Las esquirlas del pacto Macri-Milei y el plebiscito que quiere Massa

29 de octubre de 2023 00:01 h

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“No me voy a comer la mala imagen de Mauricio”. Javier Milei quiere a Mauricio Macri fuera de escena. Pensaba bajar, por unos días, el nivel de exposición para reducir riesgos como el de A24 -que su entorno atribuye al stress y a cierta inquina de los medios- pero el miniraid que pautó el expresidente lo obligó a redefinir su hoja de ruta. Con el manual de la política convencional, quiere los votos de Macri pero no quiere a Macri porque eso puede herir a sus propios votantes. Clausuró, a priori, toda posibilidad de mostrarse con el jefe del PRO o volver a coincidir, como ocurrió el miércoles pasado, con Patricia Bullrich.

A 72 horas del pacto, Milei quiere bajar la persiana. A su lado, martillan con la idea de que no se trató de un acuerdo sino que responde a un movimiento autodefensivo de Macri para tratar de evitar que Sergio Massa, quizá la persona que más detesta en el universo político -más, incluso, que a Cristina Fernández de Kirchner-, llegue a presidente. “Mauricio tiene miedo de terminar preso y de que Massa se quede 20 años”. La lectura, posiblemente demasiado lineal, resulta atractiva en un aspecto: Milei cree que Macri lo necesita más que lo que él necesita a Macri.

La invocación al pánico del fundador del PRO sobre su destino personal marida con la hipótesis de una negociación mano a mano en la que Macri habría pedido que Germán Garavano sea ministro de Justicia en un eventual gobierno libertario. Milei le juró a los suyos que eso jamás ocurrió. Es difícil creer que, a los 64 años, con un profuso historial de sospechador serial, Macri confíe que Milei, ese enemigo de antes -cuando, dicen que por pedido de Eduardo Eurnekian, criticaba con fervor la gestión de Cambiemos desde la TV- socio de hoy, no constituya un peligro futuro igual, o incluso mayor, que Massa. Puede que Martín Lousteau haga más que futurismo cuando especula con que, gane quien gane el 19 de noviembre, la vida futura de Macri está en el exterior.

La furia del PRO que fue excluido de la rosca a la charla con Milei tiene, como sustento esencial, la presunción de que existieron acuerdos por cargos futuros en los que solo intervinieron Macri y Bullrich. Circuló, sobre el fin de la semana, otra versión: que el libertario le habría hecho una oferta a Diego Santilli para que se integre, como ministro, a su potencial gobierno. En el santillismo niegan la oferta y juran que nunca habló con el libertario. “El Colo” fue, hasta este sábado, el único macrista que participó de la cumbre con Milei que todavía no explicitó su posición de cara al balotaje. Macri, Bullrich, Luis Petri y Cristian Ritondo lo hicieron. Santilli desliza que transitará por una cornisa entre la postura de Macri y la de Horacio Rodríguez Larreta. Y que, además, no será en términos personales sino que hará una ronda con dirigentes para aparecer, cuando sea, como la expresión de un espacio. ¿Son un indicio las palabras de apoyo que tuvo hacia Milei en la casa de Macri en Acassuso o fue un arrebato ante una presencia inesperada?

Repartos

Milei asume, confían en tu entorno, que no tiene certezas sobre cuántos votos de JxC migrarán a su favor para el balotaje. Admite, a su vez, que puede tener ruido con sus votantes más jóvenes que abrazaron la motosierra como un emblema anti casta, a los que la cercanía de Macri y Bullrich les puede hacer ruido. Un informe de Inteligencia Analítica, la consultora de Marcelo Escolar -que en un documento secreto el sábado previo pronosticó 38 a 30 a favor de Massa-, detectó fuga del voto duro de Milei que es refractario a Juntos y dificultad para atraer el voto de Bullrich. Otro dato amable para UP es que el votante radical, a pesar de la neutralidad de la dirigencia de la UCR, se mueve con más intensidad hacia Massa que hacia el libertario. El tercer factor relevante es que creció el “Jamás votaría a Milei”.

Por lo pronto, Milei bajó el tono y, por ahora, archivó motosierra y caravanas fervientes. Confía en su capacidad de persuasión y, sobre todo, en que pronto, el expresidente y la excandidata a presidenta desaparezcan de la conversación pública. “Esta no es una campaña, es una batalla cultural: nuestros votantes van a entender que fue necesario para evitar que haya 20 años más de populismo. Massa llega y, de mínima, se queda ocho años”, apunta una fuente del entorno de Milei.

“Los radicales ya se le fueron ”, dijo, el domingo a la noche, en el piso 21 del Hotel Libertador ante los suyos cuando radarizó el resultado de JxC. Aplicó lo que en LLA llaman el “estilo Nash”, en referencia al matemático John Nash que traducía su entorno, en todos los planos, desde la estadística. Milei cuantificó, en su primer diagnóstico, que puede retener parte de los 23% de Bullrich -600 mil votos menos que la suma de JxC en las PASO- pero mira, con más atención, al voto de Juan Schiaretti. En la política no existen, en general, las matemáticas.

En el mundo Bullrich, en base a datos de una encuesta post general, hacen otra ecuación: detectaron que 5 de cada 10 votantes de JxC migraron a Milei, dos fueron a Massa y los tres restantes se reparten entre blancos/ninguno e indecisos que piden una palabra del PRO que les marque el camino. A ellos, en teoría, les habló Macri cuando bendijo a Milei como portador del cambio. Ese proceso de “convencimiento” debe incluir a Macri como garante de un Milei menos explosivo y más ordenado.

En parte, algo de eso vio en las dos caminatas que el libertario hizo post elección. La primera pista se vio el domingo cuando Milei hizo algo que no suele hacer: leyó un discurso escrito de punta a punta. Parece un detalle menor, pero no lo es: lo habitual es que el libertario escriba, a mano, ideas sobre una hoja que después funcionan como guía para su exposición. El domingo leyó un texto que redactó Santiago Caputo, su estratega, en conjunto con Rodrigo Lugones, un consultor que -como Caputo- es discípulo de Jaime Durán Barba, vive en Madrid y colabora, sin figurar, con el libertario. La patria consultora forjó el primer pacto entre Milei y Bullrich: Lugones y Caputo son amigos de Darío Carlos Hampton, el estratega salteño más conocido como Derek Hampton, que trabajó en la campaña de Bullrich.

Todos, junto a Guillermo Garat, se formaron con Durán Barba y son amigos hace tiempo. Caputo, a su vez, tiene un vínculo histórico con Ramiro Marra y el legislador porteño Eugenio Casielles. La amistad, ese sentimiento noble, fue cuestionado tardíamente por algunos dirigentes del bullrichismo que no entendían la resistencia de Hampton a fijar una línea de campaña en la que Bullrich confronte abiertamente con Milei para disputar con el libertario el voto opositor. Parece tratarse de una observación injusta y excesiva contra los consultores: ninguna elección se gana o se pierde por una campaña.

Despedidas

¿Y por la fiscalización? Milei está seguro de que el operativo de fiscalización fue malo y perdió, por eso, algunos votos. Es inverificable pero sirve para entender otros matices. Por ejemplo, la ruptura de Luis Barrionuevo, que prometió un ejército de fiscales que nunca llegó. Es una incógnita determinar cuál fue la puerta de acceso del sindicalista al mundo Milei. Se suele sindicar a Carlos Kikuchi, que tiene una tensión inocultable con el sector de Marra, pero en el búnker libertario contaban, el domingo, que el enlace entre ambos fue Fátima Florez. En LLA dicen que el domingo falló la fiscalización de los voluntarios. Fernando Cerimedo armó un esquema de inscripción que sumó 80 mil personas, que fueron analizadas caso por caso, y luego derivadas a los referentes locales, muchos de los cuales no activaron ese dispositivo.

“Los compraron”, se quejan en el ecosistema libertario donde se magnificó la presunción de que todo lo que ocurre forma parte de un complot patrocinado y/o ejecutado por Sergio Massa. La diáspora libertaria, producto del resultado y luego del acuerdo con el PRO, tiene una dinámica propia y responde a ciertas lógicas que matizan asuntos políticos con personales. Amalia Granata, la protomilieista que se convirtió en la portavoz más intensa contra el pacto con Macri, devuelve una gentileza por el destrato del economista cuando ella quiso ser su candidata en Santa Fe y Milei le dijo que como medía menos de 15% no le convenía compartir boleta con ella.

En LLA esperan, además de los votos, el aparato fiscalizador del PRO. Bullrich y sus socios, incluso más que Macri, tienen un motor para apostar a Milei: dan por hecho que JxC está roto, que el sujeto electoral que representaban se evaporó y que tienen que formar parte de la disputa del balotaje para tratar de quedarse, ante una potencial derrota de Milei, como expresiones de ese universo de oposición dura. Parte de un diagnóstico arriesgado: que si pierde, Milei se retira o pierde toda entidad. En el micromundo libertario dicen lo contrario: invocan que Milei arenga a los suyos con la poesía de la batalla cultural, que el liberarismo ya tuvo el mejor resultado electoral en toda la historia argentina.

Fugas

Massa da por hecho que la alianza Macri-Milei incomoda a los votantes puros de ambos. Antoni Gutiérrez-Rubí, el consultor catalán que colabora con el candidato, presentó ante los gobernadores un diagnóstico sobre ese proceso. “Milei ya no es Milei. Su promesa solemne de purificación de la política, con su discurso anti casta, ya no es creíble”, repite Rubí y completa su diagnóstico: “Milei se traicionó y con eso traicionó su esencia libertaria”. Ante eso, advierte, tendrá un castigo de sus propios votantes.

El miércoles, mientras Massa se mostraba con gobernadores y vices de 19 provincias en el CFI, ocurría otro hecho tan o más relevante para la campaña: Cristina Kirchner, en modo tiktoker, difundía un reel en sus redes donde aparecía en modo turista recorriendo la refaccionada Confitería del Molino. La vice montó un acting en el que se despega, casi exageradamente, de la campaña, una gestualidad sacrificial para permitir la deskirchnerización de Massa, un movimiento táctico que tiene un sentido puntual: darle un carácter fantasmal al kirchnerismo contra el que Milei lanzó una cruzada.

Un balotaje es, per se, una polarización pero el escenario político que dejó la general es novedoso: el tercer lugar de JxC va atado al dato de que en 2023 presenta el registro más bajo, si se excluye la dispersión post crisis de la elección del 2003, cuando cinco candidatos quedaron dentro de un ratio de 10 puntos entre el primero y el quinto. Las dos fuerzas mayoritarias sumaron 66,7%, según recopiló Javier Caches. Confirma los tres tercios pero la clave de la segunda vuelta es otra: continuidad o cambio. Es el desafío de Massa, no solo de advertir que el cambio de Milei es peligroso, sino que él mismo, aunque es candidato del oficialismo y ministro de este gobierno, puede expresar el cambio.

La fragmentación en tercios, menos intensa, se registró en 2015. Ad Hoc, la consultora de Javier Correa, despliega una tesis atractiva al comparar el voto que no fue ni a Cambiemos ni al Frente para la Victoria (FpV) en aquel año y teoriza que el voto que ahora concentró LLA tiene, en volumen, similitudes con el voto a Massa en la presidencial del 2015. La migración es, de manera adicional, otra incógnita. Roque Cantoia, de Doxa Data, hizo una biopsia del voto en Santa Fe, donde UP pasó de 400 a 600 mil sufragios, plantea que al menos en esa provincia, el voto anti K que contenía Bullrich ya migró a Milei en la elección del último domingo. Si eso fuese así, el respaldo de Macri y Bullrich puede tener más resistencia a moverse hacia el libertario. Santa Fe es relevante porque es, junto a Córdoba, uno de los territorios donde al peronismo le ha ido muy mal. Tampoco está claro cuánto más puede crecer el peronismo en la provincia de Buenos Aires, que en la general fue clave para el triunfo de Massa.

Massa, sin hablar en público del tema, apuesta a que Milei fracase en la contención del votante de JxC. Los campañólogos del peronista invierten la ecuación, quieren ser una variable del cambio que pide el universo electoral, pero además agregan otro competitivo: que el balotaje se convertirá en plebiscito sobre Javier Milei, respecto a las propuestas e incertidumbre que expresa. Más que la campaña inercial de Massa, la elección parece depender del libertario: si profundiza errores o logra, de la mano de Macri, romper un techo electoral, el suyo y el de Macri. Traducción: más que ganarlo Massa, el balotaje lo puede perder Milei.

En medio, la vida sigue. La atmósfera de alivio que se instaló en UP se rompió con el faltante de combustible de la semana que pasó. Se combinaron, además de una demanda anómala por el riesgo electoral, el agro y los precios, dos impericias administrativas: los dólares pisados por el BCRA, a cargo de Miguel Pesce, que demoraron la importación de combustible -el viernes se destrabaron dos barcos, hay otros ocho en camino- y la resistencia, según dicen en Gobierno, de la línea gerencial de YPF a importar combustible. En Economía hubo malestar con eso. Insumo tóxico para el micromundo político: Pablo González, el santacruceño que preside YPF, no pudo o supo anticipar o amortiguar una crisis que se debió prever con varios días.

Operó como otro factor molesto en un contexto de dificultades acumuladas. ¿Cuánto más puede crecer el peronismo? Si se mira el mapa electoral de la provincia de Buenos Aires, se refleja la recuperación y sobre todo el beneficio de la dispersión opositora que, para el balotaje, se juntó.

PI