“La salud de la humanidad corre grave peligro”. Es la conclusión a la que llegan más de un centenar de expertos que han elaborado el octavo informe Lancet Countdown. El trabajo, que en esta edición se centra en la repercusión en la salud, analiza 47 indicadores relacionados con la crisis climática y proyecta un futuro, no tan lejano, preocupante. Al menos, si no se toman medidas. Más días de calor extremo, más muertes atribuibles a esas altas temperaturas, un aumento de la presión sobre los sistemas sanitarios, propagación de enfermedades infecciosas mortales, eventos climáticos extremos y malnutrición.
“Nuestro análisis sanitario revela que hoy las crecientes amenazas del cambio climático se están cobrando vidas y afectan a los medios de subsistencia de las personas en todo el mundo. Las proyecciones de un planeta con un aumento de la temperatura de 2ºC nos hablan de un futuro peligroso y son un macabro recordatorio de que el ritmo y la escala de los esfuerzos de mitigación que hemos visto hasta ahora han sido deplorablemente inadecuados para salvaguardar la salud y la seguridad de las personas”, señala la directora ejecutiva de Lancet Countdown en el University College de Londres, Marina Romanello.
Este aumento de las temperaturas es uno de los factores que más preocupa a los expertos, que lideran más de medio centenar de instituciones y organismos de la ONU, incluyendo a la Organización Mundial de la Salud. En 2022, los ciudadanos de todo el mundo padecieron, de media, 86 días de temperaturas extremas que supusieron un riesgo para la salud. Algunas de esas jornadas no se pueden atribuir al cambio climático, pero más de la mitad sí están directamente vinculadas.
Como muestra el siguiente gráfico, la distribución de este aumento de los días de temperaturas extremas no es homogéneo. El estudio, elaborado por áreas geográficas, atribuye una mayor tensión a los termómetros de los conocidos como pequeños estados insulares en desarrollo (SIDS, por sus siglas en inglés), con más de 103 días de temperaturas extremas atribuidas al cambio climático de media anual entre 2018 y 2022; seguidos de África, con cerca de 80; América Central y Sudamérica, con más de 72; y Asia, con 47,8 días.
Esos días de temperaturas extremas suben en todas las regiones, como lo hacen también las muertes atribuibles al calor. Sin embargo, en este caso es Europa donde más fallecimientos ha contabilizado el informe. Aquí se han registrado 70 muertes por cada 100.000 fallecimientos al año, entre 2017 y 2022. Pese a los esfuerzos de la comunidad científica por mitigar los efectos de la crisis climática, suponen nueve muertes más al año que en el periodo comprendido entre los años 2000 y 2005.
El año en que entró en vigor el protocolo de Kioto, en África se atribuyeron a las temperaturas extremas 32 muertes por cada 100.000. Eran 11 menos que las estimadas en 2022. En Norteamérica se pasó de 34 a 37. Y en Asia fallecieron el año pasado por esta causa un total de 36 personas por cada 100.000. Son 0,6 muertes más que hace dos décadas. Puede parece un aumento menor, pero en un continente en el que viven más de 4.500 millones de personas ese incremento supone más de 27.000 vidas extra perdidas allí cada año.
Sobre la mortalidad, el estudio arroja otro dato. Basándose en un nuevo análisis, señalan que en 2020, las muertes de personas mayores de 65 años relacionadas con el calor aumentaron un 85%, respecto a la última década del siglo XX. Si en el efecto de las consecuencias de la crisis climática, este incremento habría sido 47 puntos menor.
El informe llama la atención sobre la “negligencia” de los gobiernos a la hora de enfrentar la mitigación de las consecuencias de la crisis climática. De hecho, las proyecciones plantean que la mortalidad atribuible al calor aumente 4,7 veces para mediados de siglo. A las puertas de 2024, supondría un incremento del 370% en 26 años. Pero no solo eso: el aumento de eventos climáticos adversos podría provocar que cerca de 525 millones de personas en todo el mundo sufran de inseguridad alimentaria entre 2041 y 2060. De hecho, el aumento de las olas de calor y las sequías en 2021 estuvo asociado a que 127 millones de personas más sufrieran riesgo de malnutrición.
Si se mira atrás, la sequía extrema ya está causando estragos, principalmente en África, donde el porcentaje de terreno afectado por este mal, al menos un mes al año, ha pasado del 9% entre 1951 y 1960 al 64% en la última década. En Asia ha aumentado en los mismos periodos del 17% al 43%, y en Oceanía ha subido 41 puntos, hasta el 55%. En todo el mundo, la sequía extrema aumentó un 47% entre 2013 y 2022.
Como muestra la tabla anterior, los SIDS son otros de los grandes afectados por la crisis climática. “Las personas que viven en países con menos recursos, y que por lo general son quienes menos responsabilidad tienen por las emisiones de los gases de efecto invernadero, sufren mayores repercusiones sanitarias, pero les resulta más difícil acceder a los recursos financieros y técnicos para adaptarse a las tormentas devastadoras, el aumento del nivel del mar y las sequías que arruinan los cultivos”, ha declarado la directora del centro regional para estos estados, Georgiana Gordon-Strachan, que hace hincapié en el “incumplimiento histórico” del compromiso de los países ricos de apoyar a los más vulnerables.
En el informe de 2022, Lancet ya advertía que “la salud está a merced de los combustibles fósiles”. Un año después, lamenta que instituciones, bancos y empresas avancen “en la dirección equivocada”. Según los datos de esta edición, en 2020, 69 de los 87 gobiernos analizados subvencionaron la industria de combustibles fósiles, por un total neto de 305.000 millones de dólares y los bancos la sustentaron con préstamos por valor de 572.000 millones entre 2017 y 2021. La mitad de las 40 entidades bancarias que más prestamos ofrecen incrementaron su financiación en ese periodo, respecto a 2010-2016, mientras las gasísticas y petroleras incrementan sus proyecciones para la producción.
Enfermedades infecciosas
La crisis climática está potenciando la aparición o reaparición de determinadas enfermedades infecciosas en lugares donde nunca estuvieron o fueron erradicadas. Lancet Countdown pone como ejemplo el dengue, la malaria y el virus del Nilo. Pero hace especial hincapié en el vibrio, la bacteria que causa el cólera. Este patógeno se encuentra en alimentos, especialmente en mariscos y pescados, y en aguas contaminadas. La previsión del estudio es que la longitud de las costas con condiciones idóneas para su desarrollo crezcan entre un 17 y un 25% a lo largo del siglo. En Europa, África, Asia, Centroamérica y Sudamérica, la proporción de línea costera adecuada para su transmisión aumentó ya un 16%.
La evaluación de la revista señala que cada año mueren en todo el mundo 1,9 millones de personas por respirar las micropartículas que genera la quema de combustibles fósiles, 460.000 de ellas causadas por el transporte.
Estos datos llegan en medio de un debate en el seno del Parlamento Europeo, que apuesta por reducir los niveles de contaminación del aire para aplicar las recomendaciones de la OMS para 2035. La votación dividió a los conservadores, con el PP español y la extrema derecha posicionándose en contra. Una postura de la que ya habían hecho bandera los 'populares' en Madrid, con declaraciones gruesas como las de la presidenta Isabel Díaz Ayuso, que llegó a afirmar que “nadie ha muerto” por la polución.
Con todo, el informe también arroja datos para la esperanza. Desde 2005, las muertes atribuibles a la contaminación del aire por los combustibles fósiles se ha reducido en un 15,7%, la mayoría de ellas por la reducción del uso del carbón. Es el más evidente, pero hay otros como el impulso de las renovables, que en 2020 supusieron el 90% del incremento de la capacidad eléctrica y cuya inversión superó el año pasado a la de los combustibles fósiles en un 61%.