“El Presidente me elige a mí porque se da cuenta que con la política argentina a él se le hace complicado, porque no la entiende”. Se terminaba el mes de mayo y a Guillermo Francos, que acababa de ser confirmado como flamante jefe de Gabinete, lo invadía la sinceridad. Sus palabras, durante una entrevista radial, no hicieron más que explicitar algo evidente: a Javier Milei poco y nada le interesa la “rosca”, por eso, a lo largo de sus primeros nueve meses de gestión, se encargó de preservar su imagen de outsider delegando la negociación política todo lo que pudo. Una actitud que, sin embargo, se vio obligado a rever en las últimas semanas.
La seguidilla de reveses en el Congreso, que tuvo su último capítulo en el rechazo al DNU de fondos reservados para la SIDE, preocupó a los principales estrategas de La Libertad Avanza, que le aconsejaron a Milei salir a jugar el partido. El punto de inflexión tuvo lugar el viernes 30 de agosto, cuando el Presidente sorprendió al sentarse por primera vez en una mesa política con diputados propios y aliados en Casa Rosada, en un intento por volver a tender puentes con el PRO y aplacar la polémica que cruzaba en ese momento a los bloques de La Libertad Avanza en el Congreso.
La imagen volvió a repetirse el martes pasado: cinco diputados radicales fueron recibidos por Milei en Casa de Gobierno, pocas horas antes de que la Cámara baja tratara, sin éxito, de revertir el veto presidencial al aumento jubilatorio, un proyecto de ley del que la UCR había hecho bandera. “No hubo canje ni toma y daca”, repetían en el oficialismo, con la victoria pírrica arriba de la mesa.
La ausencia de Francos, que sufrió un cuadro de gastroenteritis aguda y debió pasar la semana entre algodones, se hizo notar en los últimos días. Desde el Gobierno aclaraban que muchos de esos contactos de Milei con legisladores tuvieron que ver con “un proceso de trabajo” que había comenzado el jefe de Gabinete. Sin su espada política, envuelto en rumores de supuestos roces con el asesor presidencial Santiago Caputo, el Presidente en persona debió ponerse al frente de la defensa de su “déficit cero”, mantra que será el eje central del discurso que dará este domingo en el recinto de la Cámara de Diputados al presentar el Presupuesto 2025.
Lo cierto es que la ratificación del veto al proyecto que recomponía mínimamente el ingreso de los jubilados fue la única razón que tuvo el Gobierno para festejar. Y le duró poco. Al día siguiente, se encontró con una pared infranqueable en el Senado. Con 49 votos negativos, 11 afirmativos y 2 abstenciones, la oposición votó rechazar el polémico DNU que incrementó en $100.000 millones los fondos reservados para la SIDE, comandada en las sombras por Santiago Caputo. Se trató de un hecho inédito para el Congreso: es el primer decreto resistido por ambas cámaras desde 2006, año en que se reglamentó el trámite legislativo para ese tipo de instrumentos.
En el oficialismo buscaron hasta último momento evitar que se consume el traspié, con llamados a gobernadores para quebrar algunas voluntades. Era el Plan B, que se parecía ya a un manotazo de ahogado. El miércoles, durante un encuentro que el Presidente y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, mantuvieron por la mañana con la vicepresidenta Victoria Villarruel y senadores de la oposición, se había acordado no incluir el DNU en el plan de labor de la sesión. Pero esa jugada originaria falló: Unión por la Patria logró reunir el voto de los dos tercios de los presentes para poder tratarlo sobre tablas, gracias a la ayuda del radicalismo.
¿Cuánto pudieron haber influido en ese giro “reunionista” de Milei las conversaciones que mantuvo con Mauricio Macri? El expresidente visitó Olivos tres veces en el transcurso de un mes. Nadie duda de que su intención es convencer al libertario de que su gobierno necesita de un “volumen político” que el PRO estaría dispuesto a aportar. Una caracterización que poco tiene de desinteresada: Macri presiona para desembarcar con su tropa en lugares estratégicos del organigrama del Estado, como son, entre otros, el área de Energía o Transporte, más allá de la discusión en torno al control de la Hidrovía.
Atrás en el tiempo quedó el jolgorio por la aprobación de la mentada ley Bases. En Casa Rosada admiten que será una hazaña difícil de repetir. La trabajosa sanción de aquel proyecto, que finalmente se alcanzó a fines de junio, había puesto al Presidente ante una disyuntiva: consolidar los puentes con su denostada “casta política” o, por el contrario, acelerar a fondo en su cruzada refundacional. El camino elegido por el Gobierno fue más el segundo que el primero, aunque sin contemplar del todo que la extrema debilidad legislativa podría jugarle una mala pasada. El anunciado “veto total” al aumento del presupuesto universitario, aprobado por el Senado el jueves, augura un nuevo round en el recinto de la Cámara de Diputados. Final abierto.
PL/DTC