- Se pierde o se empata.
El mensaje de un alto funcionario lega a las 21.22 y parece un error. Hasta un rato antes, el clima era otro, adivinaba una victoria cómoda, incluso más holgada de los imaginado. Pero ese espejismo, generado por los boca de urna, se evaporó y cuando avanza el escrutinio el dato es catastrófico: el peronismo pierde la provincia de Buenos Aires y la estela ácida se multiplica en las provincias.
A la misma hora, Cristina de Kirchner, llegó al Complejo C, el salón donde como cábala del 2019, el Frente de Todos (FdT) eligió para montar su búnker. Fernández estaba, en ese momento, refugiado en Olivos y masticaba los datos del escrutinio oficial. Una bomba en medio de la fiesta.
“No rompemos el maleficio de las elecciones intermedias”, ensaya, tarde, un funcionario todavía en shock. Otorga a la magia pagana, a ese karma de derrotas legislativas en la provincia que el PJ amontonó desde el 2009, el peso de una derrota que no conoció fronteras: no solo palizas previsibles como Córdoba y Santa Fe, sino derrotas impensadas como las del Chaco y La Pampa. La mancha venenosa llegó, incluso, al dominio emblema de los Kirchner: Santa Cruz.
Mapa amarillo
La estadística es implacable. De punta a punta, es el peor resultado del peronismo en las últimas dos décadas. La foto nacional no solo refleja la derrota propia sino, sobre todo, una victoria y consolidación de Juntos que mientras el FdT tocó, con el peronismo unido, su piso histórico, Juntos alcanzó el techo de la general del 2019, más de 40 puntos.
Hubo, en el medio de la jornada electoral, horas de celebración. En La Plata, Axel Kicillof junto a Máximo Kirchner y Victoria Tolosa Paz festejaron un triunfo imaginario. Después, como para todos, cayó la ficha y empezó, en medio de la conmoción, la interpretación de la derrota.
“La pandemia hizo sufrir mucho a la gente y es lógico que no estén conformes con nuestro gobierno. Le ha pasado a la gran mayoría de los oficialismos del mundo”, le dijo un funcionario a elDiarioAR luego del discurso, breve y voluntarioso, de Fernández sobre el escenario del Complejo C. “La economía mezclada con la indignación por la superficialidad del presidente”, interpretó una fuente K. En ese micromundo consideran como un factor de la derrota el impacto negativo del festejo de Olivos del cumpleaños de la primera dama Fabiola Yañez.
Aunque en el voto no hay motivos únicos, para el gobierno ese episodio había afectado a Fernández pero no había dañado la proyección electoral del Frente de Todos (FdT). La derrota por cinco puntos en la provincia de Buenos Aires anima las tesis de que no fue inocuo.
Unidades
“Nadie la vio venir, nadie. Pensamos que habría un voto de confianza pero perdimos todos. ¿Alguien pensaba que podíamos perder en Chaco o en Santa Cruz?”, se espantó, pasada la medianoche, una de las figuras del FdT. “Nos tenemos que dar cuenta de la gravedad del resultado y saber que de esta se sale con una reacción fuerte” y agregó y a un menú de medidas económicas, como aumento del salario vital y móvil, anexó una decisión de impacto político. “Tiene que haber un cambio de gabinete, Guzmán no puede seguir con el Excel si la gente se caga de hambre”, agregó la fuente. Arriesgó, al final, un criterio más. “Alberto lo quiere sostener pero con este resultado no sé si tiene resto para seguir resistiendo: o entrega a Martín o entrega a Santiago”. Martín es Guzmán, el ministro de Economía, Santiago es Cafiero, el jefe de Gabinete
Fernández, único orador en la noche de la derrota, llegó tarde al Complejo C y se encerró con Cristina Kirchner, Sergio Massa, Máximo Kirchner y Axel Kicillof, entre otros. En un clima de extrema tensión, se definió el tono del discurso, sobre todo en el punto de no renegar del resultado. No repetir lo que hizo Mauricio Macri tras la derrota en las PASO del 2019.
El presidente, que se puso al frente de la campaña, quedó como el responsable primario de la derrota. En el kirchnerismo apuntan a una economía adormilada, sin reacción, y al escándalo por la fiesta de Olivos, como elementos centrales de la paliza. El malestar que venía de antes, y que escaló con la foto de Olivos, alcanzó la noche del domingo niveles críticos.
En el relato oficial hay varios capítulos incendiados. Uno, central, refiere al valor electoral de la unidad del peronismo. Lo que se vendió en el 2019 como la clave para derrotar a Macri, ahora se reveló como un elemento insuficiente no solo para ganar la provincia de Buenos Aires sino que no alcanzó, siquiera, para repetir el resultado que Cristina Kirchner obtuvo en el 2017 con Unidad Ciudadana. Traducción: la cosecha electoral no contuvo, en la estadística histórica, ni el voto duro K.
“Todos perdimos: si alguien dice que ganó, no entendió el voto”, se atajó un operador del FdT. Y enumeró en una larga lista de motivos de la derrota desde la desorganización en la campaña, hasta la falta de un mensaje claro y la lentitud del gobierno para dar respuesta a sectores que apostaron al oficialismo. Todo tiene, además, su interpretación maliciosa. La derrota en la Primera Sección electoral, conurbano norte y oeste, se explicó desde la incapacidad para darle respuesta a sectores medios y medio bajo. “Es llamativa la derrota en la Primera: quizá alguno no jugó a fondo”, tiró una piedra un dirigente y apuntó a Sergio Massa, que apareció poco en la campaña.
Es difícil imaginar que aunque haya derrotados principales, el resto del dispositivo del FdT puede salir indemne de la catástrofe electoral. “Ahora hay que cuidar a todos: que no empiece el sálvase quien pueda y cada uno solo cuide su boleta”, apuntó un dirigente. Para esta semana, se preparan reuniones de reorganizaciones y revisión.
PI