Sobre el asfalto, abajo, los militantes coreaban por enésima vez “si la tocan a Cristina…”. La batucada se escuchaba lejana en el quinto piso del edificio de Uruguay y Juncal donde a las 2 AM, cinco horas después de que gatillaran una pistola a 10 centímetros de su rostro, Cristina Kirchner seguía prendida a un teléfono que no le daba pausa: hablaba, agradecía, cruzaba consultas, escuchaba mensajes que le trasmitían.
En la madrugada de un jueves que jamás olvidará, en su departamento de Recoleta la vice estaba acompañada por un puñado de íntimos, entre ellos su hijo Máximo, uno de los primeros en llegar luego del ataque, la dirigente Mayra Mendoza y el ministro del Interior Eduardo “Wado” De Pedro. Fueron, junto a custodios y secretarios, los que compartieron los momentos posteriores al atentado. “Después de lo que ocurrió, después de esta locura, cambia todo: ya nada será igual”, le dijo a elDiarioAr, un funcionario que integra el ecosistema K.
“No solo se salvó ella porque, por milagro, no salió la bala. Nos salvamos todos: si la mataban ¿alguien se puede imaginar lo que sería este país a esta hora?”, analizó, en plena madrugada, una figura de diálogo casi diario con la vice.
Atentado
Pasadas las 21, en los minutos inmediatamente posteriores al ataque, Cristina pronunció el que fue, durante un rato largo, su comentario estándar sobre lo ocurrido. “En ese momento no me di cuenta de nada”, dijo, como un mantra automático. Fue lo que reflejan las imágenes de TV y ella le relató eso a varias de las personas de las muchas con las que conversó entre la noche del jueves y la madrugada del viernes. Durante el ataque, no reaccionó: aun segundos después del disparo al vacío, del tumulto y los gritos, cuando la vice fue llevaba hasta el interior del edificio seguía sin entender qué había pasado.
Luego la custodia la trasladó hasta su departamento en el quinto piso.
Fue en esos momentos, según reconstruyó elDiarioAR, que la vicepresidente comprendió la dimensión de lo que había ocurrido, se mostró conmocionada, en shock. “Al principio estuvo muy mal, destruida. Después estaba más tranquila”, coincidieron dos fuentes, una de las tantas que la saludó por teléfono, otra que estuvo al tanto de todo lo que ocurrió en estas horas en el departamento de la vice. “Hablé con ella y está bien”, dijo por Televisión Pública el abogado Gregorio Dalbón. “Hay que estar con la cabeza fría”, fue la indicación, repetida, de la vice.
Poco antes de las 23, mientras afuera –y abajo– se amontonaban militantes y se multiplicaba el cancionero que hacía días resuena en esa esquina de Recoleta, Cristina empezó a ordenar de a poco sus próximos movimientos. Le contaron de la reunión –y foto compartida- de legisladores oficialistas y opositores en el Senado, y le transmitieron la idea de convocar, en simultáneo, sesiones especiales en Diputados y Senadores. La alternativa inicial, que empujó José Mayans, apuntaba a convocar a la Asamblea Legislativa, la reunión de los dos cuerpos. Este viernes se terminará de resolver el formato y se hará una ronda de consulta con los dirigentes opositores. “Algunos de los que estuvieron en el Congreso están aterrados: ellos alimentaron esto”, contaron desde el bloque del FdT.
Teléfono abierto
Cristina mantuvo una charla telefónica con Alberto Fernández, que le contó que daría un discurso por Cadena Nacional. Para entonces, ambos conocían los primeros datos: que el arma –una Bersa automática calibre32- estaba apta para disparar, que habían encontrado 5 balas en el cargador pero ninguna en la recámara.
A esa hora, en el entorno de la vice circulaba una explicación que potenciaba el dramatismo: Cristina no fue herida porque, por error o por impericia, el tirador no recargó la pistola, acción necesaria para que haya una bala en la recámara. No llegó, tampoco, a hacer un segundo disparo que hubiese tenido el mismo efecto.
El mensaje presidencial se difundió, finalmente, a las 23:55. En el entorno de la vice, a algunos les sorprendió el anuncio presidencial de decretar un feriado nacional para facilitar la movilización para repudiar el ataque. “Por ahí Alberto no sabía que estaba en marcha un paro nacional de la CGT”, contaron a elDiarioAR.
Para entonces, tras una consulta con su madre, Máximo trasmitió la orden de suspender el Congreso del PJ bonaerense que estaba convocado para el sábado en el parque municipal de Merlo y que tendría como única oradora, con horario pautado para las 12:30 horas, a Cristina.
En paralelo, se activó una red de llamados y mensajes entre dirigentes intendentes del Gran Buenos Aires y dirigentes La Cámpora. Antes de la 1 AM, estaba resuelto hacer una movilización a Plaza de Mayo. A esa hora, recién llegado desde La Plata, Axel Kicillof había ingresado al departamento de la vice y unos minutos después al grupo con acceso VIP se sumó la senadora Juliana Di Tullio, presidenta del bloque de Unidad Ciudadana.
La suspensión del encuentro de Merlo, primera escala de una serie de actos en los que hablaría la vice en la ruta hacia el veredicto del juicio de la causa Vialidad, se interpretó en un sentido lineal: la preocupación por la seguridad de la vice que, con el episodio del jueves, se instaló en su grupo más cercano. “Ahora van a tener que investigar muy bien qué fue lo que pasó: no solo la Justicia. También las fuerzas federales, la AFI… y la policía de la Ciudad. ¡Que los policías que mandó Larreta, que se la pasaban filmando, faciliten este material a los investigadores!”, reclamaron desde el cristinismo.
La protección de la vice es, desde el sábado pasado, tema de conversación. Con el vallado que desplegó la policía porteña, Cristina se declaró sitiada por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. Se desató, en paralelo, una discusión –con derivación judicial- sobre qué podía hacer, o no, la policía de la Ciudad y qué rol le tocaba a la Policía Federal.
Aníbal Fernández dispuso, el martes, ampliar la custodia de la vice. La medida se efectivizó cuando se replegaron los efectivos porteños, tras un fallo de un juez porteño. La noche del miércoles un repartidor de Rappi pasó por la zona, insultó a la vice y protagonizó un hecho por el que terminó, luego, detenido. El jueves, horas antes del atentado, Nación y CABA firmaron un acuerdo.
El lunes, elDiarioAR consultó a colaboradores de la vice sobre la custodia y, en particular, sobre si se había evaluado la existencia de riesgos cuando el sábado por la noche, Cristina habló desde un escenario montado en plena calle. “Ella está muy bien cuidada: es el equipo de custodia que está con ella desde que era presidente”.
Esa afirmación queda, luego del atentado, en discusión. Al menos la dinámica de funcionamiento porque, como confirmó Aníbal Fernández, en las vigilias en Juncal y Uruguay, salvo el cordón de militantes que arma un corralito para que la vice se desplace, no había controles sobre quiénes, en qué condiciones y con qué fin, llegaban a saludar a la vice.
PI