Es un título habitual en videos y perfiles en redes sociales, y lo hay en versión masculina y femenina: “Sigue estos nueve pasos para convertirte en un hombre de alto valor” o “Estos son los rasgos de una mujer con alto valor”, proclaman influencers –y no tan influencers– en sus publicaciones. En otros videos, la expresión 'alto valor' no aparece, pero el trasfondo es parecido: hombres que hablan a otros hombres sobre cómo cultivar su 'energía' masculina y su liderazgo, mujeres que les explican a otras mujeres que el trabajo asalariado y la vida independiente es una trampa y que entregarse a una vida de niños y bizcochuelos no es nada reaccionario. Perfiles que los animan a ellos a contener sus ganas de masturbarse para conservar su fortaleza y a ellas a vigilar con quién se acuestan para no perder su feminidad.
En un mundo que fue sacudido por el feminismo en la última década, la pervivencia de algunos roles y estereotipos de género puede sorprender. Pero si algo demostró el patriarcado con el paso del tiempo es su enorme capacidad de adaptación a los tiempos. Bajo nuevos términos y con un lenguaje contemporáneo, las ideas sobre qué es un hombre y qué una mujer, cuál es el lugar de cada uno en el mundo y cómo se espera que se comporten se reproducen sin parar. Y ahora cuentan con un gran aliado: las redes sociales y su enorme capacidad de alcance, también a sectores de la población que están empezando a formar su pensamiento crítico.
El psicólogo chileno y director del proyecto Ilusión Viril, Pedro Uribe, cree que el fenómeno de las redes sociales difuminó las fronteras entre la gente famosa, “quienes salían en la tele y eran inalcanzables” y la gente común. “Ahora, con la transformación digital hay mucha gente con mucha visibilidad dando consejos de vida. Se diluye la frontera entre unos y otros y se genera la ilusión de que haciendo las cosas o siguiendo las indicaciones que te dice tal persona puedes conseguir eso que te muestran o aquello otro que te proponen. Es un discurso muy problemático y una vuelta brutal al individualismo”, dice Uribe. Esos tips de vida aparentemente neutrales están repletos de valores, prejuicios y visiones del mundo que, con mucha frecuencia, reproducen los estereotipos de género. Es más, algunos perfiles viven de fomentar especialmente esas ideas.
En el estudio ¿Siguen vivos los estereotipos de género en el siglo XXI?, de las politólogas Marta Fraile y Paula Zuluaga para la Fundación La Caixa, las investigadoras españolas concluyeron que “siguen vivos y coleando”, especialmente en el grupo de edad de entre 26 y 40 años. Es una franja vital en la que se suelen experimentar los grandes eventos que sitúan a una persona en la adultez, desde tener un empleo, a formar una pareja, emanciparse o tener hijos, “lo que podría impulsar a asumir e interiorizar reglas sociales tradicionales”.
Marta Fraile explica que en el estudio vieron que las ideas preconcebidas sobre cómo las mujeres tienen que comportarse en el espacio público disminuyeron, mientras que los estereotipos de género en la esfera privada se mantienen: “Disminuyen las ideas sobre los roles que tienen más que ver con la dimensión pública. Es decir, la gente ya no está tan dispuesta a sostener o reconocer que no estamos igualmente capactiadas para trabajar o para ser jefas. Pero en el espacio de lo íntimo, por ejemplo, las ideas sobre quién está más capacitado para cuidar de niños y mayores, los estereotipos de género siguen siendo fuertes y la gente no tiene problema en declararlos”.
En los estudios de esta investigadora daban a quienes participaban una batería de rasgos para que indicaran con cuáles se identificaban. Los hombres elegían el liderazgo, la competitividad, la asunción de riesgos... mientras que las mujeres se identificaban más con rasgos como la empatía, la capacidad de escucha o la búsqueda del consenso. Ser un hombre de alto valor o una mujer de alto valor tiene mucho que ver con lo de siempre: ellos, líderes, competitivos, arrogantes; ellas, mujeres deseables y que 'se hacen' respetar, que 'abrazan' su feminidad y reivindican que un hombre pague la cuenta o te abra la puerta.
Hacer que lo viejo sea 'cool'
Una de las maneras en las que esos estereotipos siguen reproduciéndose y refozándose son, precisamente, los estímulos externos, por ejemplo, las redes sociales. “Asistimos a una tendencia de nuevas figuras famosas, que la gente joven sigue mucho, que, por ejemplo, reinvindican la idea de la mujer serena, que puede retirarse a tareas más de la casa y los cuidados para evitar las grandes presiones de la vida profesional, que son como antifemeninas, o una vida sin grandes ambiciones más allá del hogar, los hijos, hacer pan, coser la propia ropa...”, argumenta. Estas ideas, que podían parecer más anticuadas, se visten ahora de un lenguaje y una imagen “más cool y urbana”.
La influencer RoRo, una joven que se hizo viral con su imagen inocente y su propuesta de chica interesada en cuidar y servir a su novio y cocinar recetas nutritivas, podría ser un ejemplo. Aunque el fenómeno tradwife no tiene en muchos países la potencia que en otros lugares, como EEUU, sí son ya frecuentes los perfiles de mujeres que sugieren que el feminismo 'desnaturalizó' a las mujeres y proponen volver a cultivar lo que consideran las cualidades femeninas, desde la armonía y la calma, a aportar bienestar a los demás, alejadas de ruidos y estrés. Y, por supuesto, vigilar el número de personas con las que tenés sexo.
Por el otro lado, el psicólogo Pedro Uribe afirma que la idea de un hombre de alto valor está especialmente ligada al aspecto, a la capacidad de rendir sexualmente o conquistar mujeres y a ganar dinero... aunque sin trabajar. “La idea del trabajo y la productividad era fundamental en la masculinidad. Ahora, esa idea de alto valor ensalza a un hombre que gana dinero pero sin trabajar, sino que lo hace con sus contenidos en redes, o en OnlyFans, o con inversiones o criptomonedas. Ahora lo que importa es el dinero para poder presumir de con quién se sale, a dónde vas, si viajas a Maldivas o publicas una foto en Bali”, apunta. Y todo eso, por supuesto, unido a una “hipermasculinidad” corporal de pectorales hiperdesarrollados y músculos siempre a punto.
El influencer Amadeo Llados podría ser un ejemplo: un hombre que se vende como hecho a sí mismo, que considera el trabajo algo propio de 'pobres' mientras presume de ganar millones con inversiones y creación de contenidos, y receta flexiones como método de autorrealización máxima para los hombres. “Hay muchos hombres diciéndoles a los chicos que claro que pueden estar orgullosos de su masculinidad tradicional y que reivindican una manera deshumanizada de pensar en las mujeres”, asegura Marta Fraile. Desde streamers que presumen de emborrachar mujeres para seducirlas o que niegan que una mujer que tuvo ya varias relaciones pueda ser su novia a, en otra dimensión, Mark Zuckerberg o Elon Musk reivindicando la “energía masculina” y la falta de empatía como algo bueno.
“La difusión de todas estas ideas en redes sociales está siendo clave, también por parte de influencers que no se dedican aparentemente a esto”, concluye Marta Fraile. Porque entre consejo y consejo de cocina, la skin routine, la tabla para fortalecer el tren superior o la historia de ese chico que antes no seducía y ahora tiene que apartar a las mujeres de su camino, se cuelan las mismas ideas rancias de siempre, pero con un lenguaje que alguien de 15, 20 o 30 años puede asumir como propio.