Todavía está fresca en la memoria colectiva la postal de Martín Insaurralde a bordo de un yate, con su acompañante Sofía Clérici. O la de Silvina Batakis sentada aguardando ser atendida en el Apple Store de Manhattan después de haber dicho, aún siendo ministra de Economía, que “el derecho a viajar” de los argentinos “colisiona con la generación de puestos de trabajo”. Su argumento era que los dólares que faltaban en el gobierno de Alberto Fernández debían usarse mayormente en el sector productivo y no en turismo ni en compras en el exterior.
Pero no solamente en el peronismo hay ejemplos como estos de haz lo que digo pero no lo que yo hago: todos los funcionarios de la primera línea del gobierno de Milei podrían salir de vacaciones al exterior o a destinos turísticos caros dentro de Argentina, como Cariló. Es el caso de —nada menos— el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, quien en enero, cuando aún no tenía dicho cargo, viajó a ese balneario de clase media alta en plena discusión política sobre el megadecreto desregulador que él mismo se había encargado de redactar jactándose de ello, mostrando una alta pila de hojas A4 en un video que se viralizó en redes sociales. Mientras la política discutía la obra cumbre de Sturzenegger, Sturzenegger estaba en una reposera frente al mar.
Habrá que ver si Mariano Cúneo Libarona, otro ministro de Milei, de Jusiticia —nada menos—, no se tienta este verano con volar a playas más lejanas, las de Miami, donde es propietario de un departamento que durante años permaneció sin haber sido debidamente declarado ante la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA, ex-AFIP) y que el otrora abogado mediático y ahora funcionario nacional compró a finales de la década menemista.
Milei, por tanto, tiene motivos de sobra para pedirles decoro y mesura a sus ministros y demás colaboradores de la primera línea del gobierno. Pero, además, porque como el hombre tropieza dos veces con la misma piedra, tampoco caería bien que se repita, por ejemplo, la imagen de Luis Caputo tomando sol en una playa de Río de Janeiro, adonde se alojó en el hotel Sofitel de Ipanema, en 2018, siendo presidente del Banco Central —nada menos— justo cuando el dólar empezó a subir bruscamente, iniciando así el fin anticipado de la presidencia de Mauricio Macri (a la que le sobraron los dos últimos años) y la crisis cambiaria que llega nuestros días con la promesa estirada de Milei de eliminar el maldito cepo “el año que viene”. En dos semanas se termina 2024, que era el año en que había prometido que levantaría tales restricciones.
Siempre hay algún funcionario que mete la gamba o un pelotazo en contra de su gobierno, o mejor dicho, que refleja lo que verdaderamente es, sin importar sus ideas ni las banderas que abracen. Por ejemplo, los maltratos a empleadas domésticas del macrista Jorge Triaca, siendo ministro de Trabajo, y la progresista Victoria Donda, directora del ya inexistente Inadi.
El presidente de la Nación lo que no quiere es que esas cuestiones de forma, que en esta Argentina siempre sensible pesan mucho, le compliquen su imagen positiva —que sigue alta según la mayoría de las consultoras de opinión pública—. Esa imagen positiva que conserva puede atribuirse a la estabilidad macroeconómica que va demostrando su gesión: superávit, bajas del riesgo país y de los dólares paralelos, y subas los bonos y los títulos públicos. La microeconomía, en cambio: bien, gracias.
Aunque la inflación efectivamente ha bajado, los ingresos de las personas están por el piso; la actividad económica terminará el año con una caída producida solo por la motosierra y el plan de ajuste del tándem de economistas Milei-Caputo; y la vida en nuestro país se ha vuelto ridículamente cara. Ridículamente cara, porque en cualquier súper de Europa los alimentos —sí, los alimentos— salen más baratos que aquí, donde infelizmente no tenemos salarios europeos pero alguna vez supimos ser el grandero del mundo.
Este dólar bajo con precios de Mónaco o París que no van a bajar, no solamente afecta al turismo receptivo sino también al campo y a la industria nacional (a la que además perjudicarán doblemente por la tendencia aperturista de su ideario económico, donde es mala palabra todo lo que suene a proteccionismo: aranceles, que son los impuestos aplicados a productos importados para encarecerlos frente a los nacionales; topes en la cantidad de bienes que pueden importarse; subsidios a industrias nacionales para hacerlas más competitivas, y barreras comerciales que dificultan la entrada de productos extranjeros, como regulaciones técnicas, licencias o controles aduaneros). Para qué hablar de la construcción, a la que el propio Milei parece haberle cavado la fosa entre el corte total a la obra pública y su programa económico, que acentuó la recesión (algunos economistas inclusive la llamaron depresión).
Siendo hoy 16 de diciembre, a poco más de una semana de las Fiestas de fin de año y alertado sobre los antecedentes mencionados más arriba, es que Milei no quiere dar ni un paso en falso más. Ya le pasó con su aliado parlamentario Edgardo Kueider, a quien su bloque, La Libertad Avanza, pretendía solamente suspenderlo en su banca (finalmente terminaron votando la expulsión, junto con el kirchnerismo), después de haber sido detenido en Paraguay por llevar cientos de miles de dólares en efectivo sin declarar. Para suerte de Milei, Kueider era senador y no diputado, porque en tal caso habría sido uno de los héroes.
Ya le pasó también con los aumentos de sueldos de los senadores, convalidados por la vicepresidenta Victoria Villarruel, que se excusó diciendo que ella no puede hacer nada contra los aumentos que se otorgan los mismos legisladores (lo cual es cierto, pero sólo técnicamente).
El “primer presidente liberal libertario del mundo” —tal como se autoproclamó tras vencer en el balotaje a Sergio Massa, pese a que, en rigor de verdad, la primera en el mundo fue Liz Truss, quien duró apenas 44 como premier británica— se ha impuesto una austeridad vacacional que mezcla control simbólico, oportunismo político y contradicción.
Mientras sus ministros tienen permitido un breve respiro entre fines de diciembre y enero, el mandatario se enorgullece de declararse “workaholic” y anuncia que permanecerá trabajando desde la residencia de Olivos. Eso sí, con una notable excepción: un vuelo a Washington para asistir a la ceremonia de asunción de Donald Trump, su aliado ideológico y estrella del show libertario global.
Los destinos “prohibidos”
La directiva presidencial a su gabinete es concisa: nada de destinos “emblemáticos de ostentación” como Punta del Este, Miami o Europa. Según pudo averiguar elDiarioAR, la orden busca enviar un mensaje de austeridad y “predicar con el ejemplo”. La circular interna de Milei llegó antes de que sus colaboradores se tomen vacaciones, como es su derecho, pero tarde para quienes ya habían comprado pasajes de avión y habían hecho reservas de hoteles. Más de uno debió devolverlos (o postergarlos para otro momento, quizás, porque ahora el horno no está para bollos).
Milei no pretende construir una narrativa de sacrificio y cercanía al pueblo, porque ya la ha construído. Así ganó las elecciones y la gente está convencida de que hay que sacrificarse, la gente común, el ciudadano de a pie, al que Milei prometió que no castigaría, ya que la única castigada durante su mandato iba a ser “la casta”. Pues no.
Si no, preguntémosles a los jubilados, que con “el primer presidente liberal libertario del mundo” (después de Truss, a quien con crueldad apodaron la Thatcher torpe; acaso por la misma crueldad de su programa de ajuste), que pierden 21% de sus ingresos en comparación con la fórmula anterior, que él derogó por decreto, o recordemos, entre otros retrocesos, el fin de la cobertura al 100% de medicamentos del PAMI. No vaya a ser cosa que aparezca algún funcionario de compras en Miami o tomando sol en una playa europea, mientras acá el 65% de los jubilados cobra $329.598,76 por mes.
En un país sumido en una crisis económica profunda, que por supuesto no es culpa toda de Milei, ¿es suficiente con evitar una foto en playas exclusivas para demostrar compromiso? Resulta irónico que se prohíban ciertos destinos bajo el argumento de la austeridad, mientras el presidente programa un viaje relámpago para asistir a un evento tan ajeno a las prioridades locales como la toma de posesión de Trump, a quien, por cierto, ya visitó en Estados Unidos en febrero, en una reunión de la CPAC (Conservative Political Action Conference), donde se acercó emocionado al referente del Partido Republicano y lo saludó exultante y con la voz quebrada, casi en llanto: “¡Míster president!”. El misterio a resolver para este próximo encuentro es —otra vez— quién pagará el viaje. En los primeros ocho meses de gestión, casi el 30% de lo gastado por el Estado en vuelos fue para ir a actos partidarios o recibir premios personales, según un trabajo del sitio de verificación de contenidos Chequeado.
En una Argentina donde la inflación cede pero los ingresos no se han recompuesto, donde crece el desempleo y donde el ajuste golpea a los sectores más vulnerables, la población espera algo más que símbolos vacacionales. Si el gobierno de Milei realmente pretende marcar una diferencia, será con políticas que trasciendan el marketing personal y afecten positivamente la vida cotidiana. Porque hasta ahora solo ha habido ajuste y festejos por los números de la macro. Y poco más.
Además, el control sobre el destino que elijan sus funcionarios, o cualquier persona en este país, de liberal-libertario tiene muy poco. Es otra acción de la disfunción narcotizante (un término de los sociólogos estadounidenses Paul Lazarsfeld y Robert Merton), que en La Libertad Avanza sí lo tienen muy claro: es ese manejo apabullante de la agenda pública para que ningún escándalo sea tan grande y la atención pública se disperse —y, en lo posible, que se mude a lo más frívolo del poder, como quién es la novia de Milei o qué dijeron en tal canal de streaming libertario—, mientras se sigue achicando el Estado pero, por ahora, sin que bajen los impuestos, que justamente se pagan para recibir contraprestaciones del Estado.
En eso, una agenda al boleo y casi sin estudiar los asuntos, donde todos los días —y esto lo tienen calculado— hay una anuncio o una acción destinada a la indignación y al pataleo del progresismo, los libertarios sí que son campeones mundiales. Prohibirles a sus funcionarios viajar al Caribe o a la Polinesia, cuando de hecho lo pueden hacer sin problemas (y además están en su derecho a hacerlo; de lo contrario, sería pobrismo), no es una demostración genuina de la aniquilación de la “casta”, que es lo que viene prometiendo El Peluca desde que era invitado al panel de Intratables o a lo de Fantino.
Milei, por caso, tiene previsto encontrarse en Reino Unido con el líder de los Rolling Stones, Mick Jagger. Vacaciones, lo que se dice vacaciones, probablemente no sean, pero sí será una actividad que poco tenga que ver con el Gobierno y aún menos con lo que la sociedad aún espera de él. La información sobre dicha visita se dejó trascender desde la misma Casa Rosada, en octubre, después de una reunión que el jefe de Estado tuvo con el exprimer ministro de ese país, Boris Johnson, que al igual que nuestro presidente también usa esos raros peinados nuevos.
JJD