Aunque perdió, para el gobierno fue un triunfo. Se veía en las caras. El Frente de Todos llegó tan golpeado a las elecciones generales que el resultado en la provincia de Buenos Aires y la remontada en algunos distritos como Chaco y Tierra del Fuego le alcanzaron para festejar después de dos años de una avalancha interminable de malas noticias.
Tras una semana en la que la agenda se volcó en su contra como pocas veces y los peores pronósticos circularon dentro y fuera de la alianza, el oficialismo se vio beneficiado por el aumento de la participación electoral, que subió 5 puntos con respecto a las primarias del 12 de septiembre.
El peronismo unido volvió a perder en 15 provincias, incluida Buenos Aires, pero consiguió una remontada en la que pocos, incluso dentro de la coalición gobernante, creían. El Frente de Todos no pudo revertir el resultado de las PASO en Chubut, Santa Fe y La Pampa. Así, el bloque del PJ perdió el quórum propio en el Senado por primera vez en la historia y redujo de 41 a 35 bancas. Si se compara con 2019, cuando los Fernández llegaron al poder, la debacle es notoria.
Si se mira en relación con lo que sucedió hace apenas dos meses, lo que se vio fue la reacción de un oficialismo maltrecho y dividido que actuó en defensa propia e hizo todo lo que pudo para sobrevivir. Lo que se anunciaba como un trámite -casi un velatorio político- y el inicio de una transición a partir de mañana, aparece ahora rodeado de puntos suspensivos y signos de interrogación. Gana aire la unidad del frente, que quedó a prueba como nunca después de las PASO, y las diferencias se aplazan por lo menos hasta que el gobierno vuelva a chocar con la impotencia que lo domina frente a una realidad de lo más adversa.
En el distrito clave de la provincia de Buenos Aires, donde el peronismo kirchnerista se acostumbró a perder más que a ganar, estuvo el núcleo de la remontada. Con el 98% de las mesas escrutadas, la boleta de Victoria Tolosa Paz obtuvo 3.365.493 votos, casi 600 mil más que en las PASO, cuando perdió por 5 puntos contra la suma de adhesiones que reunieron Diego Santilli y Facundo Manes. Juntos también creció, pero menos. Pasó de 3.149.989 a 3.478.441. Así el gobernador Axel Kicillof recuperó algo de oxígeno y aumentó su representación en el Senado bonaerense, quedó empatado con Juntos en 23 senadores y se garantizó que la encargada de laudar sea la vicegobernadora Verónica Magario.
Por primera vez desde que se constituyó como una fuerza política estable, la alianza PRO-UCR-CC obtuvo un peor resultado en las generales que en las PASO. Su electorado fue a votar y hasta creció, pero no pudo compensar el aumento de adhesiones que consiguió el Frente de Todos. Las primarias de septiembre marcaron el pico de escepticismo de los votantes tradicionales del peronismo con el experimento de los Fernández en el gobierno. Dos meses después, la catástrofe electoral fue apenas atenuada en parte del país. Poco si se lo mira en perspectiva histórica, mucho si se mide en relación a las voces del poder que alertaban sobre la continuidad de Fernández en el gobierno.
Pese al festival de contradicciones, errores y dificultades que lo envuelve, con lo poco que tenía a disposición, al Frente de Todos le alcanzó para recortar la diferencia en el distrito principal del país, donde se concentra el 38% del padrón. Tal como contó elDiarioAR, en lo económico el paquete paliativo para mejorar los ingresos después del ajuste prolongado que denunció la vicepresidenta en su carta de hace dos meses apenas osciló entre el 0,1 y el 0.3% del PBI, cuando se esperaba que llegara al 1% del PBI. El salario real sigue en el quinto subsuelo y la desigualdad no cede.
En lo político, la crisis institucional que sobrevino a la derrota y el cambio de gabinete forzado por Cristina Fernández reordenó el equilibrio de fuerzas dentro de la alianza y le dio protagonismo al peronismo territorial. Si a Juan Manzur le costó arriesgar Tucumán y perder casi 8 puntos en dos meses, a Martin Insaurralde, que volvió a ganar en Lomas de Zamora, le resultó todo ganancia.
A la hora de explicar el resultado en la provincia de Buenos Aires, la guerra de interpretaciones ya empezó. Ninguno de los problemas que tenía la Argentina hace dos meses se solucionó, la inflación escala de manera peligrosa, la pobreza toca niveles alarmantes y la falta de dólares sigue mostrando a un gobierno frágil. Pero aún en ese contexto el Frente de Todos logró reducir los daños de la derrota. ¿A qué se debió?
Para Martín Guzmán y Matías Kulfas, dos que también respira aliviados, lo explica la heterogénea recuperación económica -mal llamada rebote- que lleva varios meses. Para la oposición más dura, se trató apenas de la compra de votos por la vía del llamado plan platita. Para los intendentes del Conurbano, se debió al esfuerzo que hicieron para garantizar al menos una parte del apoyo que se había perdido en las primarias. Para el entorno de la vicepresidenta, que estuvo ausente durante casi toda la campaña, es el resultado de los cambios que ella obligó a hacer, cuando pateó el tablero y consumió casi todas sus energías para salvar al gobierno de la parálisis. A ese cúmulo de hipótesis hay que sumarle una no menor: cuánto pudo haber influido el aire triunfalista de la oposición y el regreso de Mauricio Macri envalentonado al centro de la escena.
Desde mañana, el gobierno tiene una oportunidad de aprovechar el nuevo crédito que una porción del electorado le dio para sacarlo de terapia intensiva y saldar las diferencias internas en busca de hallar la puerta indicada en el laberinto de la crisis. Volver a equivocarse o enredarse de manera indefinida sin resolver solo confirmaría que el apoyo adicional que logró el oficialismo no sirvió para nada.
No hay salidas virtuosas y tanto el acuerdo con el Fondo como la decisión de dejar de pagar los vencimientos van a traer costos a nivel social. El entendimiento con el organismo de crédito que anunció el Presidente, si finalmente se concreta, vendrá acompañado por el aumento de tarifas y la suba del dólar, que pueden golpear todavía más el poder adquisitivo y frenar el crecimiento. La oposición no se muestra dispuesta a sentarse a la mesa de diálogo que propone el oficialismo. Sin embargo, ahora el gobierno no tiene excusa: los votos que recuperó le acaban de alargar la vida.