chino Sinopharm para la provisión de vacunas fueron otros de los episodios que antecedieron al escándalo.
La alianza del gobierno con los laboratorios locales tiene consecuencias concretas. Así lo piensan especialistas en el rubro, dentro y fuera del gobierno. Según un informe de la Unión Argentina de Salud (UAS), durante 2020 los medicamentos de uso hospitalario aumentaron en promedio 278%, mientras que productos como el propofol -de uso en pacientes graves con Covid-19- tuvieron aumentos anuales de 335%. De acuerdo al trabajo de la entidad que reúne a prepagas y sanatorios, los fármacos de uso común en pacientes ambulatorios aumentaron 46,1% -10% arriba de la inflación- y los medicamentos de alto costo -que superan en algunos casos los 500.000 por unidad- tuvieron aumentos superiores a 55%. Pero, lejos del promedio, hay remedios que subieron de manera inexplicable. Por ejemplo, el acenocumarol, un anticoagulante para evitar accidentes cerebrovasculares en personas que padecen arritmias, que incrementó su precio de venta al público en un 1.397%.
La salida fulminante de Ginés no sólo tiene impacto público. Dentro del ministerio, Vizzotti deberá reorganizar una estructura que sufrió más de una baja. Además de los funcionarios cuestionados, se fueron otros que eran apreciados en el área. Entre ellos, distintas fuentes destacan a Martín Sabignoso, un abogado de San Nicolás que estaba a cargo de la Secretaría de Equidad del Ministerio y que integraba el comité de expertos de la Organización Mundial de la Salud. Como si fuera poco, el subsecretario de Gestión de Servicios e Institutos, Alejandro Collia, está con respirador a causa del Covid 19 y el subsecretario Articulación Federal, Jose Guccione, padece también un problema personal de salud. Con la vacunación masiva como prioridad y difícil misión, la nueva ministra buscará diluir la imagen que dejó su antecesor después de las notas de Clarín y la promoción radial de Horacio Verbitsky. Pero además, tendrá que rearmar un ministerio que diseñó Ginés y repensar un sistema de relaciones que fue edificado durante treinta años por el sanitarista más destacado del peronismo. Si pretende hacer cambios en salud, deberá complementar su perfil técnico con ese difícil arte que manejaba Ginés hasta que se le fue de las manos. De lo contrario, precisará un apoyo político muy fuerte por parte de Fernández para moverse en un contexto de crisis y en un terreno donde priman intereses muy fuertes.
DG