En seis meses, durante la saga de elecciones provinciales que arrancó el 16 de abril en Río Negro y Neuquén, y que tuvo su capítulo más reciente el 17 de septiembre, en el Chaco, el peronismo que forma parte del ecosistema Frente de Todos (FdT), puso en riesgo el control de doce provincias y perdió seis. La sangría puede profundizarse: el 22 de octubre, elegirán gobernador Buenos Aires y Entre Ríos, donde si se repite el score de las PASO del 13-A, el PJ retendrá la primera y perderá la segunda.
La acumulación de derrotas, aún con esos dos territorios en veremos, ofrece una foto en rojo furioso: el mapa del poder que convivirá con el próximo presidente, mostrará al peronismo reducido a su menor expresión histórica al menos desde el retorno democrático en 1983. La victoria de Raúl Alfonsín en aquel año no impidió que el PJ gane doce gobernaciones de las 22 que existían entonces, cuando CABA y Tierra del Fuego tenían administradores designados por el PEN.
Sean siete, ocho o nueve -según lo que ocurra en Buenos Aires y Entre Ríos- el despliegue del peronismo tocará su piso histórico y quedará, incluso, con menos poder que tras la victoria de Mauricio Macri en 2015 donde el extinto Frente para la Victoria (FpV), controlaba once provincias. Los datos fríos, de calendario o de cartografía electoral, no hacen más que reflejar la dimensión de la deriva electoral del peronismo: desde el 25 de junio, cuando Gildo Insfrán logró su reelección en Formosa, el PJ no gana una elección.
Pero detrás de la estadística, eficaz para reproducir la postal del despoder, asoman los porqué y hay uno, en particular, que se repite en cada elección perdida por el peronismo a nivel provincial: la interna de entrecasa, a veces brutal y a cielo abierto, otras más o menos disimulada. La mala praxis que el oficialismo ejecutó a nivel nacional, en la disputa declarada entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, se replicó con sus propios modelos y actores en las provincias, y aunque no fue el único motivo, pareció ser determinante el efecto negativo de esas peleas y fracturas.
En algunos casos, como Chaco, el peronismo fue atomizado en varias boletas: la de Jorge Capitanich, gobernador que buscaba su reelección, tuvo lista bis de los Martínez, de su ex vicegobernador Carlos Bacileff Ivanoff y, hasta la primaria local, del exgobernador Domingo Peppo. “Coqui” no quiso, no supo o no pudo pero antes de las PASO minimizó esa dispersión y cuando la quiso saldar, mediante un acuerdo con los Martínez, familia del PJ histórico de Resistencia, no lo consiguió. Ese sector sumó 5% y Bacileff 2,5. Capitanich perdió con Leandro Zdero por 4,5 puntos.
El caso chaqueño, que estuvo cruzado por el crimen de Cecilia Strzyzowski, tuvo un nivel de internismo casi atípico: el peronismo se desparramó en cuatro boletas, algo que no tuvo el mismo registro en otras provincias donde el PJ perdió. Sin embargo, la manifestación de esas peleas de entrecasa tuvieron otro formato: en San Juan, por caso, Sergio Uñac y José Luis Gioja entraron en la disputa de jefatura, que parecía haberse resuelto en el 2019 a favor del actual gobernador, pero que recrudeció y derivó en una batalla que solo evitó la dispersión en dos boletas porque se logró reinstaurar la ley de Lemas por la cual Uñac -que fue bochado por la Corte y puso en su lugar a su hermano Rubén- compitió en una especie de interna abierta con Gioja.
Algo parecido ocurrió en Santa Cruz, una de las cuatro provincias que el peronismo gobierna sin intervalos desde 1983. No solo por la fractura expuesta que significó la irrupción de Claudio Vidal, que en 2019 compitió por adentro del paraguas del Frente de Todos (FdT), sino porque el peronismo llegó a la elección con tres postulantes, con diferencias entre sí. recelos con Alicia Kirchner.
El caso puntano tuvo una lógica diferente pero la interna, en ese caso familiar y política entre los hermanos Rodríguez Saá, escaló a tal punto que Adolfo apoyó a Claudio Poggi, peronista formado en el clan Saá pero que luego se convirtió en candidato de Juntos por el Cambio (JxC), contra el postulante de Alberto, el “Gato” Fernández. Como Santa Cruz, San Luis era gobernada por el PJ desde 1983 y este año cambió de manos. Solo quedan tres con esa continuidad histórica: Formosa, La Pampa y La Rioja. En las tres, el peronismo retuvo la elección.
En Chubut, el internismo tuvo una configuración propia: una disputa abierta entre el gobernador en ejercicio, Mariano Arcioni, vinculado con Sergio Massa, y el candidato a sucederlo como parte del mismo espacio, Juan Pablo Luque. La victoria fue ajustada para Ignacio Torres, dirigente del PRO, que encontró un hueco para crecer entre la mala imagen de la gestión de Arcioni y las rispideces en el oficialismo.
En Santa Fe ocurrió algo parecido. Omar Perotti, el gobernador, aceptó sobre el final la candidatura de Marcelo Lewandowski cuando prefería como postulante a Roberto Mirabella. La presión del peronismo territorial lo hizo aceptar, sobre la hora, a una figura con la que casi no tenía diálogo y que evitó, durante toda la campaña, ser visto como una continuidad de Perotti. En esa situación ambigua de oficialista que reniega del gobierno, Lewandowski ganó una PASO múltiple pero quedó muy lejos de Maximiliano Pullaro, el radical que ganó la primaria de JxC y ratificó en la general con un resultado histórico: casi 30 puntos de diferencia.
Los expedientes de Santa Fe y Chubut aportan otro elemento: el fallido intento de candidatos que forman parte del oficialismo de renegar de sus gobiernos e, incluso, de querer ser opositores de sus propios espacios. Esas cabriolas no funcionan y pueden ser una señal para Sergio Massa que, como ministro de Economía y candidato de unidad, tiene la tentación de querer presentarse como opositor del gobierno que integra.
Las derrotas peronistas en las provincias se intercalaron con victorias de Gildo Insfrán en Formosa, Sergio Ziliotto en La Pampa, Ricardo Quintela en La Rioja, Osvaldo Jaldo en Tucumán y Gustavo Melella en Tierra del Fuego, y la de Raúl Jalil en las primarias de Catamarca. Quedan pendiente lo que ocurrirá en la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof ganó las PASO y en Entre Ríos, donde Adan Balh, postulante único del PJ cuyo jefe es Gustavo Bordet, perdió con Rogelio Frigerio.
PI