A quién no le ha pasado alguna vez que, tras realizar ejercicio, ha sentido un molesto dolor localizado en un lado del abdomen. Es lo que se conoce como dolor abdominal transitorio vinculado al ejercicio (DAT) o, en otras palabras, lo que venimos conociendo como gases. Aparece normalmente como una molestia similar a un calambre muscular o una sensación de tirón localizada en la parte inferior derecha del abdomen, debajo de las costillas, que suele ser breve pero intenso y que suele hacer acto de presencia o bien durante la digestión o cuando realizamos algún tipo de actividad física.
La buena noticia es que, más allá de lo molesto que pueda ser y de que seguramente lo haya experimentado casi todo el mundo, no se trata de una emergencia médica ni es una razón para consultar al médico –siempre y cuando el dolor sea transitorio y desaparezca al cabo de unos minutos.
Por qué aparece el gas
Aunque las causas de los gasos no se conocen con precisión y no queda claro por qué aparecen –se continúa estudiando el origen– hay algunas posibles razones y un puñado de factores que se pueden asociar con la presencia de gas. Como nos demuestran los resultados de estudios como este que indican distintas teorías sobre las posibles causas del gas.
Hablamos de aspectos como un espasmo muscular, una irritación del peritoneo parietal –una membrana que recubre las cavidades abdominal y pélvica– o tensión en la columna vertebral o una disminución del riego sanguíneo del diafragma (isquemia diafragmática). Y es que, cuando expandimos y contraemos el diafragma más rápido de lo normal, o lo estiramos más allá de sus límites, este realiza más trabajo del que está acostumbrado.
Debemos pensar en el diafragma como en los músculos de las piernas, que se fatigan y pueden sufrir calambres cuando se someten a demasiada tensión.
También puede contribuir a que aparezca gas una mala respiración. Si respiramos de manera no uniforme, los músculos del cuerpo puede ser que no reciban suficiente oxígeno y se fatiguen más fácilmente. También las respiraciones superficiales pueden provocar más tensión en los músculos, ya que necesitan trabajar más para compensar.
Otro factor que puede asociarse a la presencia de gas es comer o beber antes de realizar ejercicio físico o durante la actividad, sobre todo si hablamos de ciertos tipos de alimentos y bebidas, en particular aquellos con un mayor contenido de azúcar o grasa, zumos de fruta y productos lácteos. Esto ocurre sobre todo si no hemos dejado suficiente tiempo entre comer y correr debido a la falta de flujo sanguíneo al diafragma mientas estamos digiriendo los alimentos.
Lo demuestran investigaciones como esta, publicada en Sports Medicine, según la cual consumir zumos o bebidas con alto contenido en carbohidratos justo antes o durante el ejercicio aumenta el riesgo de sufrir gas.
También influye otro aspecto fundamental: no calentar antes de realizar ejercicio físico, especialmente con ciertas actividades. En un estudio realizado sobre casi un millar de atletas, los expertos concluyeron que el gas afectó al 75% de los nadadores, al 69% de los corredores y al 47% de los jugadores de baloncesto, así como al 32% de los ciclistas. Si no preparamos los músculos para un esfuerzo repentino, aumenta el riesgo de que aparezcan dolores en los costados.
Todos estos datos nos ayudan a entender un poco más sobre esta molestia, aunque no está claro del todo qué es lo que lo provoca. Pese a todo, ¿podemos hacer algo cuando aparece? ¿Y para prevenirlo?
Qué podemos hacer para que nos desaparezca el gas
No es nada agradable aguantar la molestia del gas. Pero hay algo que podemos hacer si nos sorprende de forma inesperada. Una de las primeras cosas cuando empezamos a notar este dolor es reducir el ritmo del ejercicio que estamos realizando. Si estamos corriendo a toda velocidad o caminando rápido, debemos reducir el ritmo. Y, si no mejora, es aconsejable parar.
También nos puede ayudar a reducir esta molestia respirar profundamente porque, al hacerlo, lo que en realidad conseguimos es dar tiempo a nuestros músculos para que se relajen. Podemos inhalar durante unos segundos y después exhalar, repitiendo varias veces si es necesario.
Si localizamos el dolor, también podemos aplicar presión con los dedos para aliviar parte del dolor. Si, pese a todo, nada de esto funciona, también podemos intentar caminar lentamente con los brazos elevados, por encima de la cabeza, para que los músculos que están tensos se estiren.
Cómo podemos prevenir el gas
Como no queremos tener que sentir un dolor de estos, lo mejor que podemos hacer es evitarlo. Y hay algunas formas para hacerlo:
- Mantener una buena postura: de acuerdo con este estudio, una mala postura y problemas en la columna afectan el torso y pueden hacer que sea más probable que aparezca gas. Debemos asegurarnos de prestar atención a nuestra postura y trabajar para fortalecer el centro del cuerpo, que sostiene la columna y la pelvis y es primordial para mantener una alineación corporal adecuada, y reducir por tanto las probabilidades de sufrir calambres o contracturas musculares.
- Calentar antes de realizar actividad física: es importante tomarse un tiempo para calentar los músculos y ayudar a que la sangre circule y caliente el cuerpo, lo que le indicará al diafragma que estamos a punto de empezar a usarlo. Podemos estirar durante unos cinco a diez minutos, centrándonos en los costados.
- Evitar alimentos ricos en grasas antes del ejercicio: ya hemos visto que los alimentos ricos en grasas tardan más en digerirse, y esto hace que llegue más sangre al tracto digestivo, lo que puede ser sinónimo de que menos sangre rica en oxígeno pueda circular a otras zonas del cuerpo. Por tanto, no conviene ingerir una comida demasiado copiosa en la hora anterior al entrenamiento porque una gran comida puede ocupar espacio en el intestino, lo que genera presión y fricción en la pared abdominal. La forma en la que nos hidratamos también es importante, de ahí que si vamos a beber, mejor hacerlo a pequeños sorbos, no a tragos, de esta manera podemos mantenernos hidratados sin llenar demasiado el estómago.
- Entrenar los músculos abdominales: otra forma de evitar el dolor es trabajar el entrenamiento de fuerza, especialmente en la zona central. Según este estudio publicado en Journal of Science and Medicine in Sport, unos músculos abdominales transversales –los que envuelven la columna y actúan como estabilizadores– más fuertes se relacionan con una disminución del gas.