Jorge Castro pedía una reunión a solas con el presidente y, a la media hora, ya estaba cara a cara con Carlos Menem. Esa era la dinámica habitual en la Casa Rosada. Y así sucedió una tarde de mayo en 1999. Castro era el Secretario de Planeamiento Estratégico de la Presidencia. Si bien había asumido un año atrás, el experto en política internacional ya era una voz muy influyente y escuchada por Carlos Menem. Incluso tenía una oficina en el primer piso de la Casa de Gobierno, ubicada a pocos metros del despacho presidencial.
En el último año de gestión menemista, a Castro se le ocurrió una idea para congraciarse aún más con los Estados Unidos. ¿Cuál? Que la Argentina se incorporara a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una alianza militar de países liderada por Estados Unidos. Ahora, 23 años después de aquella iniciativa del menemismo tardía, la posible entrada de Ucrania a la OTAN derivó en una invasión de tropas rusas que mantiene al mundo en vilo.
En 1999, el clima internacional era muy distinto. La caída del muro de Berlín había parido un mundo de ideología en monocromo. No es que el capitalismo había vencido en la batalla política y cultural: el comunismo real simplemente se desplomó desde adentro.
“Era la post Guerra Fría. La unipolaridad no era una doctrina, era la realidad de los hechos”, contextualiza a la distancia Jorge Castro. Lúcido columnista de política internacional en el diario Clarín, Castro todavía defiende aquella propuesta que le hizo a Menem. “Ahora hay una estructura bipolar, con dos superpotencias, los Estados Unidos y la República Popular China, asociada en una visión de largo plazo con Rusia. Existen dos centros de poder. Pero en esa época entrar a la OTAN era asociarse en estructuras de seguridad con el primer resorte del poder en el mundo: los Estados Unidos. La Unión Soviética había implosionado con su sistema de defensa intacto”, afirma Castro ante elDiarioAr.
Cuando Castro le llevó la idea al presidente, la Argentina era un aliado especial extra-OTAN. Se trataba de una categoría que no tenía ningún otro país latinoamericano y que sólo compartía con Israel, Egipto, Japón, Corea del Sur y Jordania. Pero a fines de los noventa, la OTAN empezaba a aceptar como socios plenos a países de Europa Central. Argentina accedió al estatus de aliado extra-OTAN en octubre de 1997, a fuerza de alinear su política exterior a la norteamericana. Una estrategia que el canciller menemista Guido di Tella definió brutalmente como de “relaciones carnales” con EEUU. El anuncio formal de ese acercamiento lo hizo el entonces Bill Clinton, durante una visita a Buenos Aires.
Pero en 1999 el gobierno de Menem buscaba profundizar el vínculo con los Estados Unidos y la OTAN. La propuesta de Castro sedujo rápidamente al presidente. Una serie de reuniones de gabinete posteriores terminó por amasar el planteo.
En julio del 99, Menem hizo el pedido formal para que la Argentina fuera incorporada a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Sugirió que lo hiciera “en calidad de miembro asociado o una categoría similar a establecerse”. Menem mandó cartas protocolares. La más importante y dedicada, a su colega Bill Clinton. Las demás, a otros miembros del Consejo del Atlántico Norte. El encargado de anunciarlo a la prensa fue Castro, el secretario de Planeamiento Estratégico.
Según el texto de las cartas enviadas por Menem, el objetivo argentino era “participar más eficazmente en esta etapa de redefinición del sistema de seguridad internacional, tanto en las operaciones que se llevan a cabo bajo el comando y control unificados de la OTAN, cuanto en la discusión y el diseño del sistema de seguridad global que emerge en los albores del Siglo XXI”.
El expresidente incluso enumeró acciones supuestamente destacadas a la alianza militar: “La intervención de la OTAN para poner fin a la tragedia humanitaria que tenía lugar en Kosovo y su ratificación por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas justifican tales expectativas”. Y agregaba en su mensaje que “el reciente conflicto bélico de los Balcanes como antes el de Bosnia-Herzegovina refleja la naturaleza de los conflictos de esta era: problemas internos, que afectan principalmente a la población civil e implican violaciones masivas a los derechos humanos”.
La Alianza, principal fuerza opositora a la administración peronista de aquellos años, rechazó de inmediato la iniciativa de Jorge Castro. Sociedad entre la UCR y el extinto Frepaso, la Alianza retrucó: “Nosotros priorizaremos el Mercosur y la política regional de seguridad no es compatible con el ingreso a la OTAN”. Pocos meses después, Fernando de la Rúa ganaría las elecciones. Y el proyecto de entrada a la OTAN quedaría en la nada.
“Hubiera sido imposible. Gran Bretaña, que arrastra un conflicto con la Argentina desde la Guerra de Malvinas, nunca lo habría aceptado”, opina un funcionario de la Cancillería conducida por Santiago Cafiero. Castro disiente: “Gran Bretaña estaba dispuesta a aprobarlo, porque Menem había restablecido relaciones diplomáticas”.
Paradojalmente, a 23 años de aquel lance pensado para congraciarse con los EEUU, Castro ahora describe la caída de ese gigante. Respecto a la invasión militar a Ucrania ordenada por Vladimir Putin, el analista y autor del libro “China y la Argentina en el siglo XXI” opina que “el trasfondo de esta situación es el debilitamiento internacional de los Estados Unidos”.
AF