La organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) presentó su informe anual sobre la libertad de expresión en 180 países y ubicó a la Argentina en el puesto número 66. Según el documento, la asunción de Javier Milei “marca un nuevo y preocupante punto de inflexión para la garantía del derecho a la información en el país”. El director de la Oficina de RSF para América Latina, Artur Romeu, habló con elDiarioAR y dijo que en estos meses se intensificó la hostilidad sistemática de actores políticos hacia los periodistas y alertó sobre el riesgo de cerrar la Agencia de Noticias Télam.
–El informe indica que a nivel global la libertad de prensa está amenazada por los mismos que deberían ser sus garantes: las autoridades políticas. ¿Cómo se da esto en la práctica?
–Tiene que ver con la postura pública de gobernantes o de políticos por fuera del gobierno. Fuerzas políticas que aunque estén en la oposición también lo hacen. No es privilegio de quién está en el poder, son actores políticos que adoptan una postura pública sistemáticamente crítica a los medios. Actúan en una lógica de confrontación con los medios para movilizar sus bases electorales porque en el fondo es una estrategia para inflamar sus bases electorales. El insulto, la estigmatización y la postura pública hostil por parte de actores políticos hacia los medios se volvió en una estrategia que ganó centralidad en la estrategia política de esos actores. Eso genera beneficios electorales para crear un sentimiento de convergencia de indignación. Ese tipo de discurso busca capitalizar las frustraciones de la sociedad y el ataque de los medios de una estrategia eficiente para hacerlo. Los gobernantes ya no se preocupan tanto en dar explicaciones, sino más bien atacar al mensajero porque es mucho más fácil.
–La entidad definió a la Argentina como un país con “problemas significativos” en lo que se refiere a la libertad de prensa. ¿Cómo se deterioró ese aspecto desde que llegó Javier Milei al poder?
–En Argentina el indicador que más ha bajado este año ha sido el indicador político, es una baja abrupta. Con el contexto electoral que hubo el año pasado y la llegada al poder de Javier Milei se intensificó un escenario en que los periodistas viven bajo una hostilidad sistemática de actores políticos. Hay una percepción de un incremento de presiones políticas marcados por un contexto electoral muy polarizado y violento, agresivo en términos de campaña. Por otra parte, se dio la llegada al poder de un presidente que tiene un histórico de hostilidad hacia los medios y los periodistas, que no mide esfuerzos en las declaraciones públicas. Incluso ha entrado con procesos en contra de periodistas para posicionarse políticamente en el escenario político argentino.
–También se vive el intento de cierre de la agencia de Noticias Télam
–Otro elemento clave es el cierre o el ataque a la comunicación pública por parte del nuevo gobierno. Cuando estamos hablando de libertad de prensa no estamos solamente hablando de una censura de Estado clásica, o sea, una interferencia directa a la acción de los medios como hubo en varias dictaduras de Latinoamérica en los años 60 o 70, hay otros otras maneras de interferir y de impactar el ambiente en el que se ejerce el periodismo. Una de esas maneras es fragilizar o no promover políticas públicas que favorezcan un ecosistema de medios plural, diverso, independiente y libre. Los medios de comunicación pública son un elemento clave en todos los países para el fortalecimiento de un ecosistema plural. Entonces, cuando se decreta la muerte de la noche hasta el día una de las agencias públicas más importantes de noticias más importantes de América Latina se trata de una incomprensión o ignorancia sobre la importancia de la comunicación pública de un país como pilar de la pluralidad que a la vez es un pilar de la libertad de prensa.
–¿Es decir que el intento de cierre de la Agencia Télam no solo deteriora la pluralidad de voces y al sistema de medios públicos sino que también genera un deterioro en todo el sistema de medios?
–Claro, porque Télam era el único medio en Argentina que todavía tenía corresponsales en todas las provincias. Hay regiones que están más aisladas, como una especie de vacío mediático o una baja intensidad de periodismo. La comunicación pública por no tener fines de lucro tiene esa capacidad de reportar sobre regiones donde el ecosistema de medios a nivel local es bajo. Télam tenía ese rol de comunicar con una mirada realmente nacional sin estar todo el tiempo haciendo parecer que lo único que importa en el país está en la capital. Eso es un ejemplo de lo que se pierde cuando se cierra una agencia de noticias como esa. La comunicación pública tiene una dimensión de Educación, de diversidad, de representación de la pluralidad de las culturas, de las opiniones y muchas veces no es representada en la agenda que responde a intereses de empresas de comunicación que tienen prioridades asociadas a audiencia o anunciantes. Entonces, la comunicación pública es un actor clave del ecosistema y si se lo saca a la tendencia que tengamos menos capacidad de representatividad de la multiplicidad de las culturas, a nivel local y de opiniones.
–¿Cómo inciden las empresas periodísticas en la calidad de la democracia?
–La concentración de la propiedad de los medios en las manos de pocos grupos tiene consecuencias para el pluralismo y va medir la vulnerabilidad de los medios ante a presiones de agentes económicos. Así como hay presión por parte de actores políticos hay también presión por parte de actores económicos. Empresas que actúan en diversos sectores productivos de una sociedad que van a defender sus intereses. Por ejemplo, con respecto a los impactos de sus acciones en determinados territorios. Pueden poner más dinero para que se invisibilicen determinadas luchas de movimientos sociales porque no corresponde a los intereses comerciales. Tienen una capacidad muy grande de ejercer presión económica. El tercer elemento tiene que ver con la precariedad laboral, hay una correlación entre vulnerabilidad económica financiera de medios y periodistas con la vulnerabilidad de presiones económicas y políticas
–¿Ve en América Latina situaciones similares a lo que sucede en Argentina con la prensa por el ascenso de la ultraderecha al poder?
–Sí hay una tendencia, pero no necesariamente ubicaría esa tendencia en un espectro político como derecha o izquierda. Te podría mencionar el caso de Venezuela donde vimos el mismo proceso, hay una erosión de la autonomía de los medios. De lo que estamos hablando es de estrategia y eso sirve a políticos de distintos extremos del espectro político. Por ejemplo, Bukele en El Salvador desde que llegó al poder adoptó estrategias muy claras de movilización de la desconfianza en la sociedad sobre medios críticos, atacó sistemáticamente sus medios y tomó medidas muy populares o impopulares, pero siempre con esa perspectiva de de capitalizar beneficios electorales y políticos de un discurso polarizante. Eso es clave. Sí tenemos que identificar algo específico en la extrema derecha actual a nivel global sería sobre todo la capacidad de instrumentalizar y apropiarse del discurso por la libertad de expresión. Por ejemplo, figuras como Elon Musk, que estuvo recientemente con Javier Milei, que promueven mensajes de que gobiernos que intentan a crear algún nivel de regulación sobre el espacio espacio informacional sobre las grandes plataformas o como la Ley de medios de Argentina las presentan como intentos de censura, como atentados a la libertad de prensa.
–El informe también subraya la situación de la guerra en Gaza con un número récord de abusos contra periodistas. ¿Qué observaron?
–Es una masacre, es la mayor cifra de periodistas muertos en un conflicto armado en tan poco tiempo de la historia. Son más de 100 periodistas muertos en 7 meses de conflicto, un dato que nunca habíamos visto antes en el último siglo. En Gaza lo que está pasando es una erradicación del periodista por parte de fuerzas israelíes. Hay que decirlo de esa manera.
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