De golpe el resultado porteño dejó de ser lo más importante que pasaba en Costa Salguero. Si bien María Eugenia Vidal consiguió un triunfo claro en la Capital, con 33 puntos, ocho arriba de Leandro Santoro, ese desenlace estaba dentro de lo previsible. Formaba parte de las proyecciones esperadas. La (gratísima) sorpresa para Juntos por el Cambio llegó desde la Provincia de Buenos Aires. Pero también desde Córdoba, Mendoza, Jujuy, Corrientes, Chaco, La Pampa, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Entre Ríos, Chubut, Misiones y Salta. El pulso de la sociedad volvió a volar por debajo del radar de los medios, de los encuestadores y de la política misma.
Ni siquiera los candidatos presentes en la base operativa de Costa Salguero esperaban semejante ola amarilla. Tampoco, semejante catástrofe del Frente de Todos. ¿El voto expresó principalmente descontento con el Gobierno, ilusión con la oferta de la coalición opositora o un poco de ambos? Es un debate opinable. Pasadas las 10 de la noche, cuando se conocieron los primeros y contundentes porcentajes, María Eugenia Vidal ensayó una hipótesis desde el escenario: “Gracias a los que dijeron basta de atropello y abuso, y eligieron a Juntos por el Cambio para liderarlo”. La disputa por el poder en la Argentina sigue siendo una pulseada entre dos frentes. Si uno sube, el otro baja, y ninguno de los dos tiene la vaca atada.
El PRO había preparado un acto austero para esperar los resultados en el complejo costero. Entre el contexto de pandemia, el fantasma del ausentismo, los pronósticos de triunfo oficialista en La Provincia y hasta la amenaza de perder votos por derecha en la Capital, la fuerza amarilla se había alejado de la estética festiva de elecciones anteriores. Pese a los triunfos múltiples, buscó mantener el tono austero. Lo logró parcialmente. “Falta menos. Ya no hay marcha atrás”, se ilusionó Vidal. Un armador del larretismo revela que el plan era evitar el exitismo: “La gente no está para eso”.
El mayor ganador de las PASO, Horacio Rodríguez Larreta, optó directamente por no dar un discurso. El alcalde porteño está concentrado en abrazar a los heridos cambiemitas. Necesita mantenerlos comprometidos en la campaña que acaba de empezar rumbo al 14 de noviembre. Por eso Vidal le agradeció y le dio lugar en el escenario de Costa Salguero a Ricardo López Murphy. La otra esperanza larreteana, el mudado Diego Santilli, realizó el mismo gesto de contención con Facundo Manes.
El alcalde apostó fuerte en las elección de los candidatos del AMBA. Lo hizo en contra de la voluntad de Macri, de Patricia Bullrich y de buena parte de la estructura bonaerense del PRO. En adelante capitalizará su audacia, calzándose el traje de presidenciable. El resultado de las primarias terminó de parir un nuevo ismo en la Argentina: el larretismo. Los ocho puntos de ventaja de Santilli sobre Manes además encierran un mensaje hacia la UCR: representan un alto a las ínfulas de resurrección radical.
Mientras tanto, Macri eligió el perfil bajísimo. Se mostró junto a Vidal, Rodríguez Larreta y Lousteau, pero no habló. “Está feliz. Su objetivo era frenar al kirchnerismo”, asegura un asesor del expresidente. Paradójicamente, la boleta apoyada por el egresado del Cardenal Newman en Córdoba perdió de forma holgada. En la provincia más macrista de todas, cayó la lista del radical Mario Negri y el apadrinado macrista Gustavo Santos.
A Negri le costará mantener su centralidad en Diputados, después de su contundente derrota contra la boleta de Luis Juez. El cordobés no tenía necesidad de ser candidato a senador porque tiene mandato hasta el 2023. Pero quiso participar y hasta alcanzó un acuerdo con Macri. La caída del cordobés en su provincia se podría llevar puesto hasta su cargo como presidente del interbloque de JxC.
Pero enfocarse en los derrotados al interior de JxC es hilar demasiado fino. El trazo grueso que deja las PASO es un golpazo al oficialismo y en particular a Alberto Fernández. Una piña capitalizada por el otro boxeador con capacidad de disputar el poder en la Argentina.
AF