La pandemia de Covid-19 cambió muchas cosas, entre ellas la manera de tratar el cuidado de la salud mental. De ser un tema tabú pasó a estar en el centro de la conversación, en parte por la evidencia de la falta de recursos de la sanidad pública en este campo con sus listas de espera escandalosas. Famosos como el cantante Dani Martín hicieron declaraciones relacionadas con lo beneficioso de sus tratamientos de terapia, las redes sociales se llenaron de perfiles de psicólogos ofreciendo consejos sobre el autocuidado y las apps tipo Therapyside o Headspace se instalaron en millones de smartphones de todo el mundo. Ir al psicólogo ya no es algo que se esconda y, de hecho, se normalizó en las capas de la sociedad que se pueden permitir pagar a un profesional privado.
Teresa García (36 años) llevaba tiempo con el runrún en la cabeza, pero fue después del confinamiento cuando dio el paso de acudir a terapia. Ya había ido al psicólogo con anterioridad por cuestiones puntuales y deseaba probar de nuevo, pero con perspectiva de continuidad. No porque estuviese pasando por un mal momento o por algún problema en concreto, sino porque había detectado algunos patrones en su comportamiento y quería saber de dónde podían venir. “Tenía una amiga que hacía terapia y estaba muy contenta y yo estaba ahí ahí pero no me decidía. Era como inscribirme en el gimnasio, que quiero, pero no lo hago”, explica a este medio. “Creo que después del covid estaba en un momento introspectivo y un poco baja, así que me lancé”, dice. Por ahora, le está ayudando a conocerse mejor y comprender sus “mecanismos”. “Es como cambiar el foco de la perspectiva. Percibís las cosas sobre vos misma de una manera y a veces necesitás que alguien te dé un contrapunto”, sostiene.
Ir al psicólogo ya no es algo que se esconda y, de hecho, se ha normalizado en las capas de la sociedad que se pueden permitir pagar a un profesional privado
Hace justo un año que Olga Rodríguez (27 años) inició sus sesiones de terapia, en su caso como medida de prevención ante un posible futuro problema. Tenía un trabajo en el que vivía muchos picos de estrés y al regresar de vacaciones decidió que necesitaba herramientas para prepararse mentalmente y aprender a gestionarlo mejor. No tenía más motivos en concreto, no estaba pasando por una ruptura de pareja o por un duelo ni es una persona tendente a la tristeza. “Tenía mucha curiosidad por conocerme mejor. Mis amigas iban a terapia, leía en redes sociales lo mucho que ayudaba a la gente y quería descubrirlo por mí misma”, declara.
Su experiencia fue positiva desde el principio. “Entendí que mi estrés venía del perfeccionismo y de una exigencia propia muy alta. Seguimos tirando del hilo y descubrí que tengo una necesidad de complacer a la gente desde hace tiempo y que, por tanto, no sé poner límites”, dice. Ahora, asevera, es capaz de plantarse ante sus jefes y negarse a hacer horas extra porque le da más importancia a la conciliación: “Esto que parece tan obvio es algo que nunca hubiera sabido hacer sin la terapia”.
La psicóloga de Ana Jiménez (34 años) le dio el alta a los cuatro meses de empezar la terapia. En aquel momento, ella tenía 32 años y acudió a la profesional porque por fin podía pagarlo aunque no tenía un objetivo claro que quisiera conseguir. “Era algo que me hubiera gustado hacer en ciertos momentos duros de mi vida que habían ocurrido en el pasado pero no había podido, así que cuando finalmente tuve el poder económico para ello, lo hice”, explica.
Tenía mucha curiosidad por conocerme mejor. Mis amigas iban a terapia, leía en redes sociales lo mucho que ayudaba a la gente y quería descubrirlo por mí misma
Del tabú a la tendencia
El pasado 10 de septiembre, la psicóloga sanitaria Denisa Praje publicó en X (antiguo Twitter) un post en el que decía: “Queriendo normalizar que no es malo ir al psicólogo hemos pasado a creer que haber pasado por el psicólogo consiste en una digievolución humana”. No es la única profesional de la salud mental que ha expresado su inquietud ante la tendencia, ya que no es difícil encontrar opiniones similares de otros compañeros de su gremio en redes sociales respecto a la posible banalización de la terapia y las consecuencias negativas que puede tener.
Para Praje, se está haciendo muy buena labor dándole importancia a la salud mental y a la terapia pero “hay discursos que no benefician nada al bienestar psicológico, que tienen que ver con evitar a toda costa el malestar, el dolor, creer que todo dolor y problema debe tratarse en terapia o debe manejarse y controlarse”, explica. “Esto psicopatologiza la vida cotidiana. Es decir, convierte algo normal (como el malestar, la respuesta de ansiedad –que no trastorno de ansiedad–, el bajo estado anímico, un duelo...) en algo enfermizo que curar”.
Laia Sabaté es psicóloga general sanitaria y forense especializada en el ámbito de la práctica clínica y tiene una visión mucho más positiva de este boom. Autora del libro Amor Vulnerable (Ciudadela libros, 2023), cuenta con 42.800 seguidores en Instagram, donde publica vídeos acerca de temas como la maternidad o mensajes como “por mucho que trabajes hay relaciones que no van a hacerte sentir segura”. Pese a la cantidad de gente que la sigue, no se considera una influencer porque no es su profesión, aunque entiende que pueda parecerlo por su exposición en las redes. Un 90% de su audiencia está conformada por mujeres, algo que también se refleja en el perfil de pacientes que acuden a su clínica. “Creo que el mundo de la psicoterapia todavía está liderado y contemplado por mujeres, supongo que por la educación que hemos recibido, pero estoy segura de que poco a poco se irá equilibrando la balanza. O eso deseo, vaya”, dice.
Hay discursos que no benefician nada al bienestar psicológico, que tienen que ver con evitar a toda costa el malestar, el dolor, creer que todo problema debe tratarse en terapia o debe manejarse y controlarse (...). Esto psicopatologiza la vida cotidiana
Abrió su perfil en la red social en abril de 2020, al empezar el confinamiento. Hacía tiempo que quería compartir sus conocimientos sobre psicoterapia y creía que podía ayudar a la gente, así que probó. “Antes de la pandemia y de que en las redes sociales se hablara tanto de esto, había mucho tabú”, dice. “Ahora pienso que incluso está un poco de moda, la gente lo explica y se explaya en contar sus problemas. Creo que hubo un cambio que era muy necesario que se diera. Si ahora está más normalizado es porque hemos llegado a un límite donde no podíamos seguir haciendo ver que aquí no pasaba nada”.
La opinión de Daniela Carrascosa, que es educadora especializada como terapeuta en drogodependencia y otras conductas adictivas, diagnóstico dual y en perspectiva de género, se sitúa en un punto diametralmente opuesto al de Sabaté. Dice que la terapia “se ha convertido en una nueva forma de estafa piramidal”. “Hay una relación entre formación en cuestiones de acompañamiento y/o intervención psicológica y esa tendencia de que ahora todo el mundo haga terapia, se revise, se forme, adquiera herramientas para relacionarse, comunicarse, vincularse, conocerse, descubrirse. Hay personas que una vez han pasado ese proceso, deciden hacer terapia a otras que a su vez hacen lo mismo y parece que entramos en una rueda terapéutica de formación y terapia”.
Además de la mercantilización de la salud mental, la profesional ve un problema esencial en la narrativa y el discurso. “Esos mensajes son una coerción colectiva egocapitalista: eso de la mejora personal, superarse y conocerse más continúa teniendo la lógica de la acumulación capitalista, pero en este caso con respecto a lo personal o a la salud mental”, afirma. También utiliza otro concepto relacionado con la realidad que detecta: neoliberalismo terapéutico. “Si yo vendo mesas pues quiero que la gente se cambie la mesa y si yo vendo terapia o cuestiones de desarrollo personal y de cuidado de la salud mental me interesa que la gente tenga el foco sobre este tema. A veces hay un interés oculto en sacar diagnósticos y traumas y conflictos donde no los hay”, desarrolla.
Antes de la pandemia y de que en las redes sociales se hablara tanto de esto, había mucho tabú (...) Ahora pienso que incluso está un poco de moda, la gente lo explica y se explaya en contar sus problemas
María Fuster Martínez, decana del Colegio Oficial de Psicología de la Región de Murcia, considera que el binomio mente-cuerpo es inseparable, un paradigma defendido en sus premisas por la OMS en su último Informe mundial sobre la salud mental. Transformar la salud mental para todos (2022). Así, “actuar ante los primeros indicadores del malestar, sin necesidad de cronificar y pasar por la patología, pasa por tener servicios accesibles, universales y gratuitos, de proximidad para atender prontamente, así como específicos de salud mental ante los agravamientos, lo que genera oportunidades de tratamiento temprano y redunda en sociedades más igualitarias”. Es decir, que es necesario tener un sistema de salud que permita a todo el mundo acceder a la ayuda que requiera. “La psicoterapia (no cualquier terapia) es una metodología profesional que nos es propia, probada, y ni mucho menos extendida al alcance de todo el que lo necesite. Los profesionales de la psicología tenemos que seguir haciendo mucha pedagogía al respecto”, afirma.
Eso de la mejora personal, superarse y conocerse más continúa teniendo la lógica de la acumulación capitalista, pero en este caso con respecto a lo personal o a la salud mental
Terapia a go-gó
Una de las frases que de tanto repetirse se ha convertido en cliché es: “Todo el mundo debería ir a terapia”. ¿Tiene algún tipo de sentido desde un punto de vista profesional? María Fuster dice que es una afirmación que ha escuchado en muchos de sus pacientes o en personas que han pasado por procesos de psicoterapia. Para ella, es una expresión que recoge “el sentir que se deriva de una experiencia que trata de normalizar, trasladando y poniendo en valor lo saludable de pasar por ella, un aprendizaje transformador hacia una mayor capacidad para afrontar las dificultades de la vida, poniendo palabras y dando voz a experiencias y sentimientos que nos preocupan y que no entendemos o con los que no nos manejamos”. Pero remarca que “lo importante es no ponerse en manos de cualquiera, informarse adecuadamente es fundamental, la psicoterapia no es cualquier terapia”.
Precisamente, después de haber vivido dicha experiencia, Ana Jiménez considera que está bien que quien quiera lo haga, pero que tampoco es obligatorio para sentirse bien. “Al final es un poco como ir a fisioterapia, en el sentido de que siempre te hará bien pero si no tienes algo que te duela pues igual no ves la necesidad, no?”, reflexiona. Para Olga Rodríguez, depende de cómo sea cada persona. Ella lo recomienda por el simple hecho de conocerse mejor y aprender a gestionar las propias emociones pero también es consciente de que ir a terapia es caro y no todo el mundo se lo puede permitir. “Yo hacía un esfuerzo económico enorme cada mes para poder ir, pero pienso que la salud mental es una inversión y que no hay nada que valga más la pena que sentirte bien contigo mismo”.
La psicoterapia (no cualquier terapia) es una metodología profesional que nos es propia, probada, y ni mucho menos extendida al alcance de todo el que lo necesite
Sin ninguna duda, Denisa Praje dice que como psicóloga no cree que todo el mundo deba ir a terapia. “Ese tipo de sentencias son peligrosas por asumir que el espacio ideal para aprender, mejorar, cambiar es la terapia, y la mejor persona que puede ayudarte, una psicóloga. Hay momentos de la vida o problemas psicológicos que se pueden beneficiar de una terapia y en los que la terapia será necesaria, pero no suficiente (...) Una red de apoyo firme es imprescindible y terapéutica también”. Asimismo, afirma con contundencia: “Lo que creo es que todo el mundo debería tener un acceso a terapia pública y de calidad”.