El próximo lunes, los presidentes Alberto Fernández y Luiz Inácio Lula da Silva mantendrán su primer encuentro protocolar en la Casa Rosada. Para el jefe de Estado brasileño esta visita será el primer paso de una “nueva estrategia” internacional. “Queremos reconstruir nuestra imagen en el exterior. Por eso, el domingo voy a la Argentina, el 10 de febrero viajo a Estados Unidos y en marzo iré a China”, declaró ayer, trazando la secuencia que revela sus prioridades.
La llegada a Buenos Aires de Lula marca el retorno activo a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). El sentido de renovar la “mirada” brasileña hacia el interior del continente tiene una explicación tanto política como económica. La persona que mejor definió las expectativas por enterrar el “aislamiento” que caracterizó la gestión del expresidente Jair Bolsonaro fue el flamante ministro de Hacienda, Fernando Haddad: “Si no pensamos en formas de integración regional, tendremos muchas dificultades para despegar”. No casualmente eligió hacer esta declaración, el miércoles pasado, durante el panel sobre Liderazgo en América Latina del Foro de Davos.
En ese contexto, el ministro brasileño llegó a mencionar la posibilidad de integrar los mercados financieros. “Hay muchas oportunidades que podrían ser mejor aprovechadas si hubiera integración de la infraestructura física y energética, integración comercial y, quien sabe, de forma más ambiciosa, integración de los propios mercados financieros de la región”. Haddad afirmó que la interconexión energética “atraerá empresas al continente, lo que puede viabilizar una reindustrialización verde y eficiente”.
Uno de los acuerdos estratégicos que se espera firmen los dos presidentes el mismo lunes al mediodía es el que confirme la construcción del gasoducto que llevará gas desde el yacimiento patagónico de Vaca Muerta hasta las puertas de Río Grande del Sur.
El primer tramo entre Neuquén y Santa Fe -construido por multinacionales argentinas- debe comenzar a operar en julio próximo y, de allí, seguirá la segunda parte hacia la frontera con Brasil -con incorporación de acerías brasileñas-. Este trayecto del ducto será financiado por cuenta del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, que hoy preside el exministro Aloysio Mercadante.
En una entrevista concedida en diciembre último a la periodista Janaina Figueiredo, del diario O Globo, el presidente Fernández expuso su entusiasmo por el proyecto: “Con ell gas de Vaca Muerta podremos equilibrar la balanza comercial con Brasil”, hoy desfavorable al socio argentino. “Queremos que Brasil continúe como nuestro principal socio comercial y vamos a buscar mecanismos que faciliten ese comercio”.
Lula y Fernández coinciden en el diagnóstico de los tiempos que se vienen, tanto para el mundo como para la región. “Hay un proceso de relocalización de industrias y, en ese escenario, las regiones vuelven a tener un papel clave”. Este principio lo harán valer en la renegociación del acuerdo con la Unión Europea, como han señalado ambos jefes de Estado y sus ministros. Según las declaraciones de la ministra de Medio Ambiente Marina Silva en Davos, un personaje fuerte dentro de la cúpula del gobierno lulista, Brasil pretende revisar el acuerdo; aun cuando subrayó que “hay un camino en marcha”.
El segundo asunto crítico que deben tratar los mandatarios es el comercio bilateral en monedas locales, lo que no significa la creación de una moneda única. Esta última versión, difundida por medios argentinos y brasileños, fue enfáticamente negada por Haddad: “No habrá moneda común”, insistió.
Se trabaja, en cambio, en la recreación de un mecanismo para facilitar operaciones de comercio exterior bilateral, pero con monedas locales. Eso implica una coordinación entre los dos Bancos Centrales para la fijación de los tipos de cambio, como también para realizar a los 6 meses una compensación (en dólares) por parte del país que tiene un saldo negativo de exportaciones e importaciones.
EG