La lección de Sara Facio, maestros discretos

1 de noviembre de 2024 06:54 h

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“Es posible, y es la ley de la vida, perderse fácilmente en el desierto, pero encontrar en el desierto un oasis semejante, ¿no era un accidente demasiado singular?”. Henry James - La lección del maestro

Me propongo mirar con atención el documental Sara Facio: Haber estado ahí (después de un recorrido por algunos festivales, llega esta semana a las salas de cine, abajo les cuento más). Lo hago con ganas de anotar las ideas de Sara Facio, así, en mayúscula; con ganas de que me ilumine o de que, por arte de su maestría, algo de su aura pueda plasmarse en palabras para compartir en este lugar. De hecho pienso que, como hace un tiempo hablamos en este espacio sobre los maestros inesperados, ahora quiero ir por los inapelables como esta fotógrafa pionera que admiro. Es más, pienso que quiero escribir sobre la maestría, sobre los maestros y sobre las lecciones. 

Así de reverencial –y con una intención un poco extractivista, je– arranco a mirar. Apenas van pasando las primeras imágenes de la película empiezo a notar esa torsión de solemnidad en mi cuerpo, un ir detrás de medio tirante. El documental, sobre todo al principio, también pareciera posarse desde esa contractura y querer arrancarle algún tipo de grandilocuencia a la protagonista. Sin ir más lejos, eligen empezar con una definición sobre qué es la fotografía para ella. Sara Facio contesta una generalidad, creo ahora, como si quisiera responder con cortesía a la demanda y sacarse el asunto rápido de encima. Dice algo sobre “la maravilla de capturar un momento” que ofrecen las fotos

Lo que viene después, lejos de cualquier ampulosidad, es una sucesión de recuerdos de Sara Facio, un relato que ella recorta con sus comentarios un poco al pasar, como si se tratara de postales vitales mínimas (quizá, apunto ahora, la auténtica maestría se cifre en la discreción). Mientras me voy aflojando, anoto tres escenas que me encantan y que por distintos motivos se asemejan a flechazos, al encanto de las primeras veces, a un oasis en medio de la reincidencia mecánica de los días. 

La primera es cuando cuenta una imagen que la acompañó toda la vida: la tarde que, siendo apenas una adolescente en la década del '40, vio de casualidad en un cine de San Isidro la película Enamorada, con María Félix. De repente apareció un primer plano de los ojos de la actriz que la impactó, un tipo de toma que no había visto jamás, una manera de mirar que se guardó para siempre. “Me quedó acá hasta hoy”, dice todavía conmocionada por ese close-up violento, como ella misma describe (muchos de los grandes retratos que hará años después quizá tengan su germen ahí, en ese encandilamiento inaugural). Otra escena de flechazo que cuenta como algo de todos los días: cuando ella con su compañera y también destacadísima fotógrafa argentina Alicia D’Amico salían en los ‘60 a recorrer con su Fiat 600 las calles porteñas a la pesca de imágenes. Sara Facio relata que, si de pronto aparecía algo que les llamaba la atención, frenaban y alguna de las dos bajaba con su cámara a sacar una foto. En su manera módica de recordarlo, antes que los grandes planes o preparativos, están la vida por asalto, la fotografía como hallazgo, el accidente singular (más tarde buena parte de esas imágenes maravillosas van a formar parte de uno de los libros más importantes de la historia de la fotografía nacional, Buenos Aires - Buenos Aires, publicado por primera vez en 1968 con textos de Julio Cortázar).

La tercera es muy conmovedora y está hacia el final. La fotógrafa recuerda el día en que una docente del secundario habló en clase con orgullo de una alumna que había pasado poquito antes por el aula donde se encontraban en ese momento. Les mostró un libro por el que acababa de ganar un premio literario. Su nombre era María Elena Walsh. Sara Facio tomó el libro y, más que el texto, se puso a leer la dedicatoria que la ex alumna le había escrito a la profesora. “Yo vi la letra de María Elena y me quedé enamorada”, revela muchos años y muchas vidas después (la escritora se convertirá, con el tiempo, en su compañera por varias décadas, en su par de una dupla creativa y amorosa de las más talentosas de este país). 

Termino de ver el documental y me doy cuenta de que, lejos de mi expectativa inicial, no me crucé con definiciones rimbombantes ni con declaraciones enormes. Pienso ahora que es una suerte, que justo en el desierto de mis propias horas mecánicas, encontré por un ratito un oasis diminuto, una lección discreta, el arrebato íntimo de un flechazo.

Arranca una nueva edición de Mil lianas repleta de maestros y con un poco de luz. Como en el cine, como en la fotografía y como en el amor, algo parece hacer clic, algo se enciende. Por acá.

1. Curso de literatura argentina. Universidad de Michigan, 1976, de Jorge Luis Borges. Quiero advertirles que no pienso enseñarles literatura argentina porque esas cosas no se enseñan. Yo he sido profesor de Literatura Inglesa y Americana durante unos veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y me di cuenta de que era absurdo enseñar literatura. Creo que lo que uno puede enseñar es el goce de ciertos libros, el hábito de ciertos libros y que un profesor no tiene derecho a imponer sus opiniones. Con esas palabras se presentó, a comienzos de 1976, Jorge Luis Borges ante un pequeño auditorio de estudiantes de un centro especializado en Literatura Hispánica de la Universidad de Michigan, en los Estados Unidos. Un grupo reducido que tuvo el privilegio de escuchar, a lo largo de diez encuentros, al mítico escritor hablando de Domingo Faustino Sarmiento, de Hilario Ascasubi, del Martín Fierro de José Hernández, de Almafuerte, del modernismo en Leopoldo Lugones, de Paul Groussac y Ricardo Güiraldes

Aquellas atípicas clases, especialmente preparadas por el autor de Ficciones para esa ocasión, quedaron registradas en casetes que permanecieron guardados por más de cuarenta años y, gracias al trabajo de rescate y transcripción realizado por el investigador argentino Nicolás Helft, salieron a la luz y se convirtieron en un extraordinario libro que acaba de ser publicado por la editorial Sudamericana bajo el título Curso de literatura argentina. Universidad de Michigan, 1976. Hace unos días pude entrevistar a Helft para hablar de esta publicación y de ese viaje singular de Borges y María Kodama. Pueden leer la nota en este enlace.

Curso de literatura argentina. Universidad de Michigan, 1976, de Jorge Luis Borges, salió por Sudamericana. Más información, en este enlace.

2. Sara Facio. Haber estado ahí, de Cinthia Rajschmir.  Luego de pasar por algunos festivales como el BAFICI, esta semana se estrenó este documental que cuenta la vida de la fotógrafa argentina Sara Facio, una figura insoslayable de la cultura durante más de seis décadas. El largometraje está contado a partir de una serie de sencillas entrevistas realizadas en los últimos años con Facio, quien murió en junio de este año a los 92 años

Con lucidez y gracias a su memoria, el relato comienza con su infancia en San Isidro y continúa, por momentos con desorden, por sus años de formación. Entre los testimonios de la protagonista se intercalan imágenes de ella mostrando su descomunal archivo y también algunas de sus fotos más recordadas, además de algunos recorridos que hace por la ciudad de Buenos Aires.

Así, se suceden anécdotas como el “metejón” que tenía por las cámaras Leica, las peripecias  con su compañera Alicia D’Amico hasta llegar a la memorable saga de retratos a escritores (entre otros, fotografiaron a Victoria Ocampo, Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Silvana Ocampo, Eduardo Mallea, Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Juan Carlos Onetti, Nicanor Parra, Adolfo Bioy Casáres, Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos, Juan Rulfo, Olga Orozco, Alejandra Pizarnik, María Elena Walsh y Mario Vargas Llosa); las fotos que hizo el día de la llegada de Juan Domingo Perón a Ezeiza luego de 18 años de exilio y durante los funerales del líder justicialista, y la creación del Consejo Argentino de Fotografía durante la dictadura militar.

Convertido en documento de sus últimos años, la película ofrece un retrato austero de una pionera incansable en el que no pareciera importar tanto ese haber estado ahí que impone el título (y eso que Facio estuvo presente con su cuerpo y con su cámara frente a varios de los acontecimientos y personajes más importantes del siglo XX en el país), sino la maestría incandescente de haber mirado ahí.

El documental Sara Facio: Haber estado ahí, de Cinthia Rajschmir, se puede ver en el Cine Gaumont de la ciudad de Buenos Aires. Más información, en este enlace.

3. Ciclo Ozu. Sé que soy redundante con la plataforma Lumiton, pero la verdad es que la selección de películas que ofrecen mes a mes está buenísima. Esta vez, con subtítulos en español y gratis para ver online en formato hogareño, lanzaron un ciclo con seis películas fundamentales del director japonés Yasujirō Ozu, considerado uno de los maestros del cine de ese país.

“Nacido en Tokio en 1903, Ozu comenzó su carrera como ayudante de cámara en los años veinte y llegó a ser el director con más honores en su país. Su obra, parte importante del patrimonio cultural japonés, ha ayudado a promover el cine oriental en el mundo”, señalan los organizadores del ciclo.

“Sus filmes abordan los dramas familiares sobre la clase media baja japonesa, llamados shomin-geki, poniendo el foco en las relaciones cotidianas y retratos de personas comunes. Dueño de un estilo estético meticuloso, caracterizado por el uso de planos fijos con cámara baja y composiciones cuidadas, Ozu supo reflejar en su etapa más madura, los cambios que atravesaba la sociedad japonesa en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, encarando temas como el rol cambiante de las mujeres y las brechas entre generaciones”, agregan.

Entre otros clásicos del director, en esta oportunidad se pueden ver películas como Cuentos de Tokio, considerada una de sus obras cumbres, y Una tarde de otoño (también conocida como El sabor del sake).

El ciclo online con seis películas del director japonés Yasujirō Ozu está disponible en la plataforma Lumiton de manera gratuita para Argentina hasta el 2 de diciembre. Más información, en este enlace.

Apostilla. Arriba hablábamos de maestros y enseguida pensé en Hebe Uhart, de quien estoy leyendo Impresiones de una directora de escuela, una publicación que sacó por estos días la editorial Adriana Hidalgo y que reúne los primeros cuentos de la escritora, incluidos originalmente en sus libros Dios, San Pedro y las almas (1962), Eli, Eli, lamma sabacthani? (1963), La gente de la casa rosa (1970) y El budín esponjoso (1977). Uhart, que además de una escritora notable fue una gran maestra, como quedó luminosamente registrado en el libro Las clases de Hebe Uhart de Liliana Villanueva, recupera ya en sus primeros relatos algunas escenas escolares, con docentes y autoridades en el centro de la escena. Lo hace, como a lo largo de toda su trayectoria posterior, con filo, con austeridad, con desparpajo y, claro, con su maestría radiante.

Banda sonora. Esta semana Max estrenó la temporada final de una serie chiquita y hermosa, que es de mis preferidas de los últimos años: Alguien en algún lugar (en el original Somebody Somewhere). Por ahora se puede ver un solo capítulo y los nuevos van llegando cada semana. Para ir tramitando un poco el duelo por la despedida–en total son solamente siete episodios y adiós– sumé a nuestra banda sonora canciones que sonaron a lo largo de las tres temporadas de la serie. Se juntan, haciendo un trencito medio deforme, Peter Gabriel, Katy Perry, The Hollies y George Harrison, entre muchísimos otros. Se escucha, como siempre, por acá.

Un lanzamiento para agendar, ya que estamos en la zona musical de este envío: llegó por estos días a Disney+ el documental Road Diary: Bruce Springsteen & the E Street Band, un registro intimista del regreso del músico y su legendaria banda, luego de varios años de ausencia en los escenarios por la pandemia. Para celebrar, también agregué a nuestra banda sonora compartida algunas de las canciones interpretadas en vivo que se pueden escuchar en la película.

Bonus track. Algo por si andan por Buenos Aires este fin de semana: con entrada libre y gratuita, stands de más de 80 sellos, lecturas, mesas de debate y un homenaje al editor Daniel Divinsky –ya que hablamos arriba de maestros, me pongo de pie– se anunció la feria “Libros Independientes en Primavera” (LIP), que tendrá lugar el sábado 2 y el domingo 3 de noviembre, en el barrio porteño de Belgrano.

“La LIP abre sus puertas en la más linda estación del año, en un espacio amplio y cuidado, emplazado en el renovado Barrio Chino de la ciudad, a pasos de Barrancas de Belgrano”, anunciaron los organizadores en un comunicado. Pueden leer un poco más sobre esta feria y sus actividades en este enlace.

Posdata. Gracias por la gran cantidad de mensajes en las redes y mails que me mandaron después de la entrega de Mil lianas de la semana pasada. Se ve que una tecla, una fibra o algo para lo que no encuentro una imagen nítida se movió por ahí y me alegraron con sus palabras en días áridos.

¡Hasta la próxima!

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