Vigilancia, fuego y puntería con láser: la escalada de violencia que terminó con la casa de una familia de lesbianas en llamas
![Agui y Vane habían bautizado a su casa “La Strega”, que quiere decir “La bruja” en italiano.](https://static.eldiario.es/clip/fe40f467-92bf-4fee-beed-2d2ba9b9c566_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
A la casita azul que pudieron construir gracias a sus ahorros y a la ayuda de uno de sus padres, Agui y Vane la habían bautizado “La Strega” que quiere decir “La bruja” en italiano. La madrugada del último miércoles 29 de enero, la bruja ardió. La destrucción fue total. Apenas quedaron los restos de la estructura de acero que la sostenía, pero que ya no sirve para soportar paredes y un techo de nuevo. La pareja de 35 y 39 años y su pequeña hija Antonia, de 5, no estaban durmiendo ahí esa noche.
En 2022 habían comprado ese terreno en Chacras del Alba, en Cañuelas, y ese mismo año empezaron a diseñar y construir su hogar de cara a los atardeceres infinitos que se extienden en lo profundo del territorio bonaerense. Un año después tuvieron que volver a la Ciudad de Buenos Aires y dejar a “La Strega” como una casa para los fines de semanas. Un vecino, un hombre que vivía a tres cuadras de ahí solo con su perro ovejero alemán, las molestaba constantemente. Las espiaba con binoculares, se anteponía en la entrada de su tranquera cuando ellas entraban y salían, les hacía gestos de persignación acompañados por amenazas de violación y les había prendido fuego tres veces el medidor de luz. Esta vez, Orlando Alcides Lutz Fogar, de 61 años, fue por más: les prendió fuego la casa. El ataque quedó registrado en las cámaras de seguridad que ellas tuvieron que instalar desde que comenzó el hostigamiento. Una semana después, el hombre continúa prófugo y con un pedido de captura de Interpol.
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“Seguimos viviendo con miedo. No sólo porque este hombre está prófugo sino porque el miedo principal es que haya alguna represalia de algún grupo de fascistas por haber hecho público el caso”, dice a elDiarioAR Agui sentada en un bar en San Telmo en una pausa en la vorágine de estos días, después del incendio. Hace una semana que intercalan las noches en casas de familiares y amistades. Durante el día tiene que seguir yendo a trabajar pero también a la fiscalía, a discutir con el seguro y a dependencias estatales que ahora intervienen en el caso, pero que hace dos años no prestaron atención ni les dieron protección.
“No es casualidad que esto haya pasado en el momento en el que pasó, después de escuchar voces como la del Presidente en Davos. Tiene que haber un punto en el que tiene que estar mal que vos digas que el otro como es enemigo se elimina”, reflexiona Agui. Cuando ella y Vanesa contaron lo que había pasado en el grupo de Whatsapp de vecinos y vecinas de Cañuelas lo primero que les lanzaron fue una sospecha: “¿Están seguras de lo que están diciendo?”. No les preguntaron qué necesitaban o activaron una colecta para ayudarlas a recuperar lo que perdieron, ni siquiera expresaron solidaridad. “Es importante que hablemos de lo que provocan los discursos de odio porque tiene que ver con algo muy profundo más allá de la comunidad LGBT. Tienen que ver con lazos sociales que se desarman, con la deshumanización. La marcha del sábado, en ese sentido, fue contundente”, reflexiona Agui, que participó de la movilización antifascista y antirascista del 1 de febrero.
“Desde 2022 que venimos denunciando y que nos hacen la vista gorda. Nos dicen que estamos mintiendo. En total tendremos como 10 presentaciones en la Comisaría de Cañuelas y la Comisaría de la Mujer que fue la que me dio una restricción de acercamiento”, relata Agui.
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Aun con la casa prendiéndose fuego, con la intervención de los bomberos y el aporte de los registros de las cámaras de seguridad que mostraban a Orlando Alcides Lutz Fogar, la investigación no se movió durante dos días. Fue a partir del viernes, día en que los medios nacionales le dieron difusión al caso. “Esto es un problema del sistema que no funciona con las advertencias y los pedidos de ayuda que se hacen. En nuestro caso tenemos redes y recursos para insistir y pedir ayuda por otros lados, pero a las personas sin recursos las pasan por arriba”, reflexiona.
El viernes 31 el primer acercamiento que tuvo de parte de las autoridades no la dejó tranquila: “Me contactaron de la comisaría de Cañuelas y la foto de perfil que tenía la persona que me escribe era un falcon verde. Así empezamos, ese fue el primer contacto”.
Esa persona le preguntó un absurdo: si estaba en la casa que se había quemado. “No, no estoy en el domicilio, me quemó la casa este tipo, me fui”. Después se contactaron de la fiscalía y recién ahí fue a hacer la declaración.
Ese mismo día el Grupo Gad y personal del G.T.O. de la seccional Comisaría Primera Cañuelas allanó la casa del hombre, sobre la calle Beltrán. Él ya no estaba pero encontraron municiones de escopeta, binoculares y prendas de vestir que, se presume, habrían sido utilizadas durante el ataque. Además, secuestraron una réplica de una pistola semiautomática.
La escalada de violencia que ni la Policía ni la Justicia escucharon
El primer episodio con Lutz Fogar fue cuando la casa todavía estaba en construcción. Por un grupo de Whatsapp de vecinas a Agui y Vanesa les llegó un mensaje: “Che, alguien que pueda venir, este tipo está filmándonos en la puerta de casa, no podemos salir”. La pareja fue hasta la casa de sus vecinas, junto con el padre de Agui que estaba ayudándoles con la obra. Querían mostrarle que no estaban solas. Las mujeres pudieron salir de su propia casa pero el gesto de solidaridad de Agui y Vani hizo que el odio del vecino se trasladara hacia ellas. Esa misma noche Lutz Fogar se metió en su terreno, saltó la tranquera y ellas llamaron al 911. Esa noche el hombre tuvo que dormir en la comisaría por haber invadido una propiedad ajena.
El hostigamiento fue escalando. “A partir de ahí cada vez que entrábamos y salíamos con el auto lo teníamos enfrente del coche, se tiraba adelante o se acostaba en la calle o me ponía el teléfono en la cara mientras pasaba o la grababa a la nena. Lo veíamos con binoculares en nuestra tranquera mirándonos todo el día, monitoreando nuestros horarios”, relata Agui.
El hombre se paraba en la entrada de la casa de Agui y Vane y les hacía señas: se persignaba y después amenazaba con violarlas con gestos sexualizantes. “Un día se prende fuego el medidor. Y me dí cuenta que había sido él porque la persona que me vino arreglarlo me dijo que había olor a nafta, que no había sido un desperfecto. Después hubo dos incendios más del medidor. Como yo había puesto cámaras de seguridad por toda esta situación aprovechaba los cortes de luz. Cuando se cortaba la luz, prendía fuego el medidor”, cuenta.
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El detonante para que decidieran volver a Ciudad de Buenos Aires fue la primera noche en la que su hija durmió por primera vez en su cuarto sola. En ese momento Antonia tenía tres años. Una luz láser entró por la ventana de su cuarto y le apuntó a la cabeza. La nena nunca se enteró porque ya estaba dormida pero sus mamás sí. Esa noche tuvieron que salir de su propia casa con custodia policial acompañadas por un patrullero. Fue dos meses antes de que asumiera el gobierno de Javier Milei.
Agui y Vanesa volvieron a Barracas, a la casa de sus familiares. No tenían ni tienen otro lugar para vivir ni sus sueldos les alcanzan para alquilar porque todos sus ahorros los habían dejado en Cañuelas. El 5 de mayo de 2024 se despertaron con la noticia de las dos parejas de lesbianas que fueron prendidas fuego por un vecino a diez cuadras de donde ellas estaban viviendo. “Menos mal que nos fuimos de Cañuelas”, le dijo Agui a Vanesa.
El miércoles 29 el teléfono de Agui sonó en la madrugada. Era una vecina que le dijo ni bien la escuchó del otro lado: “Prende tu cámara de seguridad”. “Prendo la cámara y veo la casa quemándose, completamente”, dice Agui con los ojos ya un poco vidriosos. “Ya no quiero volver ahí. Son recuerdos demasiado feos los que están asociados a la casa”, dice Agui.
El historial de denuncias previas estaba en la UFl 1 de Cañuelas bajo la causa 2361/23. Como el ataque suciedió en plena feria judicial el incendio e intento de asesinato tramita en la UFI 2, que era la que estaba de turno. La abogada de Agui y Vanesa está esperando que la acepten como particular damnificada para poder tener acceso completo a la causa. La fiscalía, mientras tanto, pidió que la carátula sea “homicidio agravado en grado de tentativa”. “Intentó matarnos”, dice Agui con contundencia.
—¿Qué esperan de la Justicia?
—Quiero que el tipo vaya preso, que tenga el juicio que corresponda y que le den la condena que corresponda en relación a lo que hizo. No es solamente haber jugado con nuestra vida, sino también fue hacer lo que quería: el daño material, pero además sobre todo lo que viene después, o sea, el daño psicológico que provocan todas las personas que lastimó. Tiene que haber un fallo contundente.
Aunque tienen miedo, Agui y Vanesa no se quedan quietas. Además del proceso judicial se reunieron con organizaciones de la diversidad que trabajan en territorio y con las autoridades municipales. Quieren respuestas y acciones. Algo que ellas no tuvieron hasta que la casa que construyeron ardió en llamas.
MFA/DTC
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