¿Quién podía imaginarse viendo a ‘Fleco y Male’ irrumpir en los espacios publicitarios televisivos para decirnos que ‘la marihuana destruye las neuronas’ y que ‘todo aquel que consume está enfermo y necesita curarse’, que 25 años después habría formas legales de cultivar y consumir cannabis?
Tanta firmeza en la demonización y patologización, difícilmente permitían avizorar entonces un futuro con lugar para una revista especializada que –entre otras cosas- enseña a cultivar esta planta, para una Expocannabis congregando multitudes cada año, para empresas provinciales de cultivo e industrialización a gran escala, para médicos recetando cannabis o cientos de científicos estudiando el potencial terapéutico o fabril.
Es que si bien los 40 años democracia no resultaron suficientes para dar con tierra con el modelo prohibicionista de los estupefacientes, permitieron el nacimiento y desarrollo de un movimiento por la despenalización o regulación que dio sus mayores frutos en el caso de la marihuana, con la sanción de leyes de investigación sobre los usos terapéuticos de la planta de cannabis (2017) y de desarrollo de la industria del cannabis medicinal y el cáñamo industrial (2022), en consonancia con un movimiento mundial reivindicativo del cannabis como sustancia fitoterapéutica
“En nuestro país la tenencia de estupefacientes, así sea con fines de consumo personal, se encuentra penalizada, lo que sucede es que si el cultivo o el consumo va a ser con fines terapéuticos y la persona así lo acredita ante la autoridad sanitaria de aplicación, puede inscribirse en un registro y estará exceptuado de la prohibición penal”, explicó el abogado especializado de la Asociación Pensamiento Penal, Andrés Bacigalupo.
Es que la ley vigente (la 23.737 de1989), castiga la tenencia de estupefacientes para uso personal a pesar de que en el año 2009 la Corte Suprema de Justicia consideró que esta figura es inconstitucional por su incompatibilidad con el artículo 19 de la Constitución.
La norma pena con 1 mes a 2 años de prisión a quien “siembre o cultive plantas o guarde semillas, precursores químicos o cualquier otra materia prima para producir o fabricar estupefacientes” cuando éstos sean para consumo personal.
Quedan exceptuadas de esa persecución penal desde 2021 las personas incorporadas en el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann) que ya tiene 300 mil inscriptos, en virtud de la Ley de investigación del cannabis medicinal sancionada en 2017.
“Como por otro lado tenemos una ley del año 2022 que impulsa el desarrollo productivo del cannabis medicinal y del cáñamo industrial, el paso que quedaría por dar es una regulación integral que permita el uso adulto y responsable sin necesidad de demostrar fines terapéuticos o estar inscripto en un registro del Estado, como sucedió en Canadá, Uruguay y en varios estados de los Estados Unidos”, agregó
Y es posible avanzar en ese sentido porque si bien “el cannabis es una sustancia que se encuentra controlada a nivel internacional por los convenios (sobre estupefacientes) de la ONU” a los que Argentina adhiere, “esos tratados no obligan a los Estados a penalizar el uso personal” y los países pueden regular “adoptando políticas públicas no punitivas, sino con enfoque sanitario y las eventuales restricciones o sanciones ser regidas por el derecho administrativo, como sucede con el alcohol”.
A su turno, la referenta de Mamá Cultiva Valeria Salech aseguró a este medio que los mayores avances en materia de cambio de status del cannabis se dieron más en términos de “legitimidad del uso” que de “situación legal”
“La percepción social siempre está un poco más adelantada que las leyes, entonces hoy tenemos una planta que está siendo estudiada e investigada por diferentes profesionales de todos los ámbitos de la ciencia –donde el avance fue hermoso, rápido, organizado y colectivo- y a la que la gente ve de otra manera porque ya no le tiene miedo”, dijo.
La percepción social siempre está un poco más adelantada que las leyes, entonces hoy tenemos una planta que está siendo investigada –donde el avance fue hermoso, rápido, y colectivo- y a la que la gente ve de otra manera porque ya no le tiene miedo
Dos cigarrillos de marihuana
Al momento de la recuperación democrática, en Argentina estaba vigente la ley 20.771 sancionada en 1974 durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón que penaba con prisión de 1 a 6 años la tenencia, incluso para consumo personal, de estupefacientes. Y la marihuana era considerada estupefaciente a nivel nacional desde 1968, con la sanción de la ley 17.756 que, no obstante, sólo penaba la tenencia que excediera las cantidades consideradas para el uso individual.
En consonancia con esto, en 1978 la Corte Suprema en el “Fallo Colavini” ratificó una condena a dos años de prisión en suspenso para un joven por habérsele encontrado dos cigarrillos de marihuana durante una requisa, con el argumento de que sin consumidores no hay producción de drogas.
“Recuperada la democracia, en el imaginario social y político el cannabis no se diferenciaba mucho de sustancias más dañinas –como la cocaína y sustancias sintéticas más nueva–-,pero sí que el consumo personal de estupefacientes en la esfera privada empieza a ser concebido de manera más liberal, en el sentido de protección de las libertades civiles que el Estado se tiene que abstener de vulnerar y garantizar”, dijo Bacigalupo.
Esto se manifiesta, entre otras cosas, en la realización de la Primera Marcha de la Marihuana Libre a la que asistieron 100 personas en 1983 o la publicación de una nota de tapa preguntándose “¿legalizar la marihuana?”, según el libro “Marihuana” del periodista Fernando Soriano.
En este contexto, la CSJN produce en 1986 el “fallo Bazterrica” que declaró inconstitucional la penalización de la tenencia de estupefacientes para consumo personal, a partir del caso del guitarrista de la Los Abuelos de la Nada que había sido detenido en 1983 y posteriormente condenado por poseer 3.6 gramos de marihuana y 0.06 gramos de cocaína.
Para el director de la revista THC Sebastián Basalo, esa sentencia fue “el primer cuestionamiento que tuvo el prohibicionismo” en Argentina.
“Pero la postura liberal en relación a una reforma (de la ley de drogas) que miraba con simpatía la despenalización del consumo de estupefacientes, termina perdiendo peso frente a posturas prohibicionistas favorecidas por los medios con su narrativa del ‘problema de la droga’, la presión de los gobiernos norteamericanos así como por el debilitamiento de la democracia tanto por presiones militares como por el hartazgo político”, dijo Bacigalupo.
Casi tres meses después comenzar la gestión de Carlos Menem, el Congreso aprueba la ley 23.737 que amplió las penas para el tráfico y siguió penalizando la tenencia, aunque reduciendo el castigo de un mes a dos años de prisión “cuando, por su escasa cantidad y demás circunstancias, surgiere inequívocamente que la tenencia es para uso personal”.
Además, habilitaba a los jueces a ordenar “medidas de seguridad curativa” consistentes en “tratamiento de desintoxicación y rehabilitación” en caso de tenencia para consumo personal, decisión que ponía en suspenso el cumplimento de la pena y que conducía a la eximición en caso de “resultado exitoso”.
“Hay una primera etapa de 20 años con gran protagonismo del prohibicionismo, caracterizada por una mirada social muy condenatoria sumado a un enfoque fuertemente penal de parte del Estado frente a los usuarios y usuarias, cultivadoras y cultivadores de cannabis”, dijo Basalo.
Hay una primera etapa de 20 años con gran protagonismo del prohibicionismo, caracterizada por una mirada social muy condenatoria sumado a un enfoque fuertemente penal de parte del Estado
Como otro síntoma de los tiempos, por un lado, el máximo tribunal se pronunció nuevamente en contra de la despenalización con su “fallo Montalvo” de 1990 que ratificó una condena por tenencia de marihuana para consumo personal; y, por otro, el músico Andrés Calamaro fue procesado en 1994 por haber dicho en un recital que se “fumaría un porrito” con el cargo de “apología” del que resultaría absuelto recién en 2005.
Como resultado de estas políticas, Basalo describe que Argentina era el país de “más de 30.000 personas criminalizadas por año, del negocio de las internaciones compulsivas y el crecimiento del narcotráfico”.
“En esa época, era habitual considerar que todo uso de sustancias psicoactivas devenía en consumo y todo consumo era problemático, por eso se concebía al usuario como un enfermo y la ley refleja esta solución híbrida de tratarla (terapéuticamente) pero bajo la amenaza de castigo”, dijo Bacigalupo
Una nueva etapa caracterizada por una intensa lucha civil por un cambio de paradigma sobre el sobre las políticas públicas sobre drogas, se inicia hacia 2004 y se prolongará hasta 2017, cuyos hitos son la aparición del autocultivo de cannabis, la salida a los kioscos de la Revista THC (2006), el fallo Arriola (2009) de la Corte, la formulación de un proyecto de ley unificado para la despenalización del consumo de drogas (que termina fracasando en 2012) y la realización de la Primera Marcha Nacional por la Despenalización del Cannabis.
“En medio del desierto sale a la calle la revista THC, que enseña a cultivar para alejar a los usuarios del narcotráfico, que sale a decir que el cannabis tenía usos medicinales, que además servía industrialmente para generar trabajo, y que no solo había derecho a usarlo responsablemente, sino que teníamos que tener una política de reducción de riesgos y daños”, dijo.
Para Basalo, la revista fue clave para el surgimiento de todos esos movimientos pero los comienzos fueron difíciles porque “nos trataban de locos, nos censuraron en varias provincias y recibimos innumerables denuncias penales por hablar del cannabis”.
“En el 2013 Uruguay se convierte en el primer país que regula el cannabis pero en Argentina el proceso de legitimación del cannabis que había producido marchas masivas llega a un límite porque los instrumentos republicanos no logran absorber y transformar eso en un cambio social, y entonces se pasa de pedir la despenalización en general a un movimiento que se propone ir paso por paso”, dijo.
Y el primer paso es la búsqueda de regulación del uso del cannabis con fines medicinales, apalancada con las historias de niños con epilepsia refractaria, que logran reducir drásticamente el número de sus convulsiones y que se viralizan por las redes sociales.
“En ese momento todo el movimiento cannábico se fue alineando detrás de quienes llevamos la voz del uso medicinal porque entendían que era prioritario avanzar en el uso terapéutico de la planta porque antes que nada estaba la salud. Desde la necesidad pero también desde la empatía, nosotras pudimos conseguir un primer paso que es el reconocimiento de los usos terapéutico de la planta, lo cual lo distingue del resto de las drogas”, dijo Salech.
Fue así como en 2017 se logra la sanción de la ley 27.350 de “Investigación médica y científica del uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados”, cuya primera reglamentación ignoró el autocultivo –principal reclamo del movimiento cannábico que la impulsó– contemplado en su artículo 8.
Esto fue subsanado en 2020, cuando un nuevo decreto reglamentario autorizó esta práctica a todos los inscriptos en la nómina de pacientes con indicación médica de tratamiento a base de cannabis.
“El cultivo de cannabis sigue siendo fuertemente perseguido como delito y los datos de la Procuraduría de la Narcocriminalidad muestran un claro aumento del 171,6% de las causas penales en 2021, el año que el Reprocann entró en funcionamiento”, dijo Bacigalupo.
Según estas estadísticas, en 2020 se iniciaron 320 causas a cultivadores –muy cerca del record de 330 de 2016-, pero al año siguiente esa cifra saltó a 869 y el año pasado descendió sólo hasta 608.
“Esto es consecuencia de la falta de capacitación de las fuerzas de seguridad que hasta hace muy poco desconocían la legislación y seguían sosteniendo que la marihuana es un tóxico prohibido. Entonces hemos tenido casos de secuestro de los cultivos a personas inscriptas en el Reprocann”, dijo.
Por otro lado, el Vademecun Nacional de Medicamentos incluye hasta ahora cuatro productos, todos anticonvulsivos en presentación de solución oral: Kambis de Elea en sus dos envases de 30 y 100 mililitros; y convupidiol de Alef Medical en frasco de 35 y 70 militros.
Una gran industria
Para Basalo, la realización de la primera ExpoCannabis en 2019 “con todo su impacto cultural” viene a demostrar que “además de la salud, el cannabis es un generador de trabajo” al dar visibilidad a “todos los proyectos productivos que había en marcha” sólo a partir de la ley de cannabis medicinal y “entonces se empieza a reclamar una ley de cannabis industrial” que finalmente se sanciona en 2022 –la 27.669– cuya “implementación es un poco lenta” porque aún están por emitirse “las primeras licencias productivas” en el marco de esta norma
Según la Cámara Argentina del Cannabis (Argencann), el sector ya cuenta con más de 53 proyectos autorizados en 17 provincias en virtud de la ley de cannabis medicinal y tiene potencial para movilizar 500.000.000 de dólares anuales en el mercado interno así como exportaciones 1.000 millones y 10.000 nuevos empleos registrados en los próximos 10 años.
“Hay gente que está trabajando en el desarrollo de bioplásticos para hacer armazones de anteojos o cepillos de dientes, otros están trabajando en bioconstrucción con ladrillos de cáñamo o placas compactas de su fibra para reemplazar la madera”, dijo el titular de esta cámara, Pablo Fazio.Cámara Argentina del Cannabis (Argencann)
Hay gente que está trabajando en el desarrollo de bioplásticos para hacer armazones de anteojos o cepillos de dientes, otros están trabajando en bioconstrucción con ladrillos de cáñamo o placas compactas de su fibra para reemplazar la madera
“Pero hasta que no empecemos a tener materia prima en volumen, estamos en una etapa de desarrollo embrionaria, de prototipos de futuros productos porque el hecho de no contar con material suficiente o contar con materiales en proporciones muy pequeñas, es un limitante”, agregó.
A nivel mundial, según un informe del Ministerio de Agricultura, la superficie cosechada creció 67.39% entre 2010 y 2018, con Corea en el primer puesto seguido por Francia y China. El año con mayor superficie cultivada fue 2019, con 82.265 hectáreas.
En Argentina, según el portal Agrofy News que cita un informe de Claves Información Competitiva, en 2023 eran 20.16 las hectáreas cultivadas en un país que durante casi 50 años –desde el inicio de la última dictadura- discontinuó totalmente la producción de cáñamo industrial que era explotado en distintas provincias.
“Como la revisión regulatoria en torno al cannabis tiene como mucho 15 años a nivel mundial, es un mercado donde está todo para innovar y creo que Argentina tiene una oportunidad privilegiada de inscribirse en esa agenda por el ecosistema emprendedor que tiene, por sus condiciones geográficas y climáticas, por su gran capacidad instalada y por ser un país agroexportador”, dijo
“Necesitamos también que se sostengan y que se continúen las políticas públicas que se desarrollaron estos cuatro años, porque no podemos dejar de apostar por esta industria que ya está generando exportaciones inclusive en esta etapas tan embrionaria”, agregó.
En ese sentido, Fazio mencionó el caso de la empresa rosarina 420CBD Premium “que inscribió sus productos (cosméticos a base de cannabis) en Anmat y consiguió hace 5 meses una primera exportación a España” de su gel íntimo 420 Placer “y esto es simplemente la punta de la iceberg porque si le damos continuidad, seguramente en un par de años encontramos una multiplicidad de ejemplos”.
Para Salech, todo lo avanzado hasta ahora “es un síntoma de una democracia que estaba viva o saludable” porque “hay democracia cuando hay un diálogo entre el pueblo y sus representantes, y la verdad que sobre todo estos últimos cuatro años ese diálogo existió y fue fluido”
“Estamos asistiendo ahora al comienzo de una última etapa, la de la regulación total del cannabis: esto que no se pudo hacer de manera inicial se retoma ahora a partir de preguntarnos ‘por qué me tengo que sentir mal para poder sentirme mejor’ y ‘cuál es el límite entre terapéutico y no terapéutico’, porque si todas las personas que usan cannabis lo hacen para sentirse mejor y el bienestar forma parte de la salud, todo uso es terapéutico”, concluyó Basalo.
Según el último World Drug Report de ONUDD, el cannabis sigue siendo el estupefacietne más consumido con un estimado de 219 millones de consumidores. En Argentina, la Encuesta Nacional sobre Consumos y Prácticas de Cuidado 2022 (ENCoPraC) elaborada por Sedronar reveló que el 26.3% de la población de entre 16 y 75 años consumió alguna vez marihuana y el 13,8% lo hizo en el último año.
MAA/MG