Eligió el 17 de octubre para volver a dar un discurso en público y reclamar un lugar para los que aparecen en los márgenes del Frente de Todos, desde el minuto cero. Con libertad condicional desde julio pasado, Amado Boudou fue uno de los oradores principales en el acto convocado por Hebe de Bonafini en Plaza de Mayo. “Nuestra voz tiene que estar ahí adentro”, dijo. El marco general era el de una convocatoria que había dejado en claro las diferencias en el arco oficialista, el ida y vuelta interminable de Alberto Fernández y la falta de conducción en el FDT. Para los que no fueron a la Plaza, era la confirmación del extravío de un sector que poco tiene que ver con el peronismo y pretende ir a contramano del rumbo oficial. Para él, era el reencuentro con el kirchnerismo en la calle después de haber estado preso por la causa Ciccone y haber pasado un largo invierno hablando solo en círculos reducidos. A casi diez años de haber sido electo vicepresidente en aquella fórmula que obtuvo el excepcional 54% de los votos, está clarísimo: ni Boudou ni el kirchnerismo son los mismos.
El ex titular de la Anses, el autor de la iniciativa para erradicar las AFJP, el ex ministro de Economía que Cristina Fernández de Kirchner eligió como compañero de fórmula hoy está lejos de la toma de decisiones pero se mantiene activo y sus movimientos pueden sorprender a los que lo piensan apartado de todo. El reemplazante de Aníbal Fernández en el programa “Caníbales” de C5N recibe invitaciones y pedidos de distintos lugares para que diserte y conceda entrevistas en los círculos identificados con el gobierno. Cerca suyo hay quienes afirman que no da abasto para responder a todos.
Repudiado por la mayoría opositora, condenado por los medios que abonaron la aventura de Mauricio Macri en el poder y rechazado por una parte del propio Frente de Todos, al otro lado de la polarización Boudou genera todo lo contrario. Los que creen que fue una víctima emblemática del lawfare y se acercaron a él cuando le tocó perder lo quieren y lo llenan de elogios; los que compartieron la cárcel con él lo respetan y lo aprecian; algunos que añoran el cristinismo arrollador del 54% y se deprimen con el presente de impotencia lo veneran; otros que lo vieron ejercer el poder lo consultan y lo visitan. En ese microclima, donde muchos lo idolatran, no son pocos los que le piden que vuelva a ser candidato, algo que todavía depende de que la justicia anule la condena en la que lo inhabilitó para ejercer cargos públicos.
Aún para la Argentina marcada por la guerra de las minorías intensas, su caso es único: nadie llegó tan alto ni cayó tan fuerte. El juez federal Ariel Lijo pretendió humillarlo: no solo decidió su detención en la causa por lavado y asociación ilícita; además ordenó que lo fotografiaran descalzo y en pijama a las 6 de la mañana en su departamento de Puerto Madero para después propagar las imágenes como parte del show de Comodoro Py. En julio pasado, el juez Ricardo Basilico le dio la razón al planteo de sus abogados, Graciana Peñafort y Alejandro Rúa, y le otorgó la condicional por considerar que ya cumplió las dos terceras partes de la condena a 5 años y 10 meses de prisión que le había sido impuesta.
Contra lo que se supone, Boudou no sólo predica ante la feligresía de la iglesia cristinista que sobrevive en tertulias donde la veteranía se ríe por no llorar. Conoce a parte del gabinete de gobierno, fue jefe de funcionarios importantes del área económica y frecuenta a políticos de la ortodoxia peronista bonaerense que fueron y vinieron entre Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Empresarios importantes ligados al gobierno lo fueron a ver a la casa que alquila en Avellaneda cuando salió de la cárcel de Ezeiza: había ganadores en la era de la pandemia y sobrevivientes que compran barato en la Argentina que está de remate. Por alguna razón, no siempre la misma, son muchos los que quieren estar en contacto con él y las conversaciones reservadas se repiten.
Cristina
Casado con Mónica García de la Fuente, una mujer que lo sostuvo en los momentos más difíciles, y padre de mellizos de tres años y medio, Boudou perdió en el terreno de la política tal vez lo más importante que había conseguido: la relación única que supo tener con Cristina. El fuego que lo abrasó a poco de asumir el cargo de vicepresidente provocó una ruptura y una toma de distancia. Tal vez no haya sido algo estrictamente personal. Procesada en una docena de causas durante los años del macrismo, CFK se replegó sobre su propia situación y se desligó de la suerte de los empresarios y funcionarios que después de haber trabajado junto a ella y a su marido fueron a la cárcel con Macri en la Casa Rosada. Con Boudou, era distinto porque ella lo había elegido después de la muerte de Kirchner para que la acompañara en una etapa que se sabía iba a ser difícil. Las críticas y los reproches entre ellos no trascienden y Boudou mantiene todavía una reverencia con la vicepresidenta a la que, según dicen a su alrededor, hace tiempo no ve. Pese a todo, el ex ministro mantiene el lazo con dirigentes muy cercanos a Cristina y le hace llegar sus mensajes cuando lo considera necesario. “Ella está al tanto de lo que él piensa”, le dice a elDiarioAR alguien que conoce al ex ministro de primera mano y siempre se mantuvo a su lado.
Boudou, que ya se había fogueado en lo más alto en el ejercicio del poder, atravesó su estadía en la cárcel estudiando y escribiendo. Desde ahí, donde algunos piensan que completo su formación política, vio cómo el cristinismo recuperaba el centro de la escena gracias a la crisis que envolvía a Macri. A diferencia del criterio que terminó imponiendo Cristina, él siempre rechazó la idea de armar un frente electoral con los habían conspirado contra el kirchnerismo y habían incluso militado la doctrina Irurzun a través de sus aliados en los tribunales federales. Aunque la lista de dirigentes con los que se enfrentó en su tiempo de auge es larga, hay dos que figuran entre sus máximos rivales. El primero es Florencio Randazzo, con quien chocó cuando compartieron el esquema de gobierno y de quien -algunos sostienen- aportó información en su contra en la causa Ciccone. El otro es Sergio Massa, el político que lo proyectó desde la Anses y lo llevó a la residencia de Olivos para que presentara su propuesta de estatizar las AFJP ante Néstor y Cristina. Massa y Boudou tuvieron hace una vida una amistad de lo más cercana. Por intermedio del primero, el segundo conoció al fallecido Jorge Brito, el alma mater del Banco Macro. Sin embargo, poco después la relación entre ellos se quebró y, cuando el ex intendente de Tigre rompió con CFK, la enemistad creció. Preso hasta abril de 2020, Boudou siempre sostuvo que sellar una alianza con alguien como Massa era lo mismo que dormir con el enemigo.
Con Kirchner como ejemplo, una de sus ideas principales es que la correlación de fuerza no determina la política de un gobierno sino que se construye y se modifica a partir de la iniciativa política. Quienes lo frecuentan sostienen que sus planteos no sólo contrastan con el sendero de austeridad que transita el gobierno sino que además proponen medidas bastante más audaces. Eso se advierte en sus columnas en el programa “Siempre es Hoy”, que conduce Daniel Tognetti en AM 530 y en las que firma en “El Destape”, donde rechaza firmar un acuerdo con el Fondo Monetario y sugiere la estatización del servicio eléctrico en Argentina.
Ni Guzmán ni Kicillof
Con una formación inicial en el ultraliberal CEMA y considerado como economista por una parte del establishment que llegó a promover sus virtudes, el nombre de Boudou remite para algunos a los años en que el cristinismo se recuperó tras la derrota electoral de 2009 y salió adelante con una serie de medidas audaces entre las que se destacó la estatización de los fondos de jubilación y pensión. La situación era otra y hoy nadie sabe de dónde pueden salir los recursos para financiar la expansión y recuperar ingresos que cayeron en 5 de los últimos 6 años. Para otros, su nombre recuerda aquella idea de la sintonía fina, la consigna que apuntaba a la reducción de subsidios y se frustró tras el desastre de Once. Todavía hoy se habla de ella. Una vez más, el contexto era otro y él también.
Crítico al máximo de la reducción del déficit fiscal que decidió Martín Guzmán, a quien definió como un ministro de Finanzas, Boudou fue uno de los planteó desde el primer momento la necesidad de un shock distributivo y cuestionó el ajuste sobre los salarios que castigó a gran parte de los votantes del gobierno. El ex ministro es una rara avis porque tampoco coincide con los axiomas que difunde Axel Kicillof y está entre los que piensan que el ahora gobernador bonaerense se equivocó de manera sistemática en el cargo y terminó mal su gestión. Se siente más identificado con las ideas del nuevo secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, que fue su viceministro de Economía entre 2009 y 2011. Boudou es el testimonio viviente de otro tipo de kirchnerismo, vertical, monolítico y sin fisuras. No termina de entender cómo Guzmán puede refutar a Cristina en público, como lo hizo en la entrevista con Víctor Hugo Morales en las que negó el ajuste. No acepta que el Presidente pueda desautorizar a Feletti apenas unas horas después de asumido, como lo hizo cuando negó la posibilidad de aplicar la ley de abastecimiento.
En la intimidad, lejos de la batalla judicial en la que se cansó de perder, el ex vicepresidente irá tal vez más allá de los argumentos de su defensa. Aun convencido de que fue blanco de la revancha del sector financiero por haber sido la mano derecha de Cristina o haber promovido la estatización de las AFJP, Boudou sabrá mejor que nadie en qué se equivocó. Tendrá presente lo que él mismo se reprocha y solo sus amigos verdaderos saben: la omnipotencia que se siente cuando se está en lo más alto, los descuidos a la hora de ejercer el poder, la frivolidad que perdió con la inocencia, la trama de una historia que dejó los hilos en la superficie. Algo de eso o alguna otra cosa, él lo sabrá, explicará su caída, en un contexto global preciso, en un país donde la confrontación política puede ser despiadada.
DG