Amor platónico, trampa y un helado de dos gustos

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Tres escenas de estos días.

No faltan los colores, los trajes impecables, los planos calculados al milímetro, el humor discreto, las simetrías exactas, a veces asfixiantes, en medio de salones con cortinas floridas y edificios antiguos que se rehusan a convertirse en ruina.

En el tráiler que circula por estos días, los protagonistas de The French Dispatch (acá la tradujeron como La crónica francesa, qué sé yo, es la nueva película de Wes Anderson que va a llegar a los cines en octubre) comparten un gesto. Mientras se suceden las imágenes que van presentando la historia de una revista –esa que le da el título al largometraje– en algún momento la cámara los toma en primer plano. Algunos giran la cabeza, otros están quietos. A todos les vemos una intención en los ojos: podrían estar a punto de largar una carcajada o de pedir a los gritos que alguien los arranque de ese lugar agridulce; el silencio, las bocas como una “u” invertida.

“A todo hombre le toca la peor de las épocas para vivir: hay algo esperanzador en la frase, porque, en algún sentido, indicaría que nadie tiene nada ganado, y que todos somos una suerte de contradicción andando, esperando encontrar la situación que nos justifique, aquello que determine la clave: por qué estamos vivos”. Lo subrayé en Lebensraum, la novela de Fernando Bogado que acaba de salir por Omnívora Editora (abajo les cuento más del libro, que me tiene atrapada por estas horas. Ahora que lo pienso el diseño tiene algo andersoniano también, ya verán la tapa).

El otro día hablábamos con mi querida amiga Florencia Angilletta (la leen por acá, siempre lúcida). Aunque me cuesta ahora reponer el contexto –el grado cero de la confidencia, la verdadera intimidad se anuda ahí: una conversación interminable que va desde la posibilidad de un mueble hasta una historia de amor, de un culebrón absurdo a los remedios contra la anemia; un terreno en el que por suerte no hay jerarquías–, sí recuerdo que me regaló una imagen preciosa. “Un helado de dos gustos”, me dijo, supongamos que cuando le pregunté cómo le había ido con determinada cosa. Sensaciones encontradas en la punta de la lengua, una encima de la otra, contenidas en un mismo vasito.

El tono Wes Anderson, la contradicción de la que habla el narrador de Lebensraum y el helado de dos gustos de Florencia tiñeron mis últimos días, que además por acá son los últimos del invierno. Los de los mejores colores apenas despunta el sol con fuerza a la mañana y también cuando se va la tarde, todo se torna azul intenso y el frío nos envuelve con el último aliento.  

Algo de esto se coló en esta nueva entrega de Mil lianas, claro. Pasen.

1. La directora (The Chair). Hablando de situaciones en las que se cruzan dos fuerzas, la primera escena de La directora es bastante elocuente en ese sentido. Una mujer entra a una oficina elegante que a partir de ese momento va a ser suya. La recorre con la mirada, se siente orgullosa, queda claro que fue ascendida y que va a asumir una nueva responsabilidad en una universidad. Su día de gloria. Entonces intenta sentarse en su nuevo escritorio, pero apenas se apoya en la silla, una de las patas se rompe y casi la deja en el suelo.

Ese va a ser el tono a lo largo de los seis capítulos de la sensible y muy inteligente serie que acaba de estrenar Netflix: Ji-Yoon Kim (interpretada con mucha delicadeza por Sandra Oh) va a ser la primera mujer –que además tiene raíces asiáticas– en dirigir el departamento de Letras de la Universidad de Pembroke, en un ámbito donde el poder y las decisiones estuvieron siempre en manos de varones blancos. Tanto desde este rol, como en su difícil vida privada (la protagonista adoptó y cría sola a una hija pequeña muy conflictiva) deberá enfrentarse con problemas que muchas veces la sobrepasan. 

Aparecen entonces la época –la llamada “cultura de la cancelación”, la corrección política, los escraches en las redes sociales, el choque generacional entre docentes vieja escuela y aquellos que buscan decirles a los estudiantes eso que quieren escuchar– y también los vaivenes de un romance en potencia con uno de los colegas de cátedra que acaba de enviudar, interpretado por Jay Duplass (emoji de suspirar acá).

Ella asegura en algún momento que se trata de un amor “platónico”, él quiere convencerla de que esa idea es en realidad una trampa y que está dispuesto a avanzar, pese a que eso podría traerles problemas en el trabajo. En ese tironeo, también, está el pulso de La directora, una comedia pequeña, sutil, de capítulos cortos y diálogos preciosos.

Con Sandra Oh como protagonista y productora, La directora está disponible en Netflix.

2. Lebensraum, de Fernando Bogado. “La belleza y el horror son, sin vueltas, los dilemas que atormentan al protagonista de esta novela y se fusionan en un interrogante de eco adorniano: si es posible la belleza en el mundo después de la matanza concentracionaria”, apunta sobre este libro el escritor Guillermo Saccomanno. Otra vez ese vaivén y la disyuntiva, en este caso, encarnadas en el narrador de esta novela, un estudioso, experto en literatura, que emprende un viaje singular y doble.

Porque, narrada en primera persona, Lebensraum, del escritor argentino Fernando Bogado, es la historia de un hombre que se va de su país con una valija pequeña y una carpeta con información de un personaje que lo desvela: Bruno Diermissen. Empieza así un viaje dentro de otro: instalado en Galápagos, el narrador, que se podría decir que tiene “los días contados”, bucea por los retazos con los que va armando la biografía de ese al que eligió como un objeto de estudio, se entera de que integró las SS nazis y que sacaba fotografías a las víctimas del horror. 

Por momentos con tono de relato de detectives, por otros plagada de reflexiones sobre el lenguaje, el arte, la belleza, Lebensraum se pliega sobre una serie de preguntas espinosas y ofrece un paisaje tan agudo como cautivante.

Lebensraum, de Fernando Bogado, salió por Omnívora Editora. El libro se presenta el próximo 4 de septiembre. Más información, por aquí.

3. Semana del cine documental argentino. Organizada por la Asociación de Directores y Productores de Cine Documental Independiente de Argentina (ADN), de modalidad virtual y gratuita, hasta el 31 de agosto se pueden ver una serie de largometrajes y cortometrajes documentales producidos de manera local en la octava edición de este ciclo disponible en la plataforma digital Vivamos Cultura.

La selección es variada y muy interesante. Tal como adelantan los organizadores, “en esta nueva edición se mostrarán historias de amor y militancia en los años 70, relatos que indagan en vínculos amorosos de más de cincuenta años, en el choque entre el derecho a la salud y el derecho al trabajo, en el rol de las y los jóvenes en la lucha por el derecho a la educación, relatos que reflexionan sobre la memoria y el olvido, sobre si es posible descubrir el canto y brillar con ello a los 80 años, sobre los y las deportistas con capacidades especiales y la lucha de una mujer humilde que pelea por sus deseos y su destino; también sobre las motos y las pasiones en Cuba, y sobre niñas y niños ucranianos con consecuencias tóxicas producto del estallido en Chernóbil”.

Se trata, en todos los casos, de preestrenos. Por mi parte, me tentó especialmente el largometraje Taranto, del cineasta argentino Víctor Cruz, que ya pudo verse en el BAFICI y cuenta la historia de un drama ambiental que padece la localidad italiana de Taranto y que envuelve una paradoja: las consecuencias de la contaminación que provoca un polo industrial que al mismo tiempo es el motor que da trabajo y mantiene vivo al lugar.

La programación completa de la Semana del cine documental argentino, que se puede ver de manera gratuita y online, está disponible aquí.

¡Hasta la próxima!

AL

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