Cinco años del Acuerdo de París: activistas denuncian “greenwashing” de grandes empresas

Marta Montojo

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Activistas ecologistas han derramado pintura negra esta mañana en las sedes y oficinas corporativas de empresas energéticas, de la banca o del sector alimentario, entre otras, en España, como parte de una acción de protesta contra el lavado verde de imagen (también llamado greenwashing) que atribuyen a estas compañías.

La operación ha sido coordinada por el colectivo 2020 Rebelión por el Clima (RxC), una especie de paraguas de desobediencia civil no violenta que alberga a grupos ecologistas más jóvenes, como Fridays for Future o Extinction Rebellion, y también a asociaciones veteranas en la acción directa como Greenpeace o Ecologistas en Acción.

En Madrid, diferentes grupos de RxC se han presentado en las sedes de Repsol, Endesa, Iberdrola, Naturgy, Iberia, Real Madrid, BBVA, Banco Santander, Coren, McDonalds y Burger King, así como en el Congreso de los Diputados. Vestidos con monos blancos, con cepillos y fregonas, simulaban limpiar un derrame de petróleo.

Las pancartas que sujetaban rezaban ‘Cinco años después, seguimos luchando por 1,5 ºC’, además del lema de la campaña internacional ‘Fight for 1point5’ (en español, “lucha por el grado y medio”) en alusión a la meta acordada por las partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en la COP21 de París, para contener el calentamiento global de modo que en 2100 el aumento respecto a los niveles preindustriales no supere esa temperatura.

Entre otras acciones, los ecologistas han teñido de negro las letras de Repsol que expone la petrolera en su sede de Méndez Álvaro en Madrid, y han esparcido por el suelo el petróleo falso —una mezcla líquida de tinta de calamar, tomate triturado y chocolate a la taza (todo orgánico, han insistido)— que traían en bidones, escenificando un derrame de crudo.

La compañía anunció en la COP25 (la cumbre del clima de Chile celebrada en Madrid el diciembre pasado) su intención de tener cero emisiones netas en 2050, un compromiso que los analistas consultados por Ballena Blanca han calificado de “confuso y muy difícil”.

Las marcas a las que han reprochado el ‘lavado verde’ de imagen figuran también en la campaña reciente de Greenpeace “Haciendo trampas al clima”. Regañan a estas compañías por mostrar un compromiso con el Acuerdo de Paris y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas mientras que, por ejemplo, “solo siete de ellas cuentan con un plan de acción e identifican medidas de adaptación al cambio climático”, tal y como reveló este año un análisis del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa.

En palabras de los activistas de RxC, estos compromisos no son soluciones ante la emergencia climática sino “meras cortinas publicitarias que ocultan su incapacidad de alcanzar un modelo sostenible”.

Aunque se han centrado sobre todo en estas industrias más contaminantes, y especialmente en los combustibles fósiles, las protestas se han dirigido también a las instituciones públicas, con una puesta en escena similar (atuendo de personal de limpieza y petróleo falso) frente al Congreso de los Diputados.

Contra los gobiernos, los ecologistas alegan que estos “han cedido a sus presiones [del gas y del petróleo] a lo largo de los años, anteponiendo las necesidades de esta industria al bienestar de la ciudadanía”.

“Hoy, en un contexto de pandemia global sin precedentes, esas mismas empresas intentan absorber los fondos destinados a la recuperación económica ante la crisis generada por la COVID-19, sin ningún tipo de compromiso climático, ambiental o social”, advierten.