Tiene 14 años, necesita una prótesis importada y la obra social no se la entrega por el dólar

Paola atiende el teléfono en la casa de sus padres en Villa Atamisqui, Santiago del Estero. Viajó desde Merlo, Provincia de Buenos Aires, para juntar plata entre sus vecinos y vecinas. Es jueves 21 de julio y los zócalos colorados de los canales de noticias indican un nuevo récord histórico del dólar blue: $337. Son 20 pesos más que ayer, piensa. Otro día pérdido, piensa.

Su hija Morena, de 14 años, también viajó al Norte. Ahora está acostada, tiene escoliosis idiopática del adolescente, una deformidad de la columna vertebral. Como una serpiente, así se ve la imagen en la radiografía de la niña que tiene una curvatura de 70°. Ya superó la barrera de los 50° que la califica como “grave”. La solución es operar con una prótesis importada que la obra social del Personal de Sanidad no le entrega, le dicen que es por el precio de la monedas estadounidense

“Me ponen de excusa el dólar”, dice Paola. La semana pasada estuvo en la sede de la calle Venezuela, en el sector Auditoría y no tuvo respuesta. “Me dicen que no está ingresando nada importado por la suba del dólar. Cómo no va a ingresar, no me aprueban la prótesis. Ahora menos que ha vuelto a subir. Si llega a 400 pesos menos que menos. Si en una semana sube el  dólar, cada vez más se me atrasa”, cuenta la madre.

En 2019, cuando Morena tenía una curvatura del 54% y turno para operarse en el Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez, en la Ciudad de Buenos Aires, tampoco se la dieron. No se la dieron en 2020, cuando tenía otro turno de cirugía para el 19 de marzo, un día antes de que se decrete el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio. Con la pandemia todo se atrasó. No se la dieron el 7 de junio pasado, para el tercer turno de quirófano. “No tiene tratamiento excepto la cirugía. No le sirve el corset porque es hasta 20 grados de curvatura, tampoco la prótesis nacional por que la curvatura es muy avanzada. El médico me ha dicho que si llega a 80° no se puede hacer nada, ya no se puede operar”, relata Paola

Morena pasa varias horas en la cama. Se queda acostada cuando los dolores de cabeza y de espalda se hacen más fuertes. Una inflamación en la parte derecha de la espalda deja ver los rastros de la enfermedad. “Hace un tiempo comenzó a tener una sangrado espinal que le genera dolores constantes, se le hinchan las piernas y se le duermen”, cuenta la madre. Se queda en la habitación oscurecida con cortinas violetas y espera. Intenta calmar esos momentos con ibuprofeno o paracetamol, los analgésicos que usa. 

Morena no habla mucho, pero dice que no quiere ir a la escuela. Morena se queja: dice que no aguanta. “Si ella pudiera vivir acostada, viviría acostada porque le duele todo. Cuando hay humedad es peor. Yo no la dejo faltar porque sino se queda en la cama llorando o pensando”, dice Paola. Cursa tercer año en una escuela técnica a diez cuadras de su casa en Libertad, Merlo. “Está mal porque me ve preocupada todo el día. No sé qué hacer, porque que te digan que tu hija puede no caminar en un futuro es muy feo, muy feo. Ella no ha vivido, es una criatura, no sé a dónde disparar. Voy a hacer lo que sea para que lo consiga porque es una criatura y para febrero, cuando cumpla los 15, ya va a ser demasiado tarde”, agrega.

Paola sabe que no puede conseguir el dinero para la prótesis, por eso intentará con un amparo ante la obra social de Sanidad. Ya mandó cartas documento, pero sigue sin respuestas. Ahora, está en Santiago del Estero para juntar dinero para el recurso judicial, le dijeron que puede salir en dos meses. Consiguió una abogada que le cobra en cuotas y va a hacer campeonatos, peñas y bailes para juntarlo. Ella es ama de casa y su pareja, mecánico dental. Tienen también un bebé de dos años. A veces, el papá de Morena le transfiere 4000 pesos por la cuota alimentaria.

“Para que te des una idea, la prótesis que ella necesita vale tres autos importados”, le dijo un médico en el 2019.  En la orden se indica: sistema de fijación espinal de titanio importado 5.5. “Quiero iniciar un amparo y me sale casi dos millones de pesos. Un día que pasa, es un día perdido, hay que operar lo más rápido posible. En 2019 tenía 54° de curva, en marzo tenía más del 70°, estamos en julio yo no sé cuánto tiene”, agrega la mujer de 33 años.

Mientras se reúne con sus cuatro hermanos para organizar el campeonato de fútbol en Villa Atamisqui, Paola sigue pendiente de la cotización. No intenta hacer ninguna conversión entre dólares y pesos, todo le resulta inalcanzable. Se focaliza en los pesos para el amparo. “Lo voy a hacer porque sino me voy a quedar con que voy todas las semanas y todos los meses a la obra social y no me dan ninguna respuesta. Para ella son días perdidos, no sé si se podrá operar después. No sé cuánto tiempo va a aguantar”, cierra. 

CDB/MG