Martín Rieznik, autor de ‘La brecha orgásmica’: “En los últimos años quedó muy claro qué no hay que hacer, pero nadie explicó lo que sí”
![Martín Rieznik](https://static.eldiario.es/clip/b8c128f1-dbe2-4bb1-b039-3d0789dfc59a_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
A los 15 años Martín Rieznik leyó un libro que le cambió la vida “Cómo hacer para que cualquier persona se enamore de usted”, de Leil Lownes. Desde entonces se obsesionó con aprenderlo todo sobre lo que tenía la ciencia para decir en relación a las habilidades sociales, el coaching y la seducción. Pero no se quedó con esos aprendizajes para él sólo y su curiosidad. De a poco, se fue profesionalizando en la tarea de enseñar en mentorías, charlas y talleres hasta que en 2008, junto a su hermano, el neurocientífico Andrés Rieznik, fundaron la academia LevantArte, un espacio pionero en el que enseña los principios de la seducción.
“Sobre mi trabajo había como un prejuicio, una especie de desconfianza, porque históricamente los hombres habían acaparado esa conversación desde un lugar machista, bastante nefasto. Muchas mujeres, amigas feministas me han dicho que al principio me miraban con desconfianza, pensaban que era un machirulo que enseñaba a manipular mujeres. Hasta que empezaron a leer mis libros, a escuchar mis conferencias y bueno, vieron que había otra cosa: que se trataba de hombres pidiendo ayuda o un hombre ayudando a otros que quieren entender cómo acercarse a las mujeres”, dice a elDiarioAR.
![](https://static.eldiario.es/clip/b455e8ec-acce-4f48-83fb-456c7ff25496_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
Hoy, a los 42 años, va por el tercer libro de divulgación en el que comparte sus aprendizajes y reflexiones en el arte de amar y ser amado especialmente destinado a varones. En “La brecha orgásmica”, editado por Galerna y publicado a fines del año pasado, se mete de lleno con la desigualdad de género a la hora de disfrutar del sexo. La diferencia en la cantidad de orgasmos quedó registrada por primera vez en un estudio de 2017 de “Archives of Sexual Behaviour”. En una investigación en la que participaron 52.588 personas de Estados Unidos de ambos sexos se les preguntó con qué frecuencia habían alcanzado un orgasmo en sus relaciones sexuales durante el último mes. Los varones heterosexuales contestaron que siempre o casi siempre tuvieron un orgasmo (un 95%), después estuvieron los gays en un 89%; le siguieron los varones bisexuales en un 88%; luego las lesbianas con un 86%; las mujeres bisexuales en un 66%; y últimas, las mujeres heterosexuales con apenas un 65%. Lo novedoso de este estudio es que demostró que no se trata de un problema femenino, porque cuando se les preguntó a las personas encuestadas por la masturbación, la brecha desaparecía: el problema estaba en los encuentros heterosexuales.
Con el problema en el acceso desigual al placer como título Rieznik recorre a lo largo de los capítulos de su nuevo libro experiencias personales, relatos de amigas, historias de varones anónimos que pasaron por sus mentorías, que cruza con estudios culturales, psicológicos, fisiológicos. Sus aportes al tema van desde tips sobre estimulación, consejos prácticos para que los varones retrasen la eyaculación hasta dibujos anatómicos para que conozcan las partes del cuerpo de anatomía ajena. El libro es un esfuerzo para aportar información y volver a poner en el centro el placer femenino, una especie de Educación Sexual Integral para adultos que nunca la tuvieron en otra etapa de su vida.
—¿Por qué escribir hoy sobre la brecha orgásmica?
—Hace 17 años que trabajo enseñando seducción a los hombres que, básicamente, es enseñarles a cómo relacionarse mejor con las mujeres. Y para mí siempre lo más loco fue que, en realidad, las beneficiarias indirectas de todo esto son las mujeres porque ¿qué es mejor? ¿Relacionarse con un varón que se preocupó en entender cómo complacer, de cómo acercarse a una mujer, cómo darte placer o con un hombre que apenas registra que tiene una mujer enfrente? Vengo educando en consentimiento desde hace años, porque la seducción en el fondo es eso. Nadie puede seducirte sin tu consentimiento, es construir consentimiento mutuo de una manera fluida.
Creo que estamos yendo a un equilibrio en la conversación sobre estos temas, aunque falte mucho, y este libro es parte de eso. Me gusta formar parte de esa conversación. Yo crecí en una sociedad con un discurso muy machista en torno a la sexualidad en la Argentina de los ´90, después vinieron las revoluciones feministas y se destaparon muchas situaciones que eran tremendas, que sufrían las mujeres y creo que hoy estamos yendo a un punto medio, sigue habiendo errores y problemas, por supuesto, en torno a la seducción, a la sexualidad. Pero que en vez de enfrentarnos estemos buscando hablar de cómo potenciar nuestro placer, de cómo encontrarnos, me parece positivo.
Estamos en una era donde estamos más tiempo frente a las pantallas que interactuando con personas y eso tiene un impacto tremendo porque la seducción es piel, es mirada, es gestualidad.
—No existen muchos espacios en los que especialmente los varones heterosexuales se reúnan para hablar sobre intimidad, vínculos, sexo y placer. Sin vulnerar la intimidad de nadie, pero ¿cuáles son los interrogantes más frecuentes en los espacios de taller?
—La mayoría de los hombres llegan con dudas, pero sobre todo también con miedo y no hablo de solo del miedo al rechazo, sino del miedo a equivocarse, a no saber cómo avanzar, a cruzar un límite sin querer porque en los últimos años quedó muy claro que es lo que no hay qué hacer, lo cual está perfecto, porque era necesario marcar esos límites. Pero nadie nos explicó muy bien qué sí hacer, cómo acercarte a alguien sin ser invasivo, cómo interpretar si le gusta eso o no, cómo manejar la ansiedad cuando estás frente a alguien que te gusta, por ejemplo. Son cosas que damos por sentado que todas las personas tienen que saber, pero si lo pensás un segundo, ¿de dónde aprendemos eso? En la escuela no te lo enseñan, en casa en general tampoco.
Estamos en una era donde estamos más tiempo frente a las pantallas que interactuando con personas y eso tiene un impacto tremendo porque la seducción es piel, es mirada, es gestualidad. Si la mayor parte del tiempo estamos mandando mensajes en lugar de hablar cara a cara, se pierde la sensibilidad, nos volvemos torpes. Entonces muchos varones llegan con la sensación de que hay algo que no están entendiendo, algo que no les funciona. Cuando en realidad, en el fondo, es que nunca aprendieron a manejarse en un mundo donde además el contacto humano es cada vez más raro y si aprendieron algo ha quedado anacrónico porque las cosas han cambiado muchísimo.
El sexo no puede ser una suma de individuos aislados. El sexo es con conexión con empatía, pensando en el otro
—Pasaron más de diez años de su primer libro “El juego de la seducción”, la conversación social en torno al sexo, la sexualidad y el placer tuvo avances y retrocesos. Algunas de esas conversaciones fueron dinamizadas por las revoluciones feministas, sin embargo se dieron muchas veces interpretaciones erróneas y parece que varones y mujeres están desencontrados y muchas veces todo parece ser parte de un malentendido, ¿en qué momento cree que nos encontramos hoy?
—Para mí ahí hay dos factores actualmente que llevan a este desencuentro del que hablás, porque no solo hubo muchos cambios en la conversación en torno a la sexualidad y la seducción en los últimos años, sino que cambió mucho nuestra vida social. Pasamos más tiempo en redes y en las pantallas que en encuentros cara a cara. Y eso lleva, para mí, una deshumanización de las relaciones, incluso del sexo. ¿Cuántas personas habrá hoy en el mundo que ven más sexo en la pantalla del que tienen en su vida real? Es un momento paradójico porque nunca fue tan fácil conocer a alguien, con dos clicks puedes estar hablando con alguien y sin embargo, cada vez hay más gente sintiéndose sola. El sexo no puede ser una suma de individuos aislados. El sexo es con conexión, con empatía, con piel, pensando en el otro. Si vas a pensar en vos solo, masturbarte a ver cuán satisfactorio es, está bien, pero al mismo tiempo, vas a darte cuenta que no hay nada como la conexión con otras personas. No somos individuos aislados, la felicidad es compartir. La idea esta de que el mundo va a salir adelante y podemos ser todos felices y todos hacemos lo mejor para nosotros mismos, es una falacia y para mí el sexo está ahí para demostrarlo.
—¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo serán el sexo y los vínculos en el futuro?
—Creo que estamos en una transición que todavía estamos aprendiendo, que salimos de un modelo y no está muy claro hacia dónde vamos. Ojalá aprendamos a no olvidarnos de lo más importante, que es que el placer, la felicidad cuando son solo para uno se vuelven aburridos, la verdad, pero cuando es compartido, bueno, ahí es donde realmente cobra sentido la vida.
MFA/DTC
0